Posted On 08/10/2020 By In Arte, Cine, Cultura, portada With 1619 Views

Pasolini: El Evangelio según Mateo | José de Segovia

 

Cada vez que hacen una película sobre Jesús, la pregunta que suelen hacer los cristianos, es si es fiel a los Evangelios. De entrada, pocos utilizan las palabras literales de Jesús. Sorprende que el primero en hacerlo, fuera un comunista, ateo y homosexual, como Pasolini -asesinado hace cuarenta años en la playa de Ostia, supuestamente por alguien que se dedicaba a la prostitución masculina-. A pesar de haber sido arrestado el año anterior, por blasfemia, Pasolini no quiso usar más que el texto bíblico, para hacer «El Evangelio según Mateo» en 1964.

Mucho antes de que Campus Crusade (Agape) lanzará su película sobre «Jesús» en 1979, basada en las palabras literales del Evangelio según Lucas -aunque faltan algunas cosas, según han comprobado algunos, al ver la película con el texto bíblico en la mano-, o el proyecto de la «Biblia Visual» que comienza con el «Evangelio según Juan» (2003), Pasolini descubre en la católica Italia, que pocos han leído el Evangelio según Mateo. Ya que le acusan de no haber incluido episodios que la tradición ha añadido al relato bíblico -como el manto de la Verónica-, que ha incluido Gibson en su versión de «La Pasión de Cristo» (2004).

¿CINE BÍBLICO?

El género que se ha dado en llamar «cine bíblico», no se ha caracterizado nunca por su extraordinaria fidelidad a las Escrituras. Basta ver la Magdalena de Cecil B. DeMille en «Rey de Reyes» (1927), convertida en una rica cortesana, montada en un carro de cebras, intentando rescatar a su amante Judas, de las garras del Carpintero, para perder toda nostalgia de la imagen de Jesús en el cine clásico.

¡No nos engañemos! El «cine bíblico» nunca fue muy bíblico, pero tampoco gran cine. En un sentido, estas producciones muestran lo peor de Hollywood: un sensacionalismo exhibicionista, bastante vulgar. Incluso las películas evangélicas nos muestran a un Jesús rubio de ojos azules y aspecto de Wisconsin, que poco tiene que ver con un hombre de Oriente Medio. De hecho, la primera película en inglés, interpretada por un actor de esa procedencia, la acaba de hacer National Geographic en Marruecos («Killing Jesus»).

Comprenderán que no soy un gran entusiasta de este tipo de cine. Me da mucha pereza ver estas películas -incluso en Semana Santa, cuando es tradicional ver estos títulos en televisión-. Es algo superior a mí. No sé si será mi educación protestante, que hace que tenga un sentimiento algo iconoclasta, cuando se representa a Jesús.

Su imagen no sólo era tabú para los puritanos, sino que estuvo incluso prohibida, por la censura británica -desde 1912 hasta después de la segunda guerra mundial, que se estrena finalmente, «Rey de Reyes» -. Su figura era sacada de películas como «Gólgota» (1935) y se mantiene en «Ben-Hur», porque no se le ve de frente.

JESÚS EN EL CINE

Creo que hay más cristianismo en un film como «Ben-Hur», que en las tradicionales películas sobre Jesús. En la versión de 1925, no se le ve más que las manos y rodeado por una aureola de luz. Y en el 59, tiene un aspecto menos fantasmal, pero está de espaldas y no dice una palabra. En la versión de Pasolini, sin embargo, no para de hablar. Lo curioso es que lo hace andando, o en primer plano -como en el Sermón del Monte, donde cambia sólo el trasfondo, apareciendo incluso relámpagos-.

Los actores del cine bíblico, suelen tener siempre cara de circunstancias. Hablan con el tono solemne del que está diciendo una frase para la Historia. Los actores de la película de Pasolini no son profesionales. Lo que le da un aire de cinéma vérité. El Jesús que interpreta el estudiante barcelonés Enrique Irazoqui, tiene aspecto mediterráneo, ya que aunque era hijo de un psiquiatra vasco, su madre era una judía sefardita de Padúa. Sobrino del arquitecto Ricardo Bofill, Irazoqui es ahora, miembro de Podemos. No es su voz, la que se oye en la versión original, sino la del actor Enrico María Salerno.

Tras hacer un viaje de reconocimiento a Israel y Jordania, donde rueda seis rollos de documental, Pasolini decide hacer la película en los parajes desolados de la Italia meridional -donde Gibson haría después, la suya-, ya que los lugares bíblicos le parecen demasiado modernos. Es la desnudez que busca también en los actores. «No quería un Cristo de rasgos blandos y mirada dulce», explica. «Quería un Cristo cuyo rostro expresase fuerza, decisión, como el de los pintores medievales». Buscaba «un rostro que correspondiese a los lugares áridos y pedregosos en que tuvo lugar su predicación».

LEER EL EVANGELIO

Jesús en el cine, suele tener un aspecto blando, muy pacífico y algo asexuado. Su blanca figura nos resulta bastante etérea. No parece pisar el suelo. Por lo que las pasiones humanas parece que se reservan para personajes más interesantes como Judas, Pedro o Barrabás. «Nadie esperaba un Cristo así -dice Pasolini-, porque nadie parecía haber leído el Evangelio según Mateo». A diferencia de las reacciones que tuvo en Inglaterra, Pasolini creía que «los italianos demostraban así leer el Evangelio por primera vez».

