Posted On 22/10/2010 By In Opinión With 1164 Views

Más el cuarto día, será de reposo

Crónicas e impresiones desde Lausana III (7)

Tercer Congreso Internacional del Movimiento de Lausana sobre Evangelización Mundial, Ciudad del Cabo, Sudáfrica

Este fue el cuarto día del Congreso. Iniciamos el domingo con la ceremonia de apertura y después participamos de tres jornadas completas de lunes a miércoles; éstas en horario de 8.30 hasta las 22:45 horas. Hoy fue el día de descanso.

Muchos de los participantes llegaron hasta el Centro de Convenciones a la misma hora de siempre, pero en esta ocasión para encontrarse con algunos amigos y compartir un día de descanso. El Congreso había ofrecido diferentes opciones para este día, entre ellas varios paseos para conocer la ciudad y, además, para visitar obras misioneras y proyectos sociales cristianos. Yo me reuní con un grupo de la delegación chilena, con algunos amigos del Ecuador, con Pablo Moreno, Rector de la Fundación Bautista Universitaria de Cali, Colombia, y con Corina Villacorta, amiga y colega de trabajo, quien fuera Vicepresidenta de Visión Mundial hasta mediados de este año.

Tomamos uno de estos buses turísticos, los de dos pisos, los que ofrecen un recorrido para que los visitantes conozcan la ciudad y para que la ciudad conozca a sus visitantes. ¿No han observado que esos buses son también una exposición ambulante de despistados extranjeros, que siempre miran hacia arriba, que voltean la cabeza para todos los lados y que toman fotos para que sus amigos tengan la prueba evidente de que sí estuvieron lejos? Lo que no entiendo es porque a los turistas les cobran veinte dólares y a la ciudad no le cobran nada. La verdad es que las personas de la ciudad también se divierten —a veces más que los primeros— con esta feria de extranjeros.

Visitamos el Museo Judío (casi el 2% de la población de Sudáfrica es judía), incluida una exposición acerca del holocausto; paseamos por el centro de la ciudad; nos acercamos al pie de Table Mountain (Montaña de la Mesa), considerado el emblema natural de Ciudad del Cabo; pasamos por la catedral de quien fuera el Arzobispo anglicano de la ciudad, Desmond Tutu (Premio Nobel de la Paz en 1984), y nos llevaron a otros sitios turísticos de la ciudad, incluido, obviamente, el Green Point (estadio de fútbol de sorprendente arquitectura), con capacidad para setenta mil espectadores y cuyo costo pasó de cuatrocientos millones de euros.

Es una ciudad extraordinaria, con playas impresionantes, edificios espectaculares… y contrastes dolorosos. Hay playas para millonarios (aquí vienen las figuras de Hollywood para sus días de descanso), parques para la clase media y barracones miserables para los más pobres. Durante la realización de la Copa Mundial de Fútbol, el gobierno fue denunciado por querer esconder la pobreza de la ciudad. La verdad es que recogieron a los habitantes de las calles y de los lugares más pobres (de desagradable aspecto a la vista de cualquier visitante) y los escondieron en campamentos improvisados. Construyeron más de 200 de estos barracones en Ciudad del Cabo y 2700 para todo el país. La estrategia fue efectiva: los pobres no se vieron en el mundial. Y hay muchos. Tampoco los vimos hoy; no son parte de los atractivos de la ciudad. Son su vergüenza: en el país hay más del 40% de la población desempleada, la tasa oficial de la pobreza es del 70% y el 28% se sitúa en el rango de pobreza extrema. Estas entre otras estadísticas inhumanas.

Visto así, este día también hace un aporte significativo a las construcciones y propuestas misioneras de estos días. Toda misionología que no tome en cuenta la realidad de su contexto (y no sólo las estadísticas de los perdidos sin Cristo) resulta irrelevante para la sociedad y, por ende, desacertada para el Reino (se convierte en un evangelio no creíble, según enseñaba en su momento el Dr. John R.W. Stott). De allí que sea primordial que en los días que restan de este importante Congreso, nos preguntemos por la pertinencia de la misión cristiana.

Se trata de que Lausana avance y no retroceda. Creo que ahora con lo que digo, se hace más clara mi intención y mi oración: avanzar y no retroceder. Si esto último sucediera (si los aspectos sociales, contextuales y de promoción humana no fueran ejes fundamentales de Lausana III) el costo sería muy alto para la misión cristiana evangélica en las próximas décadas.

En Lausana II, se afirmó que «La proclamación del reino de Dios demanda necesariamente la denuncia profética de todo lo que no es compatible con él. Entre los males que deploramos, está la violencia destructiva, incluida la institucionalizada, la corrupción política, todas las formas de explotación de personas y de la tierra, las fuerzas que socavan la familia, el aborto libre, el tráfico de drogas, y la violación de los derechos humanos. En nuestra preocupación por los pobres, nos apena la deuda de lo dos tercios del mundo. Sentimos también lo ultrajante de las condiciones infrahumanas en que viven millones de seres humanos, quienes llevan la imagen de Dios como nosotros» (Manifiesto de Manila, 1989, numeral 4). Y en la afirmación introductoria # 9 se dijo: «Afirmamos que la proclamación del Reino de Dios de toda justicia y paz, exige la denuncia de toda injusticia y opresión, tanto personal como estructural; no rehuiremos este testimonio profético».

Señor, que avancemos;
aunque sea un poco, Señor;
aunque sea un poquito.

Ciudad del Cabo, octubre 21 de 2010

Sobre el autor:


 

Harold Segura C., pastor y teólogo colombiano, Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International. Reside en San José, Costa Rica.

Harold Segura

Crónicas e impresiones desde Lausana III (7)

Tercer Congreso Internacional del Movimiento de Lausana sobre Evangelización Mundial, Ciudad del Cabo, Sudáfrica

Este fue el cuarto día del Congreso. Iniciamos el domingo con la ceremonia de apertura y después participamos de tres jornadas completas de lunes a miércoles; éstas en horario de 8.30 hasta las 22:45 horas. Hoy fue el día de descanso.

Muchos de los participantes llegaron hasta el Centro de Convenciones a la misma hora de siempre, pero en esta ocasión para encontrarse con algunos amigos y compartir un día de descanso. El Congreso había ofrecido diferentes opciones para este día, entre ellas varios paseos para conocer la ciudad y, además, para visitar obras misioneras y proyectos sociales cristianos. Yo me reuní con un grupo de la delegación chilena, con algunos amigos del Ecuador, con Pablo Moreno, Rector de la Fundación Bautista Universitaria de Cali, Colombia, y con Corina Villacorta, amiga y colega de trabajo, quien fuera Vicepresidenta de Visión Mundial hasta mediados de este año.

Tomamos uno de estos buses turísticos, los de dos pisos, los que ofrecen un recorrido para que los visitantes conozcan la ciudad y para que la ciudad conozca a sus visitantes. ¿No han observado que esos buses son también una exposición ambulante de despistados extranjeros, que siempre miran hacia arriba, que voltean la cabeza para todos los lados y que toman fotos para que sus amigos tengan la prueba evidente de que sí estuvieron lejos? Lo que no entiendo es porque a los turistas les cobran veinte dólares y a la ciudad no le cobran nada. La verdad es que las personas de la ciudad también se divierten —a veces más que los primeros— con esta feria de extranjeros.

Visitamos el Museo Judío (casi el 2% de la población de Sudáfrica es judía), incluida una exposición acerca del holocausto; paseamos por el centro de la ciudad; nos acercamos al pie de Table Mountain (Montaña de la Mesa), considerado el emblema natural de Ciudad del Cabo; pasamos por la catedral de quien fuera el Arzobispo anglicano de la ciudad, Desmond Tutu (Premio Nobel de la Paz en 1984), y nos llevaron a otros sitios turísticos de la ciudad, incluido, obviamente, el Green Point (estadio de fútbol de sorprendente arquitectura), con capacidad para setenta mil espectadores y cuyo costo pasó de cuatrocientos millones de euros.

Es una ciudad extraordinaria, con playas impresionantes, edificios espectaculares… y contrastes dolorosos. Hay playas para millonarios (aquí vienen las figuras de Hollywood para sus días de descanso), parques para la clase media y barracones miserables para los más pobres. Durante la realización de la Copa Mundial de Fútbol, el gobierno fue denunciado por querer esconder la pobreza de la ciudad. La verdad es que recogieron a los habitantes de las calles y de los lugares más pobres (de desagradable aspecto a la vista de cualquier visitante) y los escondieron en campamentos improvisados. Construyeron más de 200 de estos barracones en Ciudad del Cabo y 2700 para todo el país. La estrategia fue efectiva: los pobres no se vieron en el mundial. Y hay muchos. Tampoco los vimos hoy; no son parte de los atractivos de la ciudad. Son su vergüenza: en el país hay más del 40% de la población desempleada, la tasa oficial de la pobreza es del 70% y el 28% se sitúa en el rango de pobreza extrema. Estas entre otras estadísticas inhumanas.

