Posted On 05/04/2014 By In Ética, Opinión With 2243 Views

¿Podemos seguir hablando de pecado? (I)

Actualmente, una de las cuestiones más debatidas en determinados círculos es si debemos pensar sobre la Biblia de una forma distinta a la tradicional. Para los que así lo piensan, el hombre y la mujer del presente viven en un mundo moderno, una era en la cual la ciencia y la tecnología han provisto una luz insospechada en tiempos pasados que hace posible un entendimiento del ser humano, y de todo cuanto le rodea, nuevo y más acorde con la realidad. Se trataría de un nuevo paradigma en contraposición al antiguo en donde el ser humano vivía, pensaba y creía de acuerdo a una comprensión que se derivaba de un pensamiento precientífico y lleno de superstición. Por ello, el hombre y la mujer del presente necesitan creer según unos nuevos parámetros, una concepción que esté de acuerdo con los conocimientos y avances del momento, y no sobre antiguos paradigmas que concebían, por ejemplo, un cielo de tres pisos o una tierra que se sostenía sobre columnas que se hundían en un mar primigenio.

Una de las grandes cuestiones que de aquí se derivan es si debemos hacer lo mismo con la idea de pecado. Si nos atenemos a los avances de la psicología, de la psiquiatría y de la neurociencia podríamos estar ante uno de los golpes de gracia al cristianismo. Ello se debe a que la Biblia es, ni más ni menos, un libro de salvación, un camino al que le resulta totalmente secundario si en sus páginas se dice que la lluvia cayó cuando se abrieron unas compuertas desde los cielos, pero al que sí le atañe de lleno si el concepto de pecado ya no puede ser sostenido. De aquí que términos e ideas afines puedan correr igual suerte: ¿Se puede seguir manteniendo que existió un pecado original? ¿Y qué diremos de la oposición de un Dios santo a las malas acciones de los hombres? ¿A qué vino Jesús? ¿Qué de la obra bíblica más influyente en el pensamiento cristiano, como es el libro de Romanos?

Antes de continuar me gustaría decir algo al respecto de la idea de pecado. Es cierto que a lo largo de la historia de la Iglesia, y por supuesto en la actualidad, pecado es un término que se ha usado en no pocas ocasiones de forma abusiva y sin saber siquiera qué significa. A algunas personas se las ha cargado con una culpa insoportable y se ha utilizado como una forma de control de los creyentes al hacer caer todo el énfasis en el castigo. Por ello se hace necesaria toda una actualización del lenguaje para que tenga alguna significación en nuestra sociedad. El cristiano debe ser capaz de explicar y dar razón en el presente de este importante concepto, y huir de mentalidades medievales y coercitivas. El propósito de este escrito es precisamente lograr esto.

En 1991 Bret Easton Ellis publicó una novela que tituló American Psycho. Este escritor norteamericano había recibido un adelanto de 300.000 dólares de la editorial, pero cuando ésta tuvo en sus manos el escrito acabado decidió en un primer momento no publicarlo. La razón era las elevadas dosis de violencia explícita y de sexo que sus páginas contenían.

El propósito que movió a Ellis a realizar su obra era plasmar en palabras el espíritu, la esencia y el corazón de los años ochenta. En esta década la postmodernidad vio la luz y, en su seno lo fashion, el culto al cuerpo, los yuppies y muchos otros elementos relacionados llegaron a inundarlo todo.

Ellis tenía un reto tremendo, ya que pretendía buscar y exponer el alma de esta sociedad, aunque sabía que ella carecía de conciencia… el resultado fue American Psycho.

La novela tuvo una adaptación a las pantallas en el año 2000, y un par de años después llegó una segunda parte que ni siquiera he visto por tener toda la pinta de ser un bodrio insufrible (y además sin relación con la novela original). Confieso que ha sido una de las novelas más desagradables que he leído, pero por otra parte me pareció una radiografía muy acertada de nuestra sociedad llamada postmoderna.

El protagonista Patrick Bateman es el típico yuppie que trabaja en Wall Street, pero lo hace como una mera distracción puesto que su familia es rica. Su mundo gira, junto con todas sus amistades, alrededor de la obsesión por el cuerpo, por la ropa, por las comidas caras en restaurantes de moda, por las drogas -especialmente la cocaína-, por la apariencia. Toda su vida, sus planes, su idea de lo que es ser se basa en lo externo, en cómo peinarse o en adquirir el último disco de su artista favorito sonando en un equipo de música de alta tecnología. Vive en un mundo puramente materialista, se rige por sus sentidos, el sexo, la droga, la música, la buena comida, el físico. Ésta es la forma de vida que practican sus amistades, sus compañeros de trabajo, su propia familia.

