“Lo que buscamos no son cosas prefabricadas,
o impuestas desde afuera, sino aquellas que nacen de nosotras
y nos invitan a compartir nuestros descubrimientos”
Ivone Gebara (2002: 35)
Sobre el Colectivo
Sororidad y Fe (SyF) es un Colectivo ecuménico (católico y evangélico) de mujeres y disidencias autoconvocadas que nace el 8M del 2019, a partir de la necesidad de contar con un espacio para mujeres cristianas que nos sentíamos interpeladas por el movimiento feminista en Argentina. Los pasos previos a la conformación del Colectivo fueron dados en el 2018 en la provincia de Córdoba junto a compañeras de Católicas por el Derecho a Decidir.
SyF surge desde el deseo de conocer, dialogar y promover las teologías feministas, procurando ejercitar una mirada crítica que permita cuestionar las teologías hegemónicas que han invisibilizado, oprimido y violentado a las mujeres y a las personas de la diversidad sexo-genérica en las iglesias.
De esta manera, durante el primer año del Colectivo, surge fuertemente un nuevo objetivo: sensibilizar y visibilizar la violencia eclesiástica que se da dentro de los ámbitos religiosos. Por tal motivo comenzamos a articular vínculos y herramientas dirigidas a la contención y acompañamiento a quienes han atravesado y/o atraviesan este tipo de violencias.
En cuando a las actividades, conformamos grupos de lectura zonales de teología feminista, que esperan ser espacios seguros para el recibimiento y contención de mujeres y disidencias de todas las edades. Cada grupo se organiza de manera independiente acorde a las necesidades y disponibilidad de quienes lo integran. Allí se construye una mirada crítica sobre las prácticas patriarcales, los discursos discriminatorios y la creciente violencia espiritual en las iglesias y otros ámbitos religiosos. También generamos propuestas comunicacionales con perspectiva de género para las redes sociales, elaboramos declaraciones colectivas ante emergentes sociales que lo requieran y convocamos a movilizaciones que promuevan la defensa de los derechos de las mujeres, entre otras.
Por otro lado, llevamos a cabo Celebraciones Ecuménicas Feministas junto a Las Magdalenas (católicas feministas disidentes, en su mayoría ex religiosas), talleres formativos, capacitaciones y conversatorios sobre teologías feministas, con la presencia de teólogas y biblistas de amplia trayectoria y reconocimiento: Elsa Tamez, Ivone Gebara, Nancy Bedford, Nancy Cardoso, Mercedes García Bachmann y Marisa Strizzi, entre otras.
Identidades veladas
Para muchas/es de nosotras/es darnos cuenta que la ética cristiana no se veía en contradicción con nuestras posturas feministas, requirió un arduo trabajo de reflexión en torno a nuestra identidad como cristianas feministas. Recorrido que, en general, lo pudimos realizar con otrxs compañerxs, hermanxs que se encontraban en una búsqueda similar.
Según el etnólogo francés Denys Cuché (1966), la auto-identidad (definida por sí mismo/a) y la hexo-identidad o hetero-identidad (asignada por otros/as), son una relación de poder: no todos/as tienen el poder de definirse ni de definir a otros/as (individuos o grupos). Con esto expresa que “la identidad se pone en juego en las luchas sociales”. Creemos que las luchas que acuerpamos en torno al reconocimiento de nuestros derechos, como dice el autor, repercuten en nuestra identidad individual y colectiva.
Por otro lado, el antropólogo Luis Reygadas (2007) toma la categoría de habitus de Pierre Bourdieu, definiéndola como estructuras mentales a través de las cuales las personas aprenden el mundo social, constituyendo un punto de articulación entre la sociedad y el individuo. Plantea que lo individual e incluso lo personal, lo subjetivo, es social o colectivo. Este habitus se va incorporando en la infancia a través de la familia y luego la escuela tenderá a reforzar los habitus de la familia. Entendemos que las instituciones religiosas también lo harán.
Sin embargo, si bien sabemos que es por medio del habitus que las personas aprenden a reconocer y hacer naturales sus posicionamientos y ellos se constituyen en un sistema de disposiciones durables, no son inmutables, no se conforman de una vez y para siempre. Esto lo podemos observar en cómo las compañeras del colectivo, a pesar de haber sido atravesadas por instituciones cristianas —inclusive familias— marcadamente machistas, hemos podido conjugar nuestras prácticas de fe con el feminismo.
