«El medio es el mensaje»
Marshall McLuhan
La brevedad de la mayoría de los mensajes de todo orden (personales, filosóficos, políticos, religiosos…) que hoy se cruzan en las redes sociales, ¿son suficientes para la reflexión profunda de sus argumentos (si es que, a buena parte de ellos, se les puede considerar como proposiciones para convencer de lo que se afirma o niega)? El razonamiento y análisis ponderado de las cosas, ¿es posible desde la rápida gestualidad con la que se teclea el texto o se lee su contenido?
En relación con las redes sociales, Aleksander Kwasniewski, expresidente de Polonia y miembro del Club de Roma, señalaba el hecho que en ellas: «los gestos sustituyen a las reflexiones y los mensajes de cuatro líneas al razonamiento». Efectuaba estas declaraciones no tanto para cuestionar las nuevas tecnologías digitales, sino para provocar la reflexión sobre la aceleración de la sociedad de la información y el peligro de la ausencia de reflexiones profundas y colectivas.
Recientemente, Gel Beckerman, doctorado en estudios sobre medios de comunicación por la Universidad de Colombia y autor del libro: Antes de la tormenta, en el que trata de cómo se han configurado y difundido las ideas a lo largo del tiempo (género epistolar, imprenta, Internet, redes sociales…) llega a conclusiones parecidas. Para Beckerman «la tecnología determina como se difunden los grandes conceptos y en qué fundamentamos los valores que permiten la convivencia.» De nuevo, el aforismo del filósofo y sociólogo de la comunicación Marshall McLuhan: «El medio es el mensaje.»
Beckerman ha estudiado en profundidad el por qué algunas ideas progresan mientras otras fracasan. Entre las causas que explican estas últimas, describe como el tinte emocional y el incremento exponencial de la velocidad degrada el mensaje, impidiendo el debate, la discusión y la maduración de las ideas, que son las características que han facilitado hitos de la historia como el sufragio universal, el voto de la mujer o la abolición de la esclavitud. Parece que las redes sociales no se prestan a la cohesión lenta ni al mantenimiento temporal de los nuevos presupuestos. En cambio, lo que podríamos denominar “pensamiento lento” actuaría como lubricante en la producción de las ideas y en su durabilidad.
Pero no podemos ni debemos situarnos al margen del progreso social y tecnológico e, impregnados de nostalgia, considerar que cualquier tiempo pasado fue mejor. La historia, la sociedad, la cultura, las tecnologías… son dinámicas y avanzan desde sus propios vectores, esto ha sido así desde los albores de la humanidad y así seguirá hasta su culminación; pero si reconocer que las plataformas (hiperactivas, sociales…) son buenas para unas cosas, pero no para otras
Cada generación queda modelada por las dinámicas de cambio que configuran su aquí y ahora. Nuestros coetáneos, especialmente los más jóvenes, se hallan bajo el influjo de procesos de transformación social, cultural y científica de naturaleza exponencial. El mundo de la comunicación es paradigmático en este sentido. Mensajes breves. Eslóganes políticos reducidos a una sola palabra. Titulares de impacto. Emojis sustituyendo al texto.
La comunicación de la fe participa también de esta dinámica transformacional. Los mensajes personales, el envío de versículos sin contexto, la comunicación de hechos en tiempo real, las imágenes… inundan el espacio virtual. Hoy la religiosidad se expresa también a través de las redes sociales. Algunas organizaciones religiosas cuentan ya con personas dedicadas a estos menesteres que convierten estas nuevas formas comunicativas en las modalidades propias de las instituciones que las emplean. Este es nuestro tiempo y realidad, del mismo modo como antaño fueron otras formas las que se emplearon para compartir los presupuestos de la fe. Son procesos de adaptación a las nuevas realidades sociológicas.
El trabajo de Beckerman pone en evidencia que en toda realidad humana encontramos sus ambivalencias. No siempre el ayer debe ser estigmatizado por pretérito ni idealizado lo presente per se. Tampoco lo inverso como ocurre en los nostálgicos. La dialéctica hegeliana nos ha hecho comprender los procesos históricos de síntesis entre opuestos, que han dinamizado el devenir histórico hasta hoy.
Pero conviene tomar conciencia de que las nuevas formas sociales de comunicación espiritual y/o religiosa son reduccionistas, dirigidas más a la dimensión sensible que a la cognitiva. Inevitablemente surgen algunas preguntas: ¿qué comprende el receptor del mensaje?, ¿o quizá solo siente o experimenta?, ¿los mensajes estereotipados tienen en cuenta que la espiritualidad no se construye tan solo desde los inputs del entorno sino que también influye en ella la personalidad de cada uno?, ¿no estamos potenciando, de ese modo, la subjetividad personal descuidando los elementos objetivos y comunitarios de la fe cristiana?
La expresión comunitaria de la fe, en determinados contextos, no es ajena a una cierta performance emocional. El empleo de los estímulos sensoriales (pantallas, videos, música, luminotecnia…) y psicológicos (mantras, mensajes que apelan a la respuesta irreflexiva…) son ejemplos de ello. Parecen quedar atrás: la exposición sistemática del texto bíblico o el silencio reflexivo que permite su interiorización. No se niega el papel de los sentimientos, que nos constituyen junto a la razón. Pero si preocupa la subjetividad, la superficialidad o la manipulación. No nos hallamos frente a un simple cambio de estética, sino frente a un nuevo paradigma cultural.
Cuando Cicerón teorizaba sobre el significado de la religión daba a entender que el término implicaba tanto una disposición interior como una síntesis reflexiva. Por disposición interior entendía una adhesión en la que la afectividad de la persona (hoy hablaríamos de aspectos psicológicos de naturaleza subjetiva) quedaba vehiculada a una creencia. Aparece la duda de que los modelos actuales de comunicación digital y determinadas liturgias cumplan con esta función, a causa de los riesgos expuestos. Añadía el político y filósofo romano la necesidad de una síntesis reflexiva o elaboración de una cosmovisión o interpretación de la realidad; para ello se requiere algo más que mensajes sintéticos y mantras, se hace necesaria una mínima estructuración formal que precisa de espacio, tiempo, interacción y claridad.
Jaume Triginé
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