Posted On 19/04/2024 By In Adviento 2014, portada With 1068 Views

No tomarás el nombre de Dios en vano | Agustina Luvis Nuñez

Desde muy temprano en el Antiguo Testamento el nombre de Dios es impronunciable: YHWH. Si a esto le añadimos el mandamiento de: “No tomarás el nombre de Dios en vano”, tenemos que nadie se refiria a Dios por su nombre sino como Altísimo, Omnipotente y demás .

No obstante, esto no impidió que pueblos se levantaran contra otros, mataran a hombres, mujeres, niños, abrieran los vientres de mujeres embarazadas, ocuparan sus tierras y todo ello en el nombre de Dios. Del mismo Dios que había ordenado: “No matarás”. Esto se debe a que omitieron que las mismas Escrituras nos invitan a estudiarlas y no tan solo leerlas, sino a identificar dónde está el tesoro de la revelación de Dios y dónde el barro humano.

El Dios a quién Jesús llama Abba  o sea, Papito, es sencillamente otro Dios. Un Dios de bien, de paz, de justicia, compasivo, misericordioso, que toma partido por la gente más vulnerable de la sociedad, restaurador de la salud física, y espiritual. Ese Dios se expresaba a favor de la gente empobrecida, comía y bebía con ella y dijo que estos entrarían primero que los religiosos en Reino de los Cielos.

Sin embargo, desde inicios de la iglesia primitiva comenzó el abuso y la corrupción del nombre de ese Dios y como consecuencia el debilitamiento del testimonio del Evangelio. El emperador Constantino, para asegurar el triunfo de su imperio a través de una paz monolítica hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio Romano, convocó al primer Concilio Ecuménico de la Iglesia en el año 325 y en su lecho de muerte, se “convirtió” al cristianismo. Si influencia impactó  las decisiones del establecimiento del canon,  y la  nefasta consecuencia de la Iglesia Imperial, la amalgama entre Iglesia y poder:  la cristiandad.

Las  Cruzadas contra los “infieles”, con el alegato de que “Así Dios lo quiere”, inauguraron siglos de la toma del nombre de Dios en vano. La Inquisición, la quema de brujas, la empresa colonial a las Américas,  la predicación del nazismo desde los púlpitos, hasta Bolsonaro, Javier Milei, Danny Noboa, Nayib Bukele y  Trump. Lo que nos toca hasta el tuétano fue la invasión de nuestro Caribe ,la cual llegó de la mano de la declaración de que Dios les había dado estos territorios a los pueblos europeos y que convertirse al cristianismo era donar sus tierras, deshacerse de su oro, resignarse ante la violación de sus mujeres, someterse a culturas de ultramar. La exterminación de los pueblos originarios y la deshumanización de la gente secuestrada y esclavizada de África la ejecutaron en el nombre de Dios.

El In God we Trust, y God Bless America, el  Dios les bendiga al inicio o final de los discursos político -partidistas, políticos autodenominándose católicos-protestantes, son ejemplos del uso del nombre de Dios para lograr aceptación, conseguir votos y seguidores. Además,  esto se agrava cuando el liderato religioso bendice las acciones  de gobiernos corruptos persistiendo en usar el nombre de Dios en vano, ignorando que orar imponiendo las manos ligeramente sobre alguien  nos hace cómplices de sus malas acciones. ( 1 Timoteo 5.22)

En los 1970s en Chile, el dictador Augusto Pinochet subió al poder con un Te Deum (“A ti, Dios”) ofrecida por una iglesia.

En los 1980s  Pat Robertson, anfitrión del programa religioso televisivo “Club 700”, pidió a los Estados Unidos asesinar al presidente  de Venezuela, Hugo Chávez, porque “así lo quiere Dios”. Robertson cobró notoriedad internacional en 1982 cuando se asoció estrechamente con el dictador guatemalteco general Efraín Ríos Montt, quien a través de un golpe de Estado derogó la Constitución, implantó impuestos onerosos al pueblo, cerró el Organismo Legislativo e implementó el régimen militar puro y duro. Durante un sermón dirigido a los “paladines” de Reagan, Robertson llamó a los ex guardias de Somoza: “Ejército de Dios.”

Ríos Montt fue presidente de Guatemala a través de un golpe de Estado. Se valió del lenguaje mesiánico, a para anunciar que combatiría a los cuatro jinetes del Apocalipsis, a saber, el hambre, la miseria, la ignorancia y la subversión. Para convencerles, aseguró el general, que el “buen cristiano” era aquel que en una mano sostenía la Biblia y en la otra una ametralladora.

En Brasil, a la elección de Jair “Mesías” Bolsonaro también la bautizaron en el nombre de Dios. Este defendió las dictaduras militares, instauró la tortura como una práctica legítima, violó todos los derechos humanos de las comunidades marginales, se re-bautizó en las aguas del Río Jordán por un pastor evangélico. El 68 % de los 40 millones de evangélicos en Brasil votaron por él, por mandato de sus pastores, tras una revelación “de parte de Dios”.

Queremos dejar claro es que, el nombrar a Dios es una forma de manipulación que funciona, porque el nombre de Dios representa la verdad más absoluta, la bondad mas plena, la belleza mas sublime.

En Puerto Rico también usan la religión en las campañas electorales. Algunas, de manera explícita: oran, se proclaman como buenos cristianos, aseguran que Dios los pondrá en el poder. Otros, de una forma más sutil; dan gracias a Dios, reparten bendiciones a su electorado, celebran cuarenta días de ayuno y oración, verbalizan textos bíblicos para intentar demostrar sus habilidades exegéticas y los más sagaces visitan iglesias, se arrodillan, levantan sus manos y piden que les impongan las manos autorizadas.

El jugar con el nombre de Dios para convencer al electorado o para suavizar los hechos cuando son descubiertos en casos de corrupción, no es otra cosa que usar el nombre de Dios para llamar a engaño. Responder a esta patraña con credulidad, desde el pensamiento mágico y no desde una mirada crítica profunda, cónsona con el Dios revelado en Jesucristo es el caldo de cultivo que necesita la corrupción para seguir arropándonos y  para perpetuar  la manipulación de masas.

El pensamiento ingenuo trata a los señores como dioses, los cuales no llegan al poder para gobernar sino para reinar, no llegan para servir sino para servirse a manos llenas.

Probemos los espíritus, si son de Dios  o no, porque hay muchos profetas falsos (1 Jn 4.1).

 

Agustina Luvis Nuñez
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