Posted On 15/01/2014 By In Cultura, Ética, Historia, Opinión With 2737 Views

Martin L. King y la paz

El legado de Martin L. King, a quien Don Abelardo Díaz Alfaro llamó El Cristo Negro, no se reduce a su destacada y firme oposición a la discriminación racial y a las prácticas segregacionistas. Su compromiso fue más allá de la lucha por los derechos civiles insertándose en asuntos como la carrera armamentista, el militarismo y la cultura bélica de los E. U. de N. A.

Su perspectiva cristiana lo llevó a denunciar y problematizar el llamado paradigma conocido como el Sueño Americano o The American Dream. Por ello su  crítica se fundamentó en las contradicciones las deficiencias  éticas y morales de las que tal sueño adolecía. Para King ese proyecto nacional enmarcado en el concepto de progreso de la modernidad sólo favorecía a un sector privilegiado y justificaba una cultura marcada por la violencia y un dualismo sumamente hipócrita. Esta posición lo llevó a escribir en su sermón – epístola: Carta de Pablo a los cristianos americanos:

“Me parece que tu progreso moral ha quedado rezagado respecto del científico, tu mentalidad va más deprisa que tu moralidad, y tu civilización brilla más que tu cultura.  Buena parte de tu vida moderna puede resumirse en las palabras del poeta Thoreau: A Medios mejorados para un objetivo no mejorado. Con tu genio científico has convertido el mundo en un barrio, pero no has sabido utilizar tu genio moral y espiritual para convertirlo en una hermandad. Así pues, América, la bomba atómica que hoy te asusta no es solamente esa arma mortífera que puede ser arrojada desde un avión sobre millares de personas, sino la bomba atómica escondida en el corazón de los hombres, capaz de explotar en forma de odio más horrible y del egoísmo más devastador. Por eso quiero insistir en que sitúes tus avances morales al nivel de los científicos”.

El progreso por tanto sirvió para adelantar una economía sustentada en el militarismo, la carrera armamentista, la prepotencia de una clase dominante, la depredación de toda virtud y la degradación de la dignidad humana.  Por eso el discurso del “progreso” no encontraba que existiera contradicción alguna en el racismo, la discriminación, la pobreza y la carrera armamentista. El marco del mercado de armas y la carrera armamentista eran componentes naturales de ese proyecto neoliberal donde la discriminación, el prejuicio y la opresión constituían realidades cotidianas. En su sermón el Dr. King proféticamente señalaba:

“Debemos   rezar constantemente por la paz, pero también debemos trabajar con todas nuestras fuerzas por el desarme y la suspensión de las pruebas de armas. Debemos utilizar nuestra inteligencia rigurosamente para planear la paz como la hemos utilizado para planear la guerra.  Debemos rogar apasionadamente por la justicia racial, pero también debemos utilizar nuestras inteligencias para desarrollar un programa, organizarnos en acción de masas pacíficas y valernos de todos los recursos corporales y espirituales para poner fin a la injusticia racial.  Debemos rezar infatigablemente por la justicia económica, pero también debemos trabajar con diligencia para llevar a término aquellos planes sociales que produzcan una mejor distribución de la riqueza en nuestra nación y en los países subdesarrollados del mundo”.

Con un agudo análisis King destacaba que el armamentismo y las prácticas bélicas o ensayos de guerra constituían parte de una visión del mundo que algunos pretendían perpetuar. En esa visión estaba incluido el prejuicio racial, la segregación y la explotación del oprimido. King nos invita a trabajar por la paz con intensidad y voluntad de pacificadores. Su mensaje no deja de ser pertinente ante un mundo donde aún se perpetua la violencia y la guerra como instrumento de dominación y se sacrifica la dignidad de los que trabajan en el altar de la empresa financiera mundial.

La guerra no puede constituir una opción de paz. Como decía el salmista: “Busca la paz y síguela”. El camino de la paz debe ir de la mano de dos aspectos fundamentales: la defensa de los derechos humanos y la valoración profunda de la  integridad de la creación. Constituye una opción legítimamente ética enfrentar la idolatrización de la guerra con el poder moral de la solidaridad y la justicia, como acertadamente afirmaban los profetas. El fruto de la justicia es la paz. Y también se hace imperativo construir un nuevo esquema económico donde la riqueza no sea privilegio de una clase dominante.