Bateman es un ser humano sin conciencia, sin empatía, y no se trata de locura sino de vacío moral. Si alguien va mejor vestido o peinado que él es razón suficiente para que sufra un ataque de ansiedad y para que su instinto homicida aparezca. De igual forma, evalúa a las mujeres en base a lo externo, la ropa, la constitución física, que examina con cuidado y que es lo que determina que quiera llevárselas a la cama y usarlas como objetos para sentir placer; es incapaz de experimentar amor.

El libro refleja siempre el pensamiento de Patrick, son sus propias conclusiones e ideas lo que conocemos. A través de su visión de lo que ocurre el lector va avanzando en toda una serie de episodios inconexos. No hay una trama, sólo una mente psicópata a la que tenemos acceso.

En momentos puntuales le invaden unos tremendos deseos de matar y no encuentra razón moral para no hacerlo. No existe en él un diálogo ético interno, no evalúa una acción por las consecuencias para los demás, sólo se basa en lo útil o no para sí mismo. Si le apetece hacer algo lo hará, sea lo que sea.

Para él no existe la verdadera amistad; todo se mide por lo que se posee; el placer de los sentidos está por encima de todo; no hay nada que se parezca a la compasión y los más desfavorecidos, como los pobres que de vez en cuando se encuentra en la calle, son objeto de su desprecio y sadismo asesino. Vive mintiendo, aparentando, sin remordimientos. Se trata de tener, de ser más que el otro, y el precio personal no importa. Todo está justificado si se consigue lo que se desea.

Así es Patrick Bateman. Sus pensamientos pueden pasar de hablar sobre trajes a describir mentalmente el último  y horrendo asesinato cometido hace un momento. Es más, en su falta de conciencia lo que le produce ataques de ansiedad, que controla con fármacos, es, por ejemplo, no tener una mesa reservada en un restaurante de moda. Ellis, el autor de la novela, afirmó haberse informado en fuentes del FBI para “crear” su personaje.

Pero la novela de Easton Ellis muestra algo todavía más terrible… y es que Bateman vive perfectamente integrado en su círculo, entre sus amistades y compañeras sexuales, y esto sólo es posible, como algunos especialistas han puesto de manifiesto, cuando una sociedad vive y ensalza valores psicopáticos.

Ante esta ausencia de moral es normal que aparezcan monstruos de la talla de Bateman Él es, ni más ni menos, alguien que encarna el vacío total de la sociedad en la que vive. Por supuesto, no es que no existan personas que vivan con principios y preocupados por el prójimo, sino que lo que Ellis quería plasmar era la razón de ese boom del culto a lo superfluo en el que muchos vivían y otros procuraban vivir admirando el glamour, las fiestas, la moda, lo in, lo out, lo light

Alguien, muy atinadamente, ha dicho que la sociedad postmoderna es, en realidad y en muchos sentidos, una sociedad postmoral. Veintitrés años después de que se publicara American Psycho la novela posee una vigencia absoluta y podría haber sido escrita hoy mismo.

De una forma impresionante, Ellis transmitió en sus páginas la nada, la falta de conciencia, la ausencia de alma de una sociedad occidental a la que no parece importarle nada, es más, desea vivir así. El psicópata Bateman es el paradigma perfecto de la persona que vive plenamente los “valores” del reino de lo superficial, de la banalidad existencial, aunque precisamente esto es lo que hace de él un psicópata: una persona inteligente y sin empatía, un auténtico depredador.

Los grandes estudiosos de la psicopatía están de acuerdo con la escueta definición anterior. Para el conocido psicólogo forense Robert Hare, el psicópata posee una serie de rasgos muy definidos entre los que están su encanto personal, una idea sobre sí mismo sobredimensionada, el uso continuado de la mentira, un manipulador patológico, alguien sin remordimientos y sin sentido de culpa, cruel, sin empatía, promiscuo sexual, impulsivo y tarde o temprano cometerá algún delito/crimen.

Cuando Patrick se reúne con sus amigos para comer o para ir a alguna fiesta, las conversaciones se caracterizan por la superficialidad y la ausencia de valores tradicionales. El culto a la imagen, al dinero, al sexo es común a todos ellos. Las personas sólo son consideradas como caros objetos decorativos, y es esto precisamente lo que hasta hoy se sigue valorando. Los medios de comunicación, especialmente la televisión y el cine, presentan al hombre y a la mujer físicamente hermosos, como aquellos que han logrado lo máximo en esta vida. Son aceptados y admirados por todos, algo que también sucede con el pudiente, con el rico, con el que ha triunfado cuando es, por ejemplo, un deportista de élite. Los grupos musicales en su mayoría exhiben esto mismo en su videos, una juventud que va de fiesta en fiesta, bebiendo, bailando, y con unos cuerpos dignos de cualquier modelo (de hecho suelen ser modelos los que salen en estos videos).

Todo es pura fachada, un molde hueco y la mentira es un recurso aceptado (algo muy difundido en las actuales redes sociales) para dar una imagen diferente, para aparentar lo que no se es. Se trata sólo de vivir para uno mismo.

En la actualidad, la política, unida a un sistema financiero depredador, han arruinado a millones de personas, y nadie ha expresado ni siquiera una disculpa. Sólo tratan de tapar sus malas gestiones; la responsabilidad siempre será de otros.

La gran diferencia entre el psicópata criminal y una sociedad que vive según estos principios es que el primero es el paradigma, el compendio de todo lo que significa ser psicópata, mientras que la segunda vive en base a algunas de sus características.

Dicho esto, aún debemos destacar a otro grupo de individuos a los que se ha denominado como psicópatas integrados o subclínicos.  Este tipo de psicópata, en el día a día, no se diferencia mucho de cualquier otra persona y, de hecho no incurre en delitos o crímenes. Puede ser el vecino, el compañero de trabajo o alguien que está leyendo ahora mismo este artículo. Éste es alguien potencialmente peligroso y podría, si se ve presionado por determinadas circunstancias, incurrir en algún delito e incluso el crimen. Sus características son muy parecidas al psicópata criminal y, por tanto, es encantador, mentiroso compulsivo, sin remordimientos o vergüenza por actos cometidos, con un enorme egocentrismo, insensible, distante y posee una vida sexual impersonal. Estos psicópatas integrados suelen mostrarse especialmente en lo que se llama violencia de género. Lo que desean conseguir a toda costa es el control absoluto sobre su pareja. Se trata de un control de tipo psicológico, y para ello recurrirán a presiones, manipulaciones, fingimientos, mentiras, falsas adulaciones, etc. En casos extremos pueden acabar con la vida de sus parejas o incluso provocar que algunas de ellas lleguen a perder la cordura tras años de un intenso padecimiento emocional.

Estos psicópatas integrados suelen estar también en cargos de responsabilidad en empresas, en la política, en el ejército, etc. Allí donde su mente analítica y desprovista de sentimientos venga bien para conseguir objetivos por encima de las personas triunfarán, y así serán vistos por los demás. Por eso, una sociedad que aplaude este tipo de procedimientos, de valores, o mejor la falta de ellos, no se percata de que al frente, por ejemplo de un país, han colocado a un psicópata integrado que podrá llevarlo a la destrucción.

Como apuntamos al principio, Easton Ellis quiso captar en su libro el alma de una sociedad y de un tiempo en los cuales ya no existía una conciencia clara con parámetros morales por los cuales guiarse. El cambio apareció con una sociedad postmoderna y postmoral que, basando su vida en una serie de principios propios de psicópatas, se estaba y se está destruyendo a sí misma. Es de aquí de dónde vienen las traiciones, el abuso laboral, el bullying, las masacres en colegios, la violencia de género, la trata de blancas, la injusticia social, la mentira, el egoísmo, etc. Sociedades fundadas en una clara falta de empatía y por tanto de una ausencia de conciencia, caracterizada por el vacío moral.

Por supuesto, el vacío moral no es absoluto, sino que en muchas ocasiones se observa una mezcla entre lo correcto y lo rechazable, entre lo bueno y lo despreciable… Y este lado oscuro hace que la gran mayoría de ciudadanos vivan bajo una serie de principios psicopáticos que, además, admiran y defienden.

Se discute mucho sobre si el psicópata nace o se hace, aunque realmente todo se centra en si hay personas que nacen con una predisposición a la psicopatía. Que los psicópatas se hacen es un hecho, y en algunos sistemas ideológicos, como fue el nazismo o el comunismo, la “producción” fue asombrosa.

Dicho esto, aunque algunos puedan nacer con cierta predisposición, eso no les exime de sus actos posteriores, ya que saben perfectamente lo que está bien y lo que está mal. No tienen empatía pero sí una gran inteligencia, y no están locos o fuera de sí. Por ello son susceptibles de ser juzgados por la ley. Son asesinos sin alma, personas vacías de moral, pero no ignorantes o discapacitados mentales. Son la personificación del mal, si hablamos del psicópata criminal; viven de forma psicopática pero sin recurrir al crimen si nos referimos a los psicópatas integrados, o viven bajo ciertos parámetros psicopáticos y ensalzan a otros cuando hablamos de nuestra sociedad decadente. Y estos últimos, la inmensa mayoría, sí son capaces de ponerse en el lugar del otro aunque deciden no hacerlo.

Pero, ¿Qué es la conciencia? ¿Existe una moral escrita en el interior de todo ser humano? ¿Por qué decimos que hay personas que no tienen alma cuando realizan algún daño? Y volviendo al comienzo de nuestro artículo, ¿Tiene algo que decir la Biblia en este sentido? ¿Están las Escrituras anticuadas y fuera de lugar o, por el contrario, el cristianismo es la única religión que no yerra el blanco y apunta al problema fundamental del ser humano?

Todo esto intentaré responderlo en la segunda parte de este artículo.

Alfonso Pérez Ranchal

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