Una dignidad despierta. Reflexiones evangélicas sobre el octubre chileno. Núcleo de Estudios Fe Pública[1]. Santiago – París, Ediciones Del Pueblo, 2020, pp. 94.
Este 18 de octubre pasado se cumplió un año de las protestas sociales generalizadas en Chile, las que han sido catalogadas como la mayor crisis institucional desde el llamado retorno a la democracia. Asimismo, el día 25 del mismo mes se realizará el referéndum, en el cual se decidirá la posibilidad de reemplazar la actual Constitución por una nueva. Cabe señalar, que dicho plebiscito, significa una vía de salida pacífica a dicha crisis propuesta parte de la clase política.
Es en este convulsionado contexto que se publica Una dignidad despierta. Reflexiones evangélicas sobre el octubre chileno el primero libro del Núcleo de Estudios Fe Pública. Un texto interesante de lectura ágil donde se dan citas diversas miradas acerca de la crisis sociopolítica pero desde un enfoque cristiano-evangélico de inspiración reformacional.
En varios de los siete textos que componen este libro se puede todavía percibir la memoria viva del llamado estallido social de octubre de 2019, sus temores e incertidumbres, pero también esperanzas y llamados a la acción. Si bien encontramos un abordaje a partir de distintas disciplinas (la teología, la filosofía y la política) todas ellas comparten un eje central: la interpelación desde un cristianismo que apela a ser protagonista de los cambios societales. Es decir, una Iglesia activa, comprometida tanto en la promoción de la paz colectiva como a su vez, en su deber profético de denuncia ante las injusticias.
¿Cuál es el rol del cristiano/a dentro de la crisis? ¿Cómo reaccionar ante las injusticias sistemáticas de los gobernantes? ¿Cómo interpretar la violencia de grupos de la sociedad civil? ¿Qué papel ocupa Dios, y qué espera de su iglesia? Son algunas de los cuestionamientos que se plantean a lo largo de estas páginas.
Es interesante cómo subyace una narrativa común que busca posicionar al creyente en un plano por sobre las «ficciones políticas» trascendiendo las concepciones dicotómicas y maniqueísmos que actualmente imperan en el imaginario social del mundo evangélico -no muy distinto por cierto de lo que ocurre en la sociedad secular chilena-. Esta tesis se aprecia de manera muy gráfica en las reflexiones de Jonathan Muñoz, Luis Pino y Luis Aránguiz. Al respecto, el primero de ellos sostiene la pretensión de “superar la visión maniquea que no sólo sataniza al oponente, sino que hace más que eso: al satanizarlo lo eleva a una categoría superior que no le pertenece”[2].
Otras conexiones entre los autores dicen relación con la importancia de la toