El libro de Rut nos ofrece la historia de dos mujeres pobres -una judía y otra extranjera- que tejieron entre ellas una amistad hermosa y profunda que les permitió afrontar duros problemas que la vida les presentó, y que juntas abrieron horizontes de esperanza para ellas y para su pueblo. Se trata de la historia de dos mujeres trabajando juntas para abrirse camino donde no lo hay, para encontrar seguridad en medio de un sistema que tiene poco que ofrecer a las viudas sin familia.
Si releemos esta historia desde una perspectiva migratoria, encontraremos temas relacionados con la identidad, la justicia, la solidaridad, la hospitalidad y el respeto del otro y de la otra. Pero para esto, debemos acercarnos un poco más a los personajes de esta bella historia.
Al comienzo del relato, Noemí decide regresar a Belén porque “había oído decir que Yahvé se había acordado de su pueblo y les había dado de comer” (1,6). Esta es la teología de una mujer hecha desde la necesidad del pan para vivir y la lucha de cada día para conseguirlo. Noemí, sin marido, sin hijos y sin nietos, sola y sin recursos, desea regresar a la patria de sus padres, pues allí según había oído, las cosechas eran de nuevo abundantes, lo cual alimentaba su esperanza de compasión. Esta mujer sufre el destino de los muchos que vuelven a casa demasiado tarde: desarraigados en su propia patria, como mendigos, sin exigencias ni derechos.
A Noemí sólo le queda un terreno de su difunto marido –Elimelec- y quien desee rescatarlo, asumiendo la herencia y pagándola, será su “salvador”, el que la libere de una detención por deudas (Rut 2,20). Según la ley, dicha persona debía ser alguien del propio clan, es decir un pariente de su marido muerto. Pero, para esto se necesitaba un motivo.
Ya en el camino, Noemí recurre a Dios para pedir la protección de sus nueras que son de otra raza y de otra religión (1,8-9). Cuando hace esto no reduce a Dios al tamaño de sus intereses, sino que le reconoce como Señor de todos y todas, transgrediendo así literalmente todas las fronteras. Lo que triunfa aquí es la humanidad sencilla sobre las complicaciones de una religiosidad autoritaria; la vinculación de una lealtad humana sobre el miedo ante las vallas de seguridad de las confesiones.
La decisión de Orfá de regresar con los suyos es una decisión de sentido común y no de deslealtad. Quizás había un futuro para ella en la casa de su madre, con su pueblo. Orfá opta por confiar en la sabiduría de una mujer de edad y no en la sentimentalidad de su joven corazón. Siguiendo la sugerencia de su suegra, Orfá acepta seguir otro camino, y haciendo eso termina una buena relación que había ido tan lejos como se podía, a pesar de que el amor entre las dos mujeres continuara existiendo.
En cuanto a la relación entre Rut y Noemí, se puede constatar que Noemí había perdido todo lo que daba sentido y estatus a la vida de una mujer en la sociedad de su tiempo: su esposo y sus hijos. Era ya muy anciana para proveer para sus necesidades, y de ahí que la responsabilidad del cuidado de las dos recayera sobre las espaldas de Rut. Pero la responsabilidad económica no se convierte en una excusa para que Rut pretenda dominar a Noemí. Al contrario, Noemí encuentra un nuevo propósito para su vida a través de su nuera.
A pesar de que Rut era más joven y físicamente más fuerte, Noemí era la más sabia de las dos y sabía perfectamente lo que significaba ser una mujer en Israel. También sabía que su futuro juntas como mujeres compartiendo una casa dependía de su mutua cooperación. Por eso, a cambio del trabajo de Rut en los campos donde recogía comida para las dos, Noemí instruye a la mujer joven sobre lo que se espera y se le permite como mujer en una sociedad hebrea.
Respecto a Booz, se trata de un hombre influyente en la comunidad y pariente lejano del marido de Noemí. Es un hombre de Dios, inteligente y con un alto código moral. Como propietario responsable, no está limitado por ningún prejuicio o preocupación por su propia herencia. Esto quiere decir que lo que él hace es ofrecer una respuesta de un ciudadano varón, líder de la comunidad, que toma la decisión moral de ir más allá de los requisitos mínimos del deber legal y de los límites usuales de una selección aceptable de pareja para contraer matrimonio.
Cuando Rut cae a los pies de Booz como si él, el terrateniente benigno y generoso, fuese un dios para ella, la total desheredada, la necesitada de compasión y gracia (Rut 2,10), y le hace ver que no se trata de gracia, sino casi de una exigencia de justicia, de la remuneración que le corresponde por todo cuanto ella hizo en favor de Noemí (Rut 2,12).
La medida recomendada por Noemí, y adoptada por Rut, es equivalente a un llamado legal a Booz, como supuesto pariente más cercano de la familia, de cumplir con el deber de esa relación. Por su parte, Booz flexibiliza las leyes para establecer una justicia más alta, reinterpretando la ley. Antepone la justicia a las leyes y a la caridad, y aplica de una forma diferente la verdad religiosa. Y cuando hace esto, se sitúa en contra de toda lectura estrecha de la ley bíblica, especialmente esa que oprime. No hay ningún otro pasaje de la Biblia en el que el amor entre un hombre y una mujer ponga de manifiesto la actuación de Dios en la producción de tanta felicidad y bendición.
Más adelante, el anuncio del matrimonio se hace en términos de las leyes del levirato, a pesar de que esta institución no se aplicara a una nuera moabita. Inscribiendo el matrimonio para recobrar una herencia del marido de Noemí muerto, Booz adquiere reputación a los ojos de los otros hombres. De esta manera, Noemí provee a Booz una razón para que su relación con una viuda gentil sea socialmente aceptable y, a la vez, Rut le devuelve a Noemí su razón para vivir.
El propósito del autor, en mi opinión, demuestra que su énfasis es universal y no nacional. Lo que creo que se pone de manifiesto en el texto es el carácter de extranjería de Rut (1:22, 2:2.6.10.21; 4:5.10). Como extranjera, ella busca y encuentra refugio “bajo las alas” del Dios de Israel, es tomada por esposa por uno de los grandes hombres de la ciudad, y su matrimonio es formalmente aprobado por todos aquellos que detentaban la autoridad y por el pueblo en general. El hijo de ese matrimonio es formalmente adoptado por Noemí, y es el abuelo de David. Esto nos lleva a una conclusión obvia: que el libro fue compuesto como un argumento para la inclusión de los extranjeros en la “asamblea de Israel”.
Creo que hay un cierto énfasis pedagógico para la perspectiva de la comunidad hacia los extranjeros. Se trata de un desafío de los límites, de las barreras étnicas tradicionales y de una necesidad repetida de cuestionar el exclusivismo estrecho en la vida de la comunidad antigua. Rut, mujer, extranjera, pobre y excluida, fue capaz de hacer una propuesta que respondía al problema de fondo. Su alianza de amistad con Noemí la lleva a rescatar la identidad y el sentido comunitario, la alegría de vivir, la fe, la esperanza y el futuro del pueblo que, sin ser suyo, asume como propio (Rut 4,11-16).
Juntas, Rut y Noemí, dos mujeres pobres, viudas, inmigrantes, sin hijos y una de ellas extranjera, hacen posible que se cumpla la promesa de esperanza de Yahvé, y refundan el pueblo de Dios. La historia, la lucha y la resistencia de estas dos mujeres, matriarcas del pueblo de Israel, revelan el rostro del Dios solidario, Goel rescatador de los débiles, Dios de la esperanza. Es el Dios que se manifiesta a través del amor, de la amistad, de la sororidad entre Rut y Noemí.
Y es así como entendemos que el encuentro directo entre personas es el único lugar efectivo y decisivo de la revelación de Dios. Esto quiere decir que el amor entre las personas es el fundamento y la medida de la fe en Dios, lo que significa que no existe ningún dios que pueda o deba obstaculizar o destruir el amor entre las personas, limitarlo o delimitarlo, impedirlo o prohibirlo, por tanto, creo que la “doctrina” acerca de ese Dios sólo tiene que ver con la realización del acercamiento y aceptación de los demás.