Visto así, este día también hace un aporte significativo a las construcciones y propuestas misioneras de estos días. Toda misionología que no tome en cuenta la realidad de su contexto (y no sólo las estadísticas de los perdidos sin Cristo) resulta irrelevante para la sociedad y, por ende, desacertada para el Reino (se convierte en un evangelio no creíble, según enseñaba en su momento el Dr. John R.W. Stott). De allí que sea primordial que en los días que restan de este importante Congreso, nos preguntemos por la pertinencia de la misión cristiana.

Se trata de que Lausana avance y no retroceda. Creo que ahora con lo que digo, se hace más clara mi intención y mi oración: avanzar y no retroceder. Si esto último sucediera (si los aspectos sociales, contextuales y de promoción humana no fueran ejes fundamentales de Lausana III) el costo sería muy alto para la misión cristiana evangélica en las próximas décadas.

En Lausana II, se afirmó que «La proclamación del reino de Dios demanda necesariamente la denuncia profética de todo lo que no es compatible con él. Entre los males que deploramos, está la violencia destructiva, incluida la institucionalizada, la corrupción política, todas las formas de explotación de personas y de la tierra, las fuerzas que socavan la familia, el aborto libre, el tráfico de drogas, y la violación de los derechos humanos. En nuestra preocupación por los pobres, nos apena la deuda de lo dos tercios del mundo. Sentimos también lo ultrajante de las condiciones infrahumanas en que viven millones de seres humanos, quienes llevan la imagen de Dios como nosotros» (Manifiesto de Manila, 1989, numeral 4). Y en la afirmación introductoria # 9 se dijo: «Afirmamos que la proclamación del Reino de Dios de toda justicia y paz, exige la denuncia de toda injusticia y opresión, tanto personal como estructural; no rehuiremos este testimonio profético».

Señor, que avancemos;
aunque sea un poco, Señor;
aunque sea un poquito.

Ciudad del Cabo, octubre 21 de 2010

Sobre el autor:


 

Harold Segura C., pastor y teólogo colombiano, Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International. Reside en San José, Costa Rica.

Harold Segura

Crónicas e impresiones desde Lausana III (7)

Tercer Congreso Internacional del Movimiento de Lausana sobre Evangelización Mundial, Ciudad del Cabo, Sudáfrica

Este fue el cuarto día del Congreso. Iniciamos el domingo con la ceremonia de apertura y después participamos de tres jornadas completas de lunes a miércoles; éstas en horario de 8.30 hasta las 22:45 horas. Hoy fue el día de descanso.

Muchos de los participantes llegaron hasta el Centro de Convenciones a la misma hora de siempre, pero en esta ocasión para encontrarse con algunos amigos y compartir un día de descanso. El Congreso había ofrecido diferentes opciones para este día, entre ellas varios paseos para conocer la ciudad y, además, para visitar obras misioneras y proyectos sociales cristianos. Yo me reuní con un grupo de la delegación chilena, con algunos amigos del Ecuador, con Pablo Moreno, Rector de la Fundación Bautista Universitaria de Cali, Colombia, y con Corina Villacorta, amiga y colega de trabajo, quien fuera Vicepresidenta de Visión Mundial hasta mediados de este año.

Tomamos uno de estos buses turísticos, los de dos pisos, los que ofrecen un recorrido para que los visitantes conozcan la ciudad y para que la ciudad conozca a sus visitantes. ¿No han observado que esos buses son también una exposición ambulante de despistados extranjeros, que siempre miran hacia arriba, que voltean la cabeza para todos los lados y que toman fotos para que sus amigos tengan la prueba evidente de que sí estuvieron lejos? Lo que no entiendo es porque a los turistas les cobran veinte dólares y a la ciudad no le cobran nada. La verdad es que las personas de la ciudad también se divierten —a veces más que los primeros— con esta feria de extranjeros.

Visitamos el Museo Judío (casi el 2% de la población de Sudáfrica es judía), incluida una exposición acerca del holocausto; paseamos por el centro de la ciudad; nos acercamos al pie de Table Mountain (Montaña de la Mesa), considerado el emblema natural de Ciudad del Cabo; pasamos por la catedral de quien fuera el Arzobispo anglicano de la ciudad, Desmond Tutu (Premio Nobel de la Paz en 1984), y nos llevaron a otros sitios turísticos de la ciudad, incluido, obviamente, el Green Point (estadio de fútbol de sorprendente arquitectura), con capacidad para setenta mil espectadores y cuyo costo pasó de cuatrocientos millones de euros.