Otra cuestión interesante en relación a la vinculación que SyF mantiene con el movimiento feminista, es el hecho de que con el Colectivo venimos participando desde hace algunos años en los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, intersex y no binaries. Para varias de nosotras esto significó, por un lado, reafirmar que la fe y el feminismo no son contrarias, teniendo certeza de que ese es el camino y, por el otro, descubrir con alegría y sorpresa la libertad que pudimos sentir durante el Encuentro al poder hablar de fe y espiritualidad sin habernos sentido juzgadas, sino por el contrario, viendo el interés y la escucha atenta de las mujeres y disidencias participantes de los encuentros.
Instituciones patriarcales y violencia religiosa
La socióloga feminista Raewyn W. Connell señala que muchas personas encuentran complicado aceptar que las instituciones están altamente influidas por el género, y no solo de manera simbólica. Este aspecto es fundamental. Por ejemplo, el Estado se considera una institución predominantemente masculina. La mayoría de los puestos de poder son ocupados por hombres debido a una estructura de género presente en la contratación, la organización del trabajo interno, los mecanismos de control, la creación de políticas y las prácticas cotidianas. Esto también se puede observar en las Iglesias Católicas y Evangélicas y en las organizaciones basadas en la fe.
Sin embargo, la autora sostiene que grupos nuevos pueden cuestionar las viejas soluciones y construir una nueva hegemonía, ya que esta es una relación históricamente móvil. Ese podría ser uno de los objetivos más importante que mantenemos con las compañeras y que tenemos como más alta meta.
Por otro lado, yendo a lo que nosotras llamamos “violencia religiosa”, esta ocurre cuando una persona o grupo de personas usan interpretaciones, doctrinas o enseñanzas de índole espiritual o religiosa para ejercerla sobre otras, sean integrantes de la comunidad de fe o no. Esto incluye el abuso sexual, pero también la violencia simbólica, económica o laboral. Estas situaciones tienen impactos físicos, emocionales, económicos y espirituales en quienes las padecen.
La reconocida filosofa feminista Nancy Fraser habla sobre la importancia de ser reconocido/a por otros/as: “El reconocimiento de los otros es esencial para el desarrollo del sentido de si, no ser reconocido o serlo inadecuadamente supone sufrir una distorsión en la relación que uno mantiene consigo mismo y un daño infringido en la propia identidad” (Fraser 2000: 57).
Y agrega que la ausencia de reconocimiento no se comunica a través de representaciones o discursos culturales que se difunden libremente; más bien, se mantiene a través de modelos institucionalizados, mediante las instituciones sociales que influyen en la forma de interacción. Según Barrón (2022), los liderazgos femeninos suelen asociarse a la mujer dentro de los roles de maestra, trabajadora social, música o de tareas domésticas; mientras que se cuestionan los asociados al pastorado y la enseñanza teológica para adultos, muchas veces excluyéndolas, incluso, de la retribución económica.
El no ser reconocidos/as dentro de las comunidades de fe puede afectar la salud física, psíquica y emocional de las personas, siendo un tipo de violencia que podríamos definir como “violencia religiosa”.
Resulta necesario poder articular y expresar una identidad colectiva auténtica, autoafirmativa y autogenerada ante el efecto general de imponer una identidad de grupo única y drásticamente simplificada que niega la complejidad de las vidas de las personas, la multiplicidad de sus identificaciones y de las fuerzas entrecruzadas que operan en sus diversas afiliaciones (Fraser, 2000).
Algunas consideraciones finales
Podemos observar cómo en nuestro recorrido colectivo se producen, por un lado, una estrategia identitaria reaccionaria (en términos de Camilleri) y, por otro, una identidad de proyecto (para Castells) ya que hemos buscado una forma de redefinirnos y separarnos de las atribuciones negativas de nuestras instituciones de origen (verticalistas, machistas, etc.).
Si bien autores como Vaggione indican que actualmente “los sistemas de creencias son porosos permeables a los cambios culturales” donde los creyentes “combinan y negocian de maneras diversas superando la dependencia de las autoridades religiosas. Se quiebra la aceptación pasiva de las doctrinas, y se produce un mayor nivel de autonomía en la construcción de las identidades religiosas” (2009: 22); en este caso, se proponen otras maneras de identificarnos cristianas, de manera grupal.
