La plácida muerte de Pinochet en medio de una sociedad chilena dividida y convaleciente, hace llover sobre mojado sobre el siempre mal resuelto tema de cómo resarcir a quienes han padecido represión, muerte y olvido a manos de tantos sanguinarios salvapatrias –con sus cohortes de beneficiarios y cómplices silenciosos- que en el siglo han sido.
Y en estas estamos cuando, en nuestro propio solar, la Ley de Memoria Histórica, tras su morosa –y recompuesta- gestación y puesta de largo (en julio ya fue entregada al Congreso con más de un año de retraso sobre lo previsto), inicia sus andares parlamentarios entre discrepancias, resquemores y resentimientos. Una ley que ya, de entrada, carece de consenso mientras exaspera a unos y deja frustrados y mohinos a otros. El comienzo no es como para echar cohetes pero concedámosle, al menos, el beneficio de la duda, a ver qué bicho sale del huevo. Ya tendrán tiempo de aflorar, y no faltarán, recelos y desengaños.
Porque tampoco es cuestión de dejar los cienos donde están. Aquella Transición que nos vendieron como reconciliación ejemplar y dignísima en pro de la convivencia futura no lo fue tanto sino autodecreto de amnesia que, evidentemente, sólo amparó a quienes no debían ser molestados con recordatorios incómodos sobre sus delitos y tropelías durante 40 años (los del otro lado, reales o imaginarios ya tuvieron tiempo de ser denostados convenientemente en el transcurso de los mismos). Por supuesto, en su momento, no ceder ante esta posibilidad ofrecida (la única, lo no era mucho optar) era jugar con fuego, sables y evasión masiva de capitales. Así que quizá el consenso soñado lo fue mucho menos pero fue. Por el interés te perdono, Andrés. O por miedo. O por ambos.
Tras numerosas iniciativas que a lo largo de estos años de democracia trataron de capear las muchas y legítimas demandas pendientes tras el decretado olvido, nos dicen que ahora va la buena, la fetén, la definitiva. Que no se trata de reescribir la Historia ni caer en anacrónicos revanchismos sino de trazar la vía que sirva, al menos, para que los represaliados se sientan reivindicados y limpios de polvo y paja y que otros, muertos de cuneta mal enterrados, descansen al fin en paz accesibles al recuerdo cercano de sus familiares. A todos se desea en lo posible reparar honoríficamente por tantos años de sufrido silencio; en lo moral ya que no en lo jurídico y mediante una especie de absolución general. Veremos si no hemos llegado demasiado tarde, que va a ser que sí.
Así, pues, parecemos condenados a seguir mareando entre la revancha y la conculcación sin que parezca posible cerrar bien la herida salga quien salga (según cómo y para qué) de la tumba porque tambien las víctimas –y más tratándose de una Carnicería Civil- pueden reflotar en su seno recuerdos que ni a ellas honran. Que ser víctima de la injusticia no es, necesariamente, patente de corso de probada bonhomía y lo único que sacaremos en claro es lo que ya todos sabemos volviendo al viejo y sabio Hobbes, o sea, aquello de homo homini lupus est. Pues eso.
Y digo yo, pensando sobre esto, que es una lástima que nadie nos consulte a nosotros, los evangélicos -ignorados y arrumbados en el túnel de la Historia de España llorando nuestra irrelevancia- que tanto podríamos aportar a la buena conducción de todas las causas, mayormente de ésta. Cuánto podrían aprender los mastines del diabólico mar de la politica si nos escuchasen con un poco más de tiento y atención a quienes desde nuestras impolutas iglesias e instituciones podemos dar lecciones de dignidad a quien las solicite y a quien no. Que ya nos lo tienen dicho desde ese Muy Independiente Observatorio Político del que hace poco nos hemos dotado : que tenemos mucho que aportar y lucir desde nuestra acrisolada e intachable ética burguesa cotidiana, tan ciudadana, tan cristiana y tan protestante ella.
Nosotros que siempre llegamos a todo con los deberes hechos, acostumbrados como estamos a la luz y a los taquígrafos, nada podemos aportar sino experiencia inmarcesible, exentos como estuvimos, estamos y estaremos siempre de enjuagues y tapujos mundanales. Con las manos limpias como patenas, paradigma somos de la glasnost, la verdad, la justicia y la misericordia en todas nuestras relaciones, históricas o no. Hasta fuimos víctimas de la represión franquista, con lo que eso farda.
A pesar de que, últimamente, estoy cada vez más rodeado de amigos y conocidos cesados, represaliados, expulsados, purgados y despedidos (la mayoría tras haber sido santamente explotados previamente), de ministerios y magisterios, estoy convencido de que no puede ser sino algo que sólo me pasa a mí que soy un pupas, un gafe con imán para las malas compañías, hecho que no empaña mi objetiva y justa apreciación de las cosas. Faltaría más.
Aún así y por si alguien lo dudara, no estará de más salir al paso de malintencionadas calumnias que buscan empañar nuestra imagen para aclarar una serie de supuestos al caso (de los que ni hay pruebas ni las habrá) que no tienen ni jamás podrían tener lugar entre nosotros. Otrosí digo :
-Que no es cierto que, so capa de la discreción, el testimonio y la prudencia debida se oculten trapos sucios y mezquindades de todo calibre mientras se suspira para que pase el tiempo con premura y así escampe el temporal que pudo haber sido y no fue.
-Que no es cierto que dispongamos de una extensa nómina de renombrados y maledicentes caínes que siguen, sin despeinarse, ocupando cátedras y pontificando, en podios y medios, sobre la moral ajena y señalando con el dedo al prójimo mientras sus cientos de abeles defenestrados languidecen impotentes en tumbas rrápidamente olvidadas al pie de las cunetas de nuestra trayectoria histórica de los últimos, digamos, 20 años.
-Que no es cierto que nuestros afamados autores no sepan escribir Historia -y sobre todo reescribirla, que es vocación de tiránicos autodidactas- sino sólo hagiografías vergonzantes donde los que se mueven, simplemente, no salen en la foto.
-Que no es cierto que si se diera un solo caso de injusticia en nuestro seno, no saltaríamos impelidos por santos resortes todos a una como un solo hombre (o mujer) apenas nos enterásemos, a fin de poner coto a tal desmán inaceptable y restableciendo de inmediato el derecho y el honor de quien lo sufriera sin medir los costes ni las consecuencias.
Por lo demás, para quien siga inquieto y/o desmemoriado, paciencia y rabitos de pasa. Pero cuidado, si en vez de uva, las pasas son de ciruela igual algunos se empachan por sobredosis…con tanta memoria y tanta ignominia.
Ah!.. y hablando de recuperar memoria histórica ¡Feliz Navidad!…No a mi manera sino a la manera perfecta del Padre, es decir, sobre justos e injustos…
Juan Fco. Muela
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