Posted On 21/04/2021 By In Opinión, portada With 4096 Views

Pecado es: Llamar pecado al amor | Juan Sánchez Núñez

Pecado es, llamar pecado a la vida amorosa de un matrimonio homosexual.

Esto decía a mis hermanos protestantes españoles durante el tiempo que pasé dando estudios éticos, bíblicos, teológicos y pastorales, en distintas iglesias protestantes de España, cuando nos planteábamos si podíamos aceptar a las personas homosexuales como miembros de nuestra Iglesia, con los mismos derechos y deberes de cualquier miembro.

Pertenezco a la Iglesia Evangélica Española, de tradición metodista y presbiteriana, una Iglesia con más de 150 años de presencia en España, que en el Sínodo del año 2015 aprobó por una amplia mayoría la aceptación oficial, pues de hecho ya lo eran, de las personas homosexuales como miembros de nuestra Iglesia, y el compromiso de acompañarles pastoralmente en la superación de todo tipo de discriminación y homofobia.

Esto implica que tienen derecho a gozar institucionalmente de todos los beneficios y de todas las responsabilidades que tienen los demás miembros de la Iglesia, y por lo tanto, que sus vidas, dones y ministerios, son una bendición para la Iglesia y para la sociedad.

Damos testimonio de que también sus matrimonios son una bendición de Dios, y desde nuestra experiencia de fe nos entristece ver cómo la Iglesia Católica Romana se plantea si dispone “del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo”.

El entrecomillado del párrafo anterior está extraído de la pregunta que se formula a la Congregación para la Doctrina de la Fe, y que ésta responde negativamente. Un órgano institucional de máximo nivel de la Iglesia Católica Romana, considera que no dispone del poder de bendecir la vida amorosa de los matrimonios homosexuales.

Me entristeció empezar a leer esta comunicación y ver que la respuesta era negativa. Pero cuando llegué al final, y vi que se obviaba ese tono académico que iba calificando de “no acorde con la revelación de Dios” la vida amorosa de los matrimonios homosexuales, y de modo explícito, se calificaba de “pecado”  esa vida amorosa, ¡no me lo podía creer! La tristeza se tornó aflicción y tormento.

Volvía a sufrir el mismo tormento que supuso enfrentarme con mis hermanos evangélicos de otras Iglesias de España, y también con algunos de la mía, que utilizaban el mismo argumento que la Congregación para la Doctrina de la Fe, a saber, que la Iglesia puede bendecir a los pecadores, pero no el pecado.

Sólo desde premisas obsoletas, solo desde valores periclitados, solo desde una visión negativa de la sexualidad, solo desde actitudes no evangélicas (del Evangelio de Jesús), se puede calificar de “pecado” la vida amorosa de los matrimonios homosexuales de nuestra sociedad. Su vida amorosa es una bendición de Dios, y no necesitan de ninguna Iglesia que se lo diga; si son creyentes, lo viven diariamente.

Por lo tanto, hermanos: “Pecado es, llamar pecado al amor”.

Dedique más de un año, antes de ese Sínodo de 2015 que he mencionado, visitando nuestras iglesias, y haciendo estudios bíblico-teológicos, estudiando precisamente si en la Biblia, o en la revelación de Dios, como dice la Congregación para la Doctrina de la Fe, había alguna razón  que nos llevara a calificar de “pecado” la vida amorosa de los matrimonios homosexuales de nuestra sociedad.

Concluimos que no, que no hay ninguna razón en la revelación de Dios, ni en la Biblia, para calificar de “pecado” al amor de nuestros hermanos homosexuales, al contario, concluimos que su vida sexual y amorosa era una bendición de Dios para sus vidas.

Y es que la revelación de Dios que encontramos en la Biblia (norma normans tanto para católicos como para protestantes), es una revelación histórica fruto de la experiencia de fe del pueblo de Israel y de la Iglesia cristiana; una experiencia de fe conceptualizada con categorías culturales y religiosas de hace unos dos mil años.

Y esto hoy, es de una importancia radical, es decir, hoy sabemos que la revelación de Dios no ha “caído del cielo”, sino que es fruto de la experiencia de fe de unos hombres y mujeres, que experimentaron la salvación de Dios siendo lo que no podían ser de otro modo, hombres y mujeres de su época.

