14 de febrero, 2021
“Por amor de Sión no callaré, no descansaré por Jerusalén, hasta que irradie su justicia como luz y arda como antorcha su salvación” (Isa. 62:1 BTI)
Deseo con todas las fuerzas que me puedo permitir que el pueblo de Dios llegue a ser la justicia y la salvación de Dios hecha carne en medio de la historia. Que las gentes que lo conforman sean una antorcha que ilumine con esperanza nuestro maltrecho mundo.
Los cristianos y cristianos amamos el mundo a la manera del Dios del Éxodo (Jn. 3:16). Damos por él lo más preciado que poseemos, nuestra vida. Y es por amor que ni callamos, ni descansamos. No callamos las injusticias y violencias que hacen morada en la aldea global. No callamos la esperanza que nos comunica constantemente el Resucitado, ¡otro mundo es posible! No descansamos en la tarea de construir comunidades que tengan como intención fundamental el mostrar lo que el Señor es capaz de hacer con un puñado de hombres y mujeres que toman en serio el orden social proclamado por Jesús de Nazaret, y lo plasman en medio del Imperio.
Hacemos nuestro el objetivo divino, que no es otro sino la recreación del mundo y de los que en él habitan. Deseamos que el designio divino «de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (EFE. 1:10 RVR1960), es decir, la culminación de la historia, sea cumplido.
Por ello, ni callamos, ni descansamos. Y nuestra oración constante a Dios es «venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra lo mismo que se hace en el cielo» (Mat. 6:10 BTI). Venga ya el nuevo orden social vislumbrado en la vida y mensaje de Jesús de Nazaret. Venga ya el otro mundo posible. Hágase tu voluntad de justicia en medio de la tierra.
Soli Deo Gloria
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