2. Las Traducciones
Si bien la fijación del texto hebreo y griego de la Biblia es importante, también lo es la traducción de estos textos. Esto siempre es difícil ya que intervienen diferentes factores: la propia formación del traductor, las diferencias de cultura y la necesidad de salvar la distancia en el tiempo, así como los interrogantes ante textos de sentido dudoso. Para hacerlo con la mayor fidelidad posible, es necesario aprovechar los conocimientos científicos actuales y las herramientas que han sido puestas a nuestra disposición. Sólo así seremos capaces de conseguir traducciones fidedignas en un lenguaje actual, asequible al público en general.
Estilos de traducción
En este empeño de dar la Biblia al mundo, nos encontramos con diferentes estilos de traducción. Por una parte están los que patrocinan una traducción de equivalencia formal, según la cual, dada su interpretación de inspiración verbal de la Biblia, se deben traducir las palabras, no las ideas. La aplicación de este principio de forma radical llevaría a un texto en muchas partes totalmente incomprensible. Frente a este estilo de traducción, está el que se aplica normalmente en las traducciones en lenguaje popular de las Sociedades Bíblicas Unidas, es decir, la equivalencia dinámica por la que se traducen más las ideas que las palabras. Este sistema de traducción tiene la ventaja de transmitir con más facilidad y claridad el mensaje bíblico, a costa de perder palabras concretas. Un equilibrio entre los dos estilos, presente en la frase“tan literal como sea posible, tan libre como sea necesario”, sería una opción válida, si se aplicara correctamente.
Las traducciones clásicas.
Asumir que las traducciones antiguas, acreditadas por su uso en la Iglesia durante siglos, sean mejores y se deben preferir a las modernas, con el argumento de que fueron hechas por hombres de fe probada, no se sostiene. No se pueden desautorizar sin más las traducciones modernas bajo el falso pretexto de que han sido hechas por biblistas liberales o de fe solamente nominal. A pesar de la importancia que tiene el hecho de que los traductores sean creyentes, la traducción de un texto, sea cual sea, es un trabajo secular para el que se requiere, sobre todo, conocimiento profundo de las lenguas y de la geografía e historia del período del texto a traducir.
Las traducciones interconfesionales
En las últimas décadas se ha dedicado tiempo y recursos para la traducción y difusión de las Biblias interconfesionales. Entre los protestantes siempre ha habido una cierta reticencia a aceptar traducciones hechas a partir de la colaboración entre protestantes y católicos. Por una parte está la cuestión de la presentación física de la Biblia. Estamos acostumbrados a ediciones de la Biblia en las que los versículos están separados entre sí y son fáciles de encontrar. Nos resulta extraño verla dividida solamente en párrafos, como cualquier libro secular, aunque es evidente que, para un lector profano, este sistema le es más asequible. También nos molesta que los libros del Antiguo Testamento estén en un orden diferente al que estamos acostumbrados, a pesar de que el orden tradicional nos viene, no de los textos hebreos, sino de la Septuaginta y la Vulgata. La tendencia en las traducciones modernas del Antiguo Testamento va en el sentido de abandonar nuestro ordentradicional, para adoptar la división judía de 1) Pentateuco (o Torá), 2) Profetas y 3) Escritos.
Sin embargo, lo que más nos afecta es la sospecha de que la traducción sea el resultado de un pacto entre confesiones para alcanzar un texto común. No se trata de esto. Las traducciones interconfesionales son las que más se ajustan al texto bíblico. Las que están hechas por una sola confesión tienen la tendencia a introducir en la traducción su propio lenguaje o el significado que más se ajusta a su manera de pensar. Cuando la traducción está hecha por un equipo interconfesional, siempre hay la posibilidad del diálogo y de la lícita confrontación de posibilidades. Las modernas Biblias interconfesionales tienen, como único objetivo, ser fieles al texto bíblico, sin dejarse influir por la propia confesión de la fe.
Las Biblias con notas
Otro punto de fricción en las ediciones bíblicas es la cuestión de las notas. Nuestra postura tradicional, no siempre seguida con rigidez1, ha sido publicar la Biblia sin notas. Esto fue siempre una legítima reacción al abuso, por parte de la Iglesia Católica, de las notas para introducir sus propias doctrinas. Sin embargo, esto se ha evitado en las Biblias Interconfesionales que limitan las notas a aclaraciones al texto, posibles variantes, referencias históricas y geográficas, etc. Nunca se entra, o no se pretende entrar, en cuestiones doctrinales. Una Biblia con notas de este tipo es una enorme ayuda para cualquier estudiante de la Biblia. Biblias con notas, como la protestante de Scofield o las antiguas traducciones católicas, deben ser miradas con recelo y leerse con espíritu crítico para no confundir lo que dice el texto bíblico con la interpretación que se le da en las notas.
Conclusión
La Biblia es el libro de los libros. Con casi 2000 años de existencia continúa siendo un bestseller. Para los cristianos es el libro indispensable para su vida devocional y para la Iglesia es el libro a predicar y difundir. Por tanto es de la máxima importancia que los cristianos estemos unidos en la traducción, producción y difusión de este libro que está en el centro de nuestra profesión cristiana. Hemos de estar agradecidos por el intenso trabajo que se está realizando en este campo. En los últimos años han aparecido traducciones interconfesionales en castellano, catalán y euskera. Ellas marcan una nueva época en las relaciones entre diferentes iglesias en la que somos capaces de encontrarnos y trabajar juntos en algo tan importante como la traducción, publicación y difusión de la Biblia. Creemos que en ella Dios nos habla y nos llama a la fidelidad y al encuentro con los demás, sin condiciones previas, sin compromisos prematuros, sin renunciar a ninguno de nuestros principios. Pero es seguro que si la Biblia está en el centro de nuestros encuentros, seremos movidos a avanzar hacia el centro de la vida y de la fe que es Cristo. La Biblia no nos enseña a anatematizar ni a condenar, sino a amar y servir. Para muchos cristianos, la sana doctrina es de importancia capital en las relaciones con otros cristianos. Lo entendemos. Cada uno se debe a la defensa de la fe tal como la ha recibido y la entiende, pero nadie debería sentirse autorizado a condenar a los demás. No nos predicamos a nosotros mismos ni buscamos nuestra gloria ni nuestro triunfo. Todo ad majorem Dei gloriam.
Enric Capó
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