Lo central de esta experiencia de fe, lo central de esta revelación de Dios, que nos transmiten en la Biblia nuestros hermanos y hermanas de hace unos dos mil años, es la salvación que Dios es para la humanidad, tal y como lo hemos experimentado, nosotros cristianos, en la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

Es en torno a este acontecimiento que es “Jesús el Cristo” que gira toda la revelación de Dios que encontramos en la Biblia.

Es obvio que no vamos a encontrar en la Biblia orientaciones éticas o teológicas explícitas sobre realidades que no pertenecen al mundo de la Biblia. Sería absurdo pretender encontrar en la Biblia orientaciones éticas explícitas acerca del uso de la energía atómica, o de la manipulación genética, por ejemplo.

Esto mismo vimos que sucedía, en los estudios que llevaba a cabo en mis iglesias, con la realidad del matrimonio homosexual de nuestra sociedad. Intentar trasladar a nuestros días las pocas valoraciones éticas que hay en la Biblia, no acerca del matrimonio homosexual, sino de las actividades homoeróticas de aquella sociedad, es un anacronismo que no se puede aceptar.

Pero no es cuestión de que sea inaceptable, el problema, como estamos viendo, es mucho más grave, pues tiene consecuencias deletéreas, ya que lleva a calificar de “pecado” al amor.

Y calificar de “pecado” el amor tiene una premisa mayor, que la Congregación para la Doctrina de la fe repite una y otra vez, a saber, que este amor no responde a “los designios de Dios inscritos en la Creación”.

Pues bien, esta premisa mayor no se sostiene desde la comprensión de la revelación a la que ha llegado la teología actual, y que he mencionado anteriormente, a saber, que toda revelación de Dios es humana, está mediada por la acogida de fe humana de esa revelación, una acogida de fe que por lo tanto está condicionada históricamente.

La comprensión del ser humano que encontramos en los primeros capítulos del Génesis tampoco «ha caído del cielo”, es decir, no es absoluta, no es “divina”; es la comprensión del ser humano a la que llegó el pueblo de Israel en su experiencia de fe en Dios, y que ellos proponen como “revelación de Dios” a todos aquellos que están dispuestos a acogerla con la misma fe.

Esto significa que no hay un designio de Dios absoluto acerca del ser humano que podamos encontrar en la Biblia. Es más, hoy sabemos que ese designio de Dios propuesto por la fe de Israel en los primeros capítulos del Génesis, es un designio que se realiza en un arco de intersexualidad  entre el hombre y la mujer.

No podemos ignorar lo que nos dicen las ciencias actuales, que la realidad sexual de todas las personas tiene raíces biológicas, psicológicas y sociales en una compleja unidad e interrelación, y todas ellas, desde una experiencia de fe, son una bendición de Dios al servicio de la unión y reproducción de la humanidad.

Es evidente que no es este el espacio adecuado para exponer todos los estudios éticos, bíblicos, teológicos y pastorales que realicé en las iglesias de la Iglesia Evangélica Española antes del Sínodo de 2015. Están disponibles gratuitamente, en formato PDF, en la siguiente dirección web: https://www.bubok.es/libros/247002/etica-teologica-y-homosexualidad

Por desgracia, el ofrecimiento que la Iglesia Evangélica Española hizo a las demás iglesias evangélicas de España, no solo fue rechazado, sino que incluso se volvió contra nosotros y nos llevó a ser marginados dentro de FEREDE, organismo de representación de estas Iglesias ante el Estado español.

Por desgracia, tampoco abrigo mucha esperanza de que esta Nota, en la que invito a la Iglesia Católica Romana a recapacitar y revisar ese juicio que califica de “pecado” la vida amorosa de los matrimonios homosexuales de nuestra sociedad, tenga alguna acogida.

Hermanos católicos, es desde el más sincero amor cristiano que os hago este llamamiento. Está en juego nuestra credibilidad, está en juego “La alegría del Evangelio”, está en juego el futuro de la Iglesia en nuestro mundo: No podemos calificar de “pecado” la vida amorosa de los matrimonios homosexuales de nuestra sociedad. Por amor de Dios: ¡Recapacitad y rectificad!

Juan Sánchez

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