Posted On 29/07/2011 By In Biblia With 1376 Views

Libres y comprometidos (1)

Al ser humano le cuesta vivir en libertad. Siempre es más fácil tener normas que nos indiquen lo que podemos y lo que no podemos hacer. Cuando éstas faltan, parece como si nos perdiéramos y no supiéramos orientarnos en la vida.

Pedro ÁlamoPor ello, a veces, tomamos sendas equivocadas, en un intento de conseguir cierta seguridad y estabilidad. La libertad, ¿tiene algún límite? La respuesta debería ser no, porque, entonces, ya no sería libertad. Algunos ejemplos:

–       ¿Soy libre para levantarme a las 8.00 de la mañana un domingo?

–       ¿Soy libre para vivir en Cataluña o para vivir en Andalucía?

–       ¿Soy libre para formar parte de un partido xenófobo?

–       ¿Soy libre para hacer el bien o el mal?

–       ¿Soy libre para maltratar a otro ser humano?

El Salmo 119.45 nos dice: “Y andaré en libertad porque busqué tus mandamientos”.

El texto parece un tanto contradictorio: Por un lado, se nos habla de libertad y, por otro, de mandamientos. Si hay mandamiento, hay alguien que lo dicta y, por lo tanto, se le debe obediencia, lo que indica que se carece de libertad.

Sin embargo, lo que el Salmo nos dice es que en la medida en que seguimos el mandamiento de Dios, somos libres. Pero, ¿cómo combinar estos dos temas que parecen excluyentes?

Lo que desearía mostrar en esta reflexión es que somos libres pero, también, comprometidos y que, en la medida en que estamos comprometidos con el proyecto del Reino de los cielos, somos libres. Por lo tanto, quisiera dar respuesta a 2 preguntas:

  1. ¿Cómo es que somos libres al seguir a Jesús?
  2. ¿Con qué estamos comprometidos?

Consideremos la primera pregunta: Cómo es que somos libres al seguir a Jesús.

  1. Nos liberamos de nuestro propio egoísmo.

Mateo, Marcos y Lucas recogen la historia del joven rico. Tenía una inquietud y le pregunta al Maestro: “¿Qué bien haré para heredar la vida eterna?” (Mateo 19.20). Era una persona cumplidora de la ley. Podríamos decir que era un ejemplo de vida, pues había guardado la esencia de la ley desde joven.

El verso 21 informa: “Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, y sígueme”. Nos dice el relato que el joven se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Las posesiones y muchas otras cosas nos atan, nos esclavizan, nos limitan… Una de las razones que podríamos aducir es porque tenemos mucho que perder.

Es cierto que vivimos en un mundo muy complicado, donde todo cuesta mucho esfuerzo y dinero: la hipoteca, la comida, el coche, el ordenador, la telefonía, la educación, el ocio… No nos damos cuenta y estamos atados a lo que nos rodea.

Entonces, viene Jesús y nos dice: ¡libérate de todo eso! Vende lo que tienes y dalo a los pobres; y ven, y sígueme. ¿Qué quiere decir Jesús con esto?

Yo creo que la lección que aquí nos da el evangelio es que no nos aferremos a aquello que tenemos, que no pongamos nuestra seguridad en lo que poseemos porque eso puede tener fecha de caducidad. Nos está diciendo que nos liberemos de nuestro propio egoísmo para construir un corazón solidario y generoso.

  1. Nos liberamos de la tiranía de los demás.

Una de las cosas que más me molestan y, creo que con el tiempo me voy haciendo más intolerante, es que haya personas que se pasen la vida juzgando a los demás y diciéndoles lo que deben o no deben hacer, lo que está bien o lo que está mal… Algunos ejemplos:

  • Pastores que dicen a los feligreses lo que deben o no deben hacer y no aceptan una insubordinación, bajo pena de excomunión. Eso es tiranía, falta de libertad.
  • Personas que dicen a los demás lo que es pecado y lo que no lo es. Eso es tiranía, falta de libertad.
  • Los débiles en la fe: “Cuidado, no podemos hacer aquello que moleste a los hermanos”, dicen algunos. Entonces yo, que me siento libre, resulta que estoy controlado por los que son débiles. Eso es tiranía, falta de libertad.
  • En épocas pasadas uno podía perder, absolutamente, su libertad y vivía coaccionado por lo que pensaban o decían los demás. Eso era tiranía, falta de libertad.

La Escritura nos orienta, en una situación en la que había reglas de convivencia muy claras de lo que se debía y no debía comer: “El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come” (Rom 14.3). Es otra manera de decir que cada uno haga lo que bien le parezca, en conciencia, en libertad, y que no nos metamos en la vida de los demás.

La razón que da el apóstol es contundente: “porque Dios le ha recibido”; por lo tanto, si Dios le ha recibido, ¿quién soy yo para rechazarlo? Así que, el evangelio nos libera de la tiranía de los demás.

  1. Nos liberamos de las presiones sociales.

Nos hemos liberado de nuestro propio egoísmo, de la tiranía de los demás… Pero ahora, resulta que vienen las normas sociales, lo políticamente correcto y a mí, eso, me pone muy nervioso, porque ¿quién decide lo que es políticamente correcto?

Narra el evangelista Marcos que los discípulos arrancaron espigas en un día de reposo (Mc 2.23,ss.). Aparecieron los fundamentalistas estrictos y confrontaron a Jesús diciendo que no era lícito que hicieran eso en día de reposo.

Jesús les recuerda lo que hizo David cuando tuvo hambre y entró a la casa de Dios y comió los panes que sólo podían probar los sacerdotes y termina diciendo: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Mc 2.27).

Cuántas veces provocó Jesús a sus conciudadanos saltándose las convenciones sociales. Sanaba en día de reposo, habló con una mujer samaritana a solas, erradicó las distinciones entre los puros y los impuros, entre los santos aceptados y los pecadores excluidos… Podríamos citar aquí aquel momento en que se dejó enjugar los pies por una prostituta. Eso era un escándalo.

Así que, Jesús era un alborotador; pero era libre de las presiones sociales, de lo políticamente correcto.

  1. Nos liberamos de las ideologías políticas.

Vivimos una época de bipartidismo: Partido Socialista y Partido Popular. La izquierda y la derecha. Los partidos minoritarios parecen perder peso. Yo estoy muy desencantado de los políticos como, supongo, que muchos de los lectores y he llegado a considerar que la abstención pudiera ser una forma de protesta política; sin embargo, voté en las últimas elecciones municipales.

El 23 de mayo 2011, en La Vanguardia, aparecía una noticia de un pueblo de la comarca tarragonesa del Priorat, la Vilella Alta donde informaba de una abstención del 100%. El pueblo tiene 112 vecinos y se presentaba un candidato del PP y otro de Progrès Municipal; ni siquiera se votaron ellos mismos. Fue una medida de protesta ciudadana.

Cuando miramos las líneas políticas, casi hay que votar pensando en el que menos violencia hace a nuestros ideales. Pero yo estoy indignado con la situación, muy indignado.

Cuando Jesús inició su ministerio, existían diversos partidos políticos, marcados por la religión: fariseos, saduceos, esenios, zelotes… Jesús no se alinea con ninguno de ellos. Es más, fue capaz de llamar a todos a seguirle. José de Arimatea era discípulo de Jesús y miembro del Concilio, que era el órgano judicial por excelencia. Nicodemo, quien vino a Jesús de noche y le defendió ante el Concilio, también era miembro, y seguía a Jesús. Simón, el Zelote, había pertenecido a los nacionalistas más agresivos y era uno de los 12.

Somos libres, al seguir a Jesús, de nuestro propio egoísmo, de la tiranía de los demás, de las presiones sociales, de las ideologías políticas. Para complementar esta idea, el apóstol Pedro nos recuerda: “como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1ª Ped 2.16).

Como libres pero como siervos. Esto me da pie para plantear la segunda pregunta cuando afirmaba al principio que somos libres, pero estamos comprometidos. Pero eso lo dejaremos para una segunda parte.

Pedro Álamo, 2011

Lupa Protestante

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