La nueva forma de habitar el cristianismo (y el feminismo) tiene un doble desafío: por un lado, el cuestionar la doctrina a ciegas, y, por otro, la mirada desde el prejuicio social. Siguiendo la línea de Bernard y Fraser, las iglesias suelen ser representadas como grupos conservadores, asociados a la ideología de derecha, sin dar cuenta de los pluralismos dentro de las diferentes denominaciones.
Es necesario tener en cuenta que esto se produce en una realidad situada, donde las compañeras del colectivo somos capaces de actuar teniendo puestos los “lentes violetas” con la posibilidad de desnaturalizar y problematizar lo que ocurre dentro de nuestras comunidades.
Gloria Bonder (1998) se pregunta “¿Cómo un sujeto construido puede transformarse, reconstruirse?” Se puede concebir al sujeto como sujetado a una forma particular de dominación, a una ideología. Si lo pensamos de esta manera, queda reducido a la pasividad, a la repetición de un destino, sino ya de designio divino, pensado o armado por otros y otras, sin llegar a ser nunca un sujeto.
Sin embargo, las personas resistimos, resignificamos y creamos nuevas representaciones y prácticas sociales de los diferentes órdenes discursivos y dispositivos institucionales que a su vez nos han constituido. Pensarnos de esta manera supone una invitación o una obligación a actuar reconociendo la imposibilidad de estar fuera de las relaciones de poder, pero aceptando también que las reglas del juego pueden ser cambiadas mientras se juega con ellas (Bonder, 1998).
Entendemos que, justamente, esto es lo que hemos podido crear e ir construyendo en SyF: “una ética de la esperanza, una unidad en acción” (Bonder, 1998).
En palabras de una de nuestras compañeras: “Encontrarnos nos permitió poner en palabras muchas cosas que nos estaban sucediendo, injusticias diarias que nos duelen. Pudimos ver cómo muchas de nuestras vivencias en la Iglesia, tienen que ver con interpretaciones sesgadas de la palabra. Quizás una experiencia en común puede ser la de habernos sentido incómodas, inconvenientes, incluso imposibles en nuestros lugares de pertenencia. Sucede que feminismo y cristianismo se entretejen maravillosamente en muchas de nosotras, sin contradicciones y con renovadas posibilidades de ensanchar los horizontes amorosos”.
Bibliografía
Barrón, Elsa Viviana (2022) Creencias y controversias: el liderazgo de la mujer enlas iglesias evangélicas. Protesta y Carisma. vol. 2 núm. 4 ISSN 2452 5408
Bernand, Carmen (1994) “Ségrégation et anthropologie, anthropologie de la ségrégation. Quelques éléments de réflexion”. En C. Bernand (Ed.) La ségrégation dans la ville. Paris: L’Harmattan.
Bonder, Gloria (1998) ” Género y Subjetividad: avatares de una relación no evidente” en: Género y Epistemología. Mujeres y disciplinas. Programa interdisciplinario de Estudios de Género (PIEG) Universidad de Chile; 1-6
Connell, Raewyn W. (1995) “La organización social de la masculinidad” en Valdés, T. y Olavarría, J. (eds.), Masculinidad/es: poder y crisis, No 24, ISIS-FLACSO; 31-47
Cuché, Denys [(1966) 2002] “Cultura e Identidad”. En La noción de Cultura en las Ciencias Sociales. Capítulo VI. Buenos Aires. Nueva Visión.
Fraser, Nancy (2000) “Nuevas reflexiones sobre el reconocimiento”, New left Review (edición en español) No 4. Editores AKAL, pp. 55-68.
Gebara, Ivone (2002) “La sed de sentido. Búsquedas ecofeministas en prosa poética”. Ed. Doble Clic. Uruguay.
Giglia, Ángela (2012) “El habitar y la cultura. Perspectivas teóricas y de investigación” Anthropos, coedición con UAM-Iztapalapa (México), Barcelona. Capítulo 1; 9-26
Reygadas, Luis (2004) “Las redes de la desigualdad: un enfoque multidimensional Política y Cultura”, núm. 22, otoño, pp. 7-25. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco Distrito Federal, México.
Vaggione, Juan Marco (2009) “Sexualidad, Religión y Política en América Latina”. Diálogos Regionales. Río de Janeiro
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Este artículo lo escribió Natalia Morbelli junto con Candela Deniss Saint Paul. Candela es
Profesora y licenciada en Trabajo Social por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Cursa la Maestría en Investigación Social en la misma institución. Becaria de investigación de la Universidad de Buenos Aires dentro del proyento UBACYT “Gestión estatal de la diversidad religiosa”.