¡Mira ese título! Parece una paradoja, pero ¿en realidad lo es? ¿Acaso no nos pasamos la vida avanzando hacia algo?
Más cercano o lejano, más habitual o menos cotidiano, siempre y a cada instante nos encaminamos hacia lo que se espera. Ya sea en nuestro corazón, en nuestra mente o en esa zona de total entrecruce de ambos que son nuestras expectativas; lo cierto es que esperamos, que se espera de nos, y eso es esencialmente y en todo caso lo que hace nos movamos, y que salgamos desde… y que lleguemos a…
¿Quién no quiere avanzar en la vida? ¿Quién no quiere llegar a otro lugar? Cada paso que damos, conscientemente o no, está indisolublemente conectado a una espera. Si es un paso de fe estará en conexión, además, con un tipo de espera: en Esperanza.
Lo que se espera siempre ha sido asociado únicamente y sobre todo a la utopía, (al u-topos, lo que no tiene lugar), pero ya son tiempos de empezar a percibir y percibirnos de otra manera y desde otros puntos de vista más profundos y complejos.
La espera en esperanza es, y se vuelve lugar concreto. Es un lugar diverso, porque es único en cada persona. Lugar desde donde se erigen y proyectan nuestras vidas: es lugar palpitante en el corazón, es lugar caminante en nuestros pasos y un lugar adelante en nuestro horizonte de concreción. El sentido de vida de cada quien se define y se juega pasando (dando pasos) por estos lugares: del anhelo y deseo que palpita, llegando hasta el propósito y el plan, y de estos continuando hacia la posibilidad de concretar un futuro.
Lo que nos anima ¿qué espero?, la manera en que damos razones de esto que nos anima ¿qué se espera de mí? y la proyección de todo ello ¿cuál esperanza?, están sustancialmente interconectados, pero pese a la intimidad que les atañe, no pertenecen solo a la esfera de lo individual. Toda espera personal posee en sí misma una dimensión comunitaria y colectiva (de la polis) porque somos cuerpos históricos interconectados, y ya sabemos por un lado que “lo macro se da en lo micro y viceversa” y “todo tiene relación con todo”- como promulga la física cuántica; y por otro- desde el aporte de las feministas- que lo personal es político.
Por todo eso es importante preguntarnos en Adviento no sólo ¿qué espero? o ¿qué se espera de mí?, sino ¿a cuál esperanza le estoy dedicando mi latir y mis actos? Porque esta, mi esperanza y la tuya, por ser uni-versal es en sí holística, y es un lugar de muchas y de muchos.
Siento que esta pregunta ha de ser discernida en este tiempo de Adviento y especialmente hoy, porque hemos asistido en el último año al advenimiento violento y profuso de otros lugares y horizontes de esperanza que se están disputando con fuerza el encarnar una pretensión de universalidad castrante y estéril, con casi nulo espacio para la pluralidad de sueños; y con ello la fijación de un imaginario espiritualmente abortivo, donde nada de nuevo, diferente o inesperado, podrá nacer jamás. El fundamentalismo religioso- su dinámica y sus esencias- son en mucho la antítesis de lo que el Adviento viene a mostrar.
Este Adviento debemos preguntar, críticamente, si acaso puede ser compatible con el mismo misterio fundante de la encarnación en Jesús, un tipo de práctica religiosa legalista donde la letra mate al espíritu y el sí de María no tenga oportunidad de hacerse escuchar. Esto, teológicamente constituye una emergencia, porque la cristiandad y lo cristiano se dinamizan totalmente, empezando su ciclo de vida que se renueva cada vez, precisamente con el Adviento: espiritualidad del nuevo nacimiento, símbolo de lo nuevo que ha nacido – repudiado, marginado, desplazado y mal visto- como lo que, por siempre, una vez y otra vez, nos va a salvar.
Adviento no es una espera inerte y acrítica. ¡Somos seres de Adviento! Humanamente, de una forma u otra, nuestra naturaleza es avanzar. Dar los pasos que esperan es inherente a nuestro ser más natural, son los lugares vitales desde donde construimos quien somos individualmente y en comunidad. Pero dar estos pasos en esperanza es diferente. Y esperar a Jesús, porque es el Cristo- el que habría de llegar- es sin lugar a dudas otra forma de andar.
¿Qué esperan mis pasos? ¿Qué pasos me esperan?
¿A qué lugar los mismos nos harán llegar?
Quiero pensar que, fieles a lo que hemos creído, será hacia la sorpresa de ver- tal como ha sido- que en lo menos pensado, lo más impropio, lo tan tremendamente vulnerable y fuera de los estándares, lo más vilipendiado y cuestionado por los poderes humanos que aún hoy siguen pecando de querer encerrar en sus manos los frutos del bien y del mal, Dios volverá a llegar.
Que allí donde está oscuro, será donde se detendrá otra vez la estrella; donde solo hay silencio o llanto, donde otro coro de ángeles se detenga a cantar; donde falta de todo, a dónde llegarán de bien lejos los magos con lo que es necesario y preciso en don y entrega; y allí donde las curias y los poderes no se atreven a dar un paso, donde el pueblo sencillo de la tierra, que esperaba despierto, podrá encontrar un sitio: la esperanza, y Dios otra vez nuevo y renacido para siempre un lugar.
.
- Pasos que esperan | Daylíns Rufín Pardo - 12/12/2019
- Regresar por otro camino… | Daylíns Rufín Pardo - 17/09/2018
- ¿Será que no podemos? Los mitos del poder y sus entre/dichos - 08/02/2016