Tenemos a los bancos en el ojo de mira, por los desahucios, los rescates, las uniones financieras, la práctica desaparición de las cajas y su conversión en bancos, por los “matrimonios” entre Banca y Estado, por el condicionamiento bancario de los partidos políticos, etc.
Por otra parte, hace un tiempo que utilizamos la palabra Banco para otras realidades: Banco de Sangre, Banco de Alimentos, Banco de Recursos, Banco del Tiempo, Banco de Datos, y así podríamos seguir creando bancos de todo tipo.
Últimamente, también se están desarrollando en nuestro país las Bancas éticas, dos concepto difíciles de ligar en el capitalismo establecido, pero que significan alguna cosa, una propuesta alternativa para mucha gente que coloca ahí sus ahorros en detrimento de los bancos tradicionales, que “juegan” con nuestro dinero sin que nosotros sepamos en qué tipo de explotaciones y opresiones lo invierten.
Todo esto me ha hecho pensar si es adecuado aplicar la palabra BANCO al tiempo, los alimentos, la ética o a todas esas otras realidades que también llamamos Bancos pero que tienen una dimensión más humana, más solidaria, más justa, de ayuda mutua popular… dimensión que precisamente no tienen los bancos, sino más bien la contraria. ¿No será que nos hemos dejado llevar por la fortísima influencia de los bancos, que incluso utilizamos su nombre para nombrar realidades muy nuestras y para las que tendríamos que buscar otros nombres?
O por el contrario, ¿No será que deberíamos llamar a los bancos con otro nombre? De la misma manera que los medios de comunicación y de información están muy mal conceptualizados con este nombre, ya que son claramente “empresas de publicidad”, deberíamos llamar a los Bancos “empresas usureras”, o “vampiros”, o “chupadores del pueblo”.
O puede que lo que tendríamos que procurar es que los Bancos se parezcan cada vez más a los otros bancos y no “chupen la sangre”, sino que “den sangre y vida” a los trabajadores, a las pequeñas empresas, ofrezcan viviendas populares a precios asequibles. Que no creen problemas en la gente, haciéndole perder el tiempo en vano, sino que aporten tiempo al pueblo, que abran espacios para que las personas puedan ayudarse mutuamente en lo que saben hacer. Que no nos impidan los trámites y nos impongan mas tasas, sino que sean capaces de asesorar, ofrecer recursos para el desarrollo económico, social, cultural y humanizador de las personas. Que no dificulten la existencia humana, sino que permitan que todo el mundo tenga el alimento material y espiritual para vivir dignamente. De hecho, que se restablezca el origen de las Cajas creadas por el pueblo, lo que permitiría tener un apoyo de resistencia, de solidaridad para cuando hay alguien que pasa por un mal momento, o para mantener una huelga sin perder dinero, o para… Algunas iniciativas en pueblos y barrios ya van por este camino: monedas alternativas, cajas solidarias, trueque, cooperativas de consumo ecológico, de proximidad…
Ahora bien, para todo esto sería necesario que los movimientos sociales se desarrollasen en la línea de crear este tipo de bancas, o de poder incidir de forma participativa en las decisiones de los bancos. ¿Utopia? ¿Deseo? Puede que una realidad que ya va siendo una necesidad.
Traducción del catalán: Joana Ortega
- Los bancos - 29/12/2012