El Consejo Mundial de Iglesias acaba de celebrar la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la devolución de personas de origen africano a Libia, antes de la Primavera Árabe, que el pasado 23 de febrero condena a Italia por la actuación contraria a la legislación internacional de protección de los refugiados, poniendo en manos del exdictador, ya finiquitado Gadafi, a más de 200 personas en Tripoli.
El secretario general del Consejo Mundial de Iglesias condena la violación del “principio de No-devolución”, base fundamental del derecho de asilo, ya que no se consideró la situación de ninguna de las personas que se acercaban a las costas italianas para remitirlos a todos a un país donde no se garantizaba que no fuesen a sufrir torturas, o tratos inhumanos o degradantes. La garantía de la libertad de conciencia y de pensamiento, de compromiso o profesión política o religiosa, es el derecho de asilo. Cuando no se contempla el compromiso y la responsabilidad internacional suscrita por los Estados, se pone a las personas libres en manos de la “barbarie”, esto sin contar que además se financia para que corra un tupido velo.
La sentencia del Tribunal Europeo es calificada por el Consejo Mundial como un hecho histórico, no es posible seguir minando la protección de los refugiados, de los poquísimos que llegan a nuestras fronteras. El secretario general señala que más que refugiados o migrantes son personas, seres humanos, y lo mínimo a lo que nos obliga el compromiso de la legislación internacional es a escuchar su causa, sus razones.
Por cierto, que no se nos escape, cuando miramos a Italia y a sus barcos devolviendo personas sin respeto por las razones de su huida tengamos en cuenta de que en España presumimos de los filtros que cada vez dejan pasar menos personas. Cuando nosotros tenemos a la Guardia Civil, barcos, helicópteros, aviones y los mejores efectivos técnicos en Senegal, Gambia o Mauritania, celebremos que ayuden a las personas a la deriva, pero exijamos que el mínimo respeto a los derechos humanos y a la posibilidad de solicitar asilo sea reconocido, para no cometer la misma barbaridad que ahora condena el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Alfredo Abad. Marzo 2012
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