(A la luz de Mateo 25:1-13) – Autor. Gerardo Oberman
¿Acaso me pides, maestro,
que sea insensible a la necesidad
de quien en la vida se ha equivocado?
¿Acaso esperas que siga mi camino
sin considerar a quien tengo a mi lado,
a quien me pide algo que puedo darle,
a quien espera un gesto de solidaridad?
¿Acaso debo juzgar a mis prójimos
por sus olvidos, por su cansancio,
por sus descuidos o por lo que fuere?
¿No era mi misión, la que me enseñaste,
vestir al desnudo,
compartir el pan con el hambriento,
dar de beber a quien tiene sed,
visitar a las personas solas,
acompañar a quien necesita,
liberar a quien sufre opresión?
¿Debo negar ahora un poco de aceite
sólo para acceder a salvarme yo?
¿Puedo, acaso, en tu nombre,
dejar afuera a otras personas?
Por bonita que sea la fiesta,
por abundante que sea la mesa,
por generoso que sea el novio…
¿puedo desoír el clamor
de quienes también quieren ser parte
de la fiesta de tu Reino?
Yo no puedo, Jesús.
Lo siento, pero no puedo.
Quizá me quede afuera,
quizá mi aceite no alcance
para esperarte con mi lámpara encendida.
Pero no sería fiel a tu Evangelio
si pensara solamente en mí,
si mi objetivo fuera salvarme en soledad.
No conozco el día, tampoco la hora en que llegarás
para que la fiesta generosa de tu Reino
anuncie con música y con bailes,
con vino y con abundancia,
que la hora de la justicia y de la plenitud
ha llegado de una vez para siempre.
Aún así, buen Jesús,
no puedo quedarme egoístamente con aquel aceite…
Alguien lo necesita, alguien lo pide
y alguien se quedaría afuera de tu fiesta
si no lo compartiera.
Gerardo Oberman
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