Todo comenzó en octubre de 1962, cuando el director fue invitado con otros cineastas italianos, para una serie de debates sobre la relación entre cristianos y marxistas en Asís, organizados por una asociación laica de inspiración católica, llamada Pro Civitate Christiana. En la habitación donde se alojaba, había un ejemplar del Evangelio de Mateo, cuya relectura le impresionó muchísimo. «Nada me parece tan opuesto al mundo moderno -dice-, como aquel Cristo afable de corazón, pero violento de razón». En su arrebato, decide hacer una película sobre el Evangelio.

Su aspiración era traducir sus palabras a imágenes, pero sin omisiones, ni añadidos al texto. Quería mantener el estilo abrupto, elíptico y sincopado del evangelista. Estaba tan entusiasmado con su lectura, que pensaba que «ninguna otra palabra podrá alcanzar la altura poética de su relato». No deja de ser significativo que tuviera que ser un artista ateo, marxista y homosexual, el que nos devuelva algo de la frescura que produce la lectura directa del Evangelio.

EL ATEÍSMO DE PASOLINI

Aunque la película está dedicada a Juan XXIII, Pasolini se declara ateo: «yo no creo que Cristo sea Hijo de Dios -asegura-, porque no soy creyente». Aunque en otro sentido, le parece que «Cristo es divino», porque «eleva la humanidad a un ideal riguroso». Como marxista, se considera racionalista, pero dice que «la idea de hacer esta película, debo confesar que es fruto de una furiosa ola irracional». Como muchos latinos, dice: «soy anticlerical, pero sé que hay en mí, dos mil años de cristianismo».

Pasolini era un hijo de militar, que tenía un hermano que murió en la segunda guerra mundial. Su pasión por la poesía le viene de su madre. Entró en su juventud en el Partido Comunista, pero es expulsado en 1949, por la «indignidad moral» de tener relaciones homosexuales con algunos de sus estudiantes. Se va a vivir entonces con su madre a los barrios bajos de Roma, donde trabaja entre pobre y criminales. Así comienza a escribir. Sus primeras películas muestran ese mundo de chulos, rameras y ladronzuelos, que le hace ser acusado con frecuencia de indecencia.

Para representar el Evangelio usa las fisionomías rústicas de rostros curtidos por el sol y marcados por la fatiga. Es su propia madre, la que hace de María. Y otros son conocidos suyos, como el hermano y sobrino de Elsa Morante -esposa de Moravia-, que hacen de José y Juan, respectivamente; el hispanista Mario Socrate, que es Juan el Bautista; el poeta marxista Alfonso Gatto interpreta a Andrés; el filósofo Giorgio Agamben, Felipe; el crítico y biógrafo Enzo Siciliano, Simón; o la escritora y editora Natalia Ginzburg encarna a María de Betania.

La música es una curiosa combinación de La Pasión según San Mateo de Bach, el Adagio y la Fuga de Mozart, o una cantata de Profokiev, con espirituales negros, una misa congoleña, un baile brasileño e himnos revolucionarios rusos. El texto literal del Evangelio es llevado a la pantalla, en una modesta producción en blanco y negro, que ganó el premio especial del jurado del festival de Venecia en 1964 -el León de Oro fue para el «Desierto Rojo» de Antonioni-, pero sigue manteniendo su fascinación hasta el día de hoy.

¿EL LIBRO, O LA PELÍCULA?

Ante la conocida discusión de qué es mejor, el libro, o la película, se suele recordar que hay terribles versiones de excelentes novelas, así como maravillosos filmes de mediocres obras literarias. Hoy se suele decir que una obra cinematográfica puede ser fiel al texto, aunque no lo siga literalmente. Sin embargo, el texto del Evangelio según Mateo, lo edita Pasolini, pero no lo reescribe. Eso quiere decir, que omite alguna escena y reordena otra, pero los diálogos son textuales, sin cambiarlos, ni añadirle nada -aunque ponga los nombres de los discípulos en boca de Jesús, en vez del narrador-.

La diferencia con otras películas, como el «Jesús» de Agape/Campus Crusade o el «Evangelio de Juan», es la fuerza de la imagen, como equivalente cinematográfico a la voz del narrador, que no aparece en la versión de Pasolini. Es por eso que no se incluye la genealogía del principio, ni hay diálogos entre José y María, porque no aparecen en el texto de Mateo. El silencio adquiere en estas escenas, una fuerza especial.

No aparece la Transfiguración, como en casi todas las películas sobre Jesús -excepto, la «Vida y Pasión» de 1905-. Las ropas de los dirigentes judíos parecen de un fresco renacentista del siglo XV, como los de Piero Della Francesca. Y la Pasión se muestra con una suavidad tal, que parece más «El hombre que hacía milagros» de Gibson, que su «Pasión» gore.

El órgano oficial del Vaticano, el Osservatore Romano, ha dicho el año pasado, que el film de Pasolini, es probablemente «el mejor sobre Jesús, rodado nunca». Ya fue premiado por la Oficina Católica Internacional de Cine en su día, aunque en la cinta se pueden apreciar «todos los elementos de la atormentada y para muchos, contradictoria, ideología» del director -según el crítico católico Emilio Ranzato-, que interpreta ahora, Willem Dafoe en la pantalla.

Muchos me preguntan qué película presenta mejor a Jesús en el cine. Mi respuesta es que ninguna. No, porque todavía no se ha hecho, sino porque nunca se hará. En este caso, el Libro no tiene comparación con la película. Ya que «la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios» (Romanos 10:17). ¡No hay sustituto posible!

 

Este artículo fue publicado anteriormente en Entrelíneas.

José de Segovia Barrón

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