En Martin Luther King el repudio de la guerra y del proyecto del progreso -léase neoliberalismo- constituía un signo de lealtad para con la vida y la perspectiva evangélica de la existencia.  Debemos existir desde la paz y para la paz para vivir en paz. La guerra y la avaricia son, como tales, unas fuerzas depredadoras del ser y del espíritu. Según Martin L. King, la guerra constituye una fuerza del mal. En sus mensajes Nuestro Dios es poderoso, decía:

“A veces, otras fuerzas nos hacen dudar de la potencia de Dios. La dura y colosal realidad del mal en el mundo ‑que Keats denominaba “la gigantesca agonía del mundo”, implacables inundaciones y tornados que barren a la gente como si fueran hojas, enfermedades como la locura, que afligen a los individuos desde el nacimiento y reducen sus días a ciclos trágicos desprovistos de sentido, la locura de la guerra y la barbarie de la humanidad del hombre contra el hombre- nos lleva a preguntarnos ¿Por qué pasan estas cosas si Dios tiene poder para impedirlas? Este problema, es decir, el problema del mal, siempre ha obsesionado al hombre. Yo limitaría mi respuesta a una afirmación: muchos de los males que experimentamos son causados por la estupidez y la ignorancia del hombre, y también por el mal uso de su libertad”.

La insensatez del ser humano marcada por la codicia y el egoísmo lo han llevado a valorar todo el aparato bélico-militar  y la acumulación insaciable de riqueza como algo esencial para las naciones y la supervivencia. Lo ingrato y perverso es que este sistema solo ha permitido  la preponderancia y la arrogancia de la clase dominante. La ironía es que aún en el siglo de la ciencia, la tecnología y la educación concurrentemente fue el siglo de la muerte, el siglo de las guerras y la miseria de millones de personas.

En el contexto de la guerra de Vietnam  Martin L. King  se destacó por su compromiso por la paz denunciando esa detestable guerra. En una de sus conferencias dictadas en  Canadá y después publicadas con el título El clarín de la conciencia declaraba respecto a la guerra de Vietnam:

“Somehow this madness must cease. We must stop now. I speak as a child of God and brother to the suffering poor of Vietnam. I speak for those whose land is being laid waste, whose homes are being destroyed, whose culture is being subverted. I speak for the poor of America who are paying the double price of smashed hopes at home and death and corruption in Vietnam. I speak as a citizen of the world, for the ‘world as it stands against the path we have taken’.  I speak as an American to the leaders of my own nation. The initiative to stop it must be ours”.

La insaciable sed de poder y dominación que hoy se traduce subliminalmente como neoliberalismo y globalización, han cosificado y desnaturalizado el amor y la solidaridad. Mahatma Gandhi nos invita a responder con lo que él llama «El satyagraha»“.El significado de este concepto hindú es así:

“Un primo de Gandhi sugirió el nombre de Sadagraha, que quiere decir  firmeza en  una buena causa.  Gandhi la corrigió llamándola Satyagraha. Satya quiere decir fidelidad, que equivale a amar, y Agraha significa firmeza o fuerza. Por lo tanto, Satyagraha quiere decir fidelidad-fuerza o amor-fuerza. Gandhi quería ser fuerte, pero no con la fuerza de la brutalidad.”

Martin Luther King recogió después este principio en lo que llamó “ la fuerza de amar”. Muchos siglos antes, Jesús había proclamado el amor a los enemigos y la praxis radical del amor como el sentido fundamental de la existencia  y la liberación humana.

A partir de esta reflexión no podemos eludir la responsabilidad de mirar el caso de Vieques -isla-municipio de Puerto Rico y su confrontación con la Marina de Guerra de los Estados Unidos de Norte América como un escenario donde los planteamientos de Martin Luther King y Gandhi cobraron significado. Allí el paradigma militarista y la dominación  pretendieron prevalecer sobre la dignidad humana. Vieques es el terreno vital donde se encontraron  frente a frente la depredación de toda la vida,  y la sublime y moral afirmación de la dignidad humana.

Aún así, tarde o temprano, nos salvará el amor.

Luís G. Collazo
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