Es una ciudad extraordinaria, con playas impresionantes, edificios espectaculares… y contrastes dolorosos. Hay playas para millonarios (aquí vienen las figuras de Hollywood para sus días de descanso), parques para la clase media y barracones miserables para los más pobres. Durante la realización de la Copa Mundial de Fútbol, el gobierno fue denunciado por querer esconder la pobreza de la ciudad. La verdad es que recogieron a los habitantes de las calles y de los lugares más pobres (de desagradable aspecto a la vista de cualquier visitante) y los escondieron en campamentos improvisados. Construyeron más de 200 de estos barracones en Ciudad del Cabo y 2700 para todo el país. La estrategia fue efectiva: los pobres no se vieron en el mundial. Y hay muchos. Tampoco los vimos hoy; no son parte de los atractivos de la ciudad. Son su vergüenza: en el país hay más del 40% de la población desempleada, la tasa oficial de la pobreza es del 70% y el 28% se sitúa en el rango de pobreza extrema. Estas entre otras estadísticas inhumanas.

Visto así, este día también hace un aporte significativo a las construcciones y propuestas misioneras de estos días. Toda misionología que no tome en cuenta la realidad de su contexto (y no sólo las estadísticas de los perdidos sin Cristo) resulta irrelevante para la sociedad y, por ende, desacertada para el Reino (se convierte en un evangelio no creíble, según enseñaba en su momento el Dr. John R.W. Stott). De allí que sea primordial que en los días que restan de este importante Congreso, nos preguntemos por la pertinencia de la misión cristiana.

Se trata de que Lausana avance y no retroceda. Creo que ahora con lo que digo, se hace más clara mi intención y mi oración: avanzar y no retroceder. Si esto último sucediera (si los aspectos sociales, contextuales y de promoción humana no fueran ejes fundamentales de Lausana III) el costo sería muy alto para la misión cristiana evangélica en las próximas décadas.

En Lausana II, se afirmó que «La proclamación del reino de Dios demanda necesariamente la denuncia profética de todo lo que no es compatible con él. Entre los males que deploramos, está la violencia destructiva, incluida la institucionalizada, la corrupción política, todas las formas de explotación de personas y de la tierra, las fuerzas que socavan la familia, el aborto libre, el tráfico de drogas, y la violación de los derechos humanos. En nuestra preocupación por los pobres, nos apena la deuda de lo dos tercios del mundo. Sentimos también lo ultrajante de las condiciones infrahumanas en que viven millones de seres humanos, quienes llevan la imagen de Dios como nosotros» (Manifiesto de Manila, 1989, numeral 4). Y en la afirmación introductoria # 9 se dijo: «Afirmamos que la proclamación del Reino de Dios de toda justicia y paz, exige la denuncia de toda injusticia y opresión, tanto personal como estructural; no rehuiremos este testimonio profético».

Señor, que avancemos;
aunque sea un poco, Señor;
aunque sea un poquito.

Ciudad del Cabo, octubre 21 de 2010

Sobre el autor:


 

Harold Segura C., pastor y teólogo colombiano, Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International. Reside en San José, Costa Rica.

Harold Segura

Crónicas e impresiones desde Lausana III (7)

Tercer Congreso Internacional del Movimiento de Lausana sobre Evangelización Mundial, Ciudad del Cabo, Sudáfrica

Este fue el cuarto día del Congreso. Iniciamos el domingo con la ceremonia de apertura y después participamos de tres jornadas completas de lunes a miércoles; éstas en horario de 8.30 hasta las 22:45 horas. Hoy fue el día de descanso.

Muchos de los participantes llegaron hasta el Centro de Convenciones a la misma hora de siempre, pero en esta ocasión para encontrarse con algunos amigos y compartir un día de descanso. El Congreso había ofrecido diferentes opciones para este día, entre ellas varios paseos para conocer la ciudad y, además, para visitar obras misioneras y proyectos sociales cristianos. Yo me reuní con un grupo de la delegación chilena, con algunos amigos del Ecuador, con Pablo Moreno, Rector de la Fundación Bautista Universitaria de Cali, Colombia, y con Corina Villacorta, amiga y colega de trabajo, quien fuera Vicepresidenta de Visión Mundial hasta mediados de este año.

Tomamos uno de estos buses turísticos, los de dos pisos, los que ofrecen un recorrido para que los visitantes conozcan la ciudad y para que la ciudad conozca a sus visitantes. ¿No han observado que esos buses son también una exposición ambulante de despistados extranjeros, que siempre miran hacia arriba, que voltean la cabeza para todos los lados y que toman fotos para que sus amigos tengan la prueba evidente de que sí estuvieron lejos? Lo que no entiendo es porque a los turistas les cobran veinte dólares y a la ciudad no le cobran nada. La verdad es que las personas de la ciudad también se divierten —a veces más que los primeros— con esta feria de extranjeros.

Visitamos el Museo Judío (casi el 2% de la población de Sudáfrica es judía), incluida una exposición acerca del holocausto; paseamos por el centro de la ciudad; nos acercamos al pie de Table Mountain (Montaña de la Mesa), considerado el emblema natural de Ciudad del Cabo; pasamos por la catedral de quien fuera el Arzobispo anglicano de la ciudad, Desmond Tutu (Premio Nobel de la Paz en 1984), y nos llevaron a otros sitios turísticos de la ciudad, incluido, obviamente, el Green Point (estadio de fútbol de sorprendente arquitectura), con capacidad para setenta mil espectadores y cuyo costo pasó de cuatrocientos millones de euros.

Es una ciudad extraordinaria, con playas impresionantes, edificios espectaculares… y contrastes dolorosos. Hay playas para millonarios (aquí vienen las figuras de Hollywood para sus días de descanso), parques para la clase media y barracones miserables para los más pobres. Durante la realización de la Copa Mundial de Fútbol, el gobierno fue denunciado por querer esconder la pobreza de la ciudad. La verdad es que recogieron a los habitantes de las calles y de los lugares más pobres (de desagradable aspecto a la vista de cualquier visitante) y los escondieron en campamentos improvisados. Construyeron más de 200 de estos barracones en Ciudad del Cabo y 2700 para todo el país. La estrategia fue efectiva: los pobres no se vieron en el mundial. Y hay muchos. Tampoco los vimos hoy; no son parte de los atractivos de la ciudad. Son su vergüenza: en el país hay más del 40% de la población desempleada, la tasa oficial de la pobreza es del 70% y el 28% se sitúa en el rango de pobreza extrema. Estas entre otras estadísticas inhumanas.

Visto así, este día también hace un aporte significativo a las construcciones y propuestas misioneras de estos días. Toda misionología que no tome en cuenta la realidad de su contexto (y no sólo las estadísticas de los perdidos sin Cristo) resulta irrelevante para la sociedad y, por ende, desacertada para el Reino (se convierte en un evangelio no creíble, según enseñaba en su momento el Dr. John R.W. Stott). De allí que sea primordial que en los días que restan de este importante Congreso, nos preguntemos por la pertinencia de la misión cristiana.

Se trata de que Lausana avance y no retroceda. Creo que ahora con lo que digo, se hace más clara mi intención y mi oración: avanzar y no retroceder. Si esto último sucediera (si los aspectos sociales, contextuales y de promoción humana no fueran ejes fundamentales de Lausana III) el costo sería muy alto para la misión cristiana evangélica en las próximas décadas.

En Lausana II, se afirmó que «La proclamación del reino de Dios demanda necesariamente la denuncia profética de todo lo que no es compatible con él. Entre los males que deploramos, está la violencia destructiva, incluida la institucionalizada, la corrupción política, todas las formas de explotación de personas y de la tierra, las fuerzas que socavan la familia, el aborto libre, el tráfico de drogas, y la violación de los derechos humanos. En nuestra preocupación por los pobres, nos apena la deuda de lo dos tercios del mundo. Sentimos también lo ultrajante de las condiciones infrahumanas en que viven millones de seres humanos, quienes llevan la imagen de Dios como nosotros» (Manifiesto de Manila, 1989, numeral 4). Y en la afirmación introductoria # 9 se dijo: «Afirmamos que la proclamación del Reino de Dios de toda justicia y paz, exige la denuncia de toda injusticia y opresión, tanto personal como estructural; no rehuiremos este testimonio profético».

Señor, que avancemos;
aunque sea un poco, Señor;
aunque sea un poquito.

Ciudad del Cabo, octubre 21 de 2010

Sobre el autor:


 

Harold Segura C., pastor y teólogo colombiano, Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International. Reside en San José, Costa Rica.

Harold Segura

Harold Segura C.

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