Algunas personas consideran que la homosexualidad no está condenada por Dios porque Jesús nunca se refirió al tema. Si bien esta afirmación es correcta, resulta fácilmente observable que este criterio presenta dificultades, porque Jesús no se refirió a infinidad de cuestiones que entendemos que están mal y que no deben practicarse.
Ahora bien, resulta interesante cómo algunos autores pretenden a raíz de un solo pasaje bíblico y de un solo modo de interpretación, fijar principios y verdades cardinales. Por ejemplo, he leído recientemente que el pasaje del Evangelio de Mateo 19:4-6, donde Jesús responde sobre la cuestión del divorcio, resuelve todo lo concerniente a la sexualidad humana y al matrimonio. De esta manera, se deja ver que “el matrimonio está constituido por un hombre y una mujer, cuya unión matrimonial no es un convencionalismo social sino la voluntad de Dios para los dos sexos”[1]. Esta afirmación ya presenta algunas dificultades.
Sin lugar a dudas, no sólo se trata de una interpretación particular del pasaje en cuestión, sino que establecer criterios bíblicos, éticos y sociales de forma general teniendo como base un solo texto, le resta fuerza, sustento y seriedad al análisis.
A modo de ejemplo, podríamos reflexionar si la cita del Evangelio no tiene, por lo menos, alguna otra interpretación. Jesús parece cuestionar el divorcio, pero ¿En qué sentido? Jesús cuestiona la dureza de los hombres que se preocupan en saber cuándo pueden separarse de su mujer, en vez de preocuparse por poder llegar a ser una sola carne con ellas. Es decir, en tener una unión que los conforme y defina como una cosa nueva, donde se fundan mutuamente el uno con el otro.
Ahora, si buscáramos en este pasaje algo que nos ayudara a iluminar la cuestión de la homosexualidad, o de forma general, sobre la comunidad LGBT, podríamos sacar algunas conclusiones. Entendiendo, como hemos dicho, que Jesús afirma la necesidad de preocuparse en ser una sola carne el uno con el otro, deberíamos analizar si esta preocupación o consejo de Jesús no puede ser aplicado a toda pareja que se ame. Si esto fuera así, hasta podríamos llegar a pensar qué diría Jesús si los fariseos de hoy le preguntaran sobre el matrimonio o las parejas del mismo sexo.
Siguiendo esta línea, podríamos escuchar a Jesús respondiendo que superemos la dureza de nuestros corazones, porque Dios hizo al ser humano para que sea feliz y viva plenamente su vida. Esa vida debe ser vivida con otras personas, en comunidad. Pero también, pudiendo elegir tener una persona que les acompañe en el caminar con quien puedan vivir en unión siendo una misma carne. Sean hombre y mujer o tengan el mismo sexo. De esta manera, el pasaje del Evangelio de Mateo nos permite reflexionar en un sentido completamente distinto al propuesto por algunos autores.
Es verdad que Jesús no habla de homosexualidad en el Nuevo Testamento, pero sí habla en reiteradas oportunidades de los fariseos y su obsesión con el cumplimiento de la Ley. Práctica ésta, que oprimía a tantas personas en su tiempo. En la actualidad, líderes cristianos lo siguen haciendo a diestra y siniestra, señalando personas, discriminando, juzgando, escudados en la defensa de la sana doctrina.
Deberíamos todos y todas reflexionar, si Dios nos llama a defender las doctrinas o a amar a nuestro prójimo. Este mandamiento del amor, sí puede ser un principio y una verdad cardinal, porque es el corazón del Evangelio y del ministerio público de Dios hecho ser humano, Jesús de Nazaret.
* Licenciado en Teología (Instituto Universitario ISEDET, Buenos Aires), Pastor de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, Integrante del Equipo Editorial de El Estandarte Evangélico, Coordinador de la Red de Liturgia del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI).
[1] Wenceslao Calvo “El silencio de Jesús sobre la homosexualidad” en: Protestante Digital, 30 de Marzo de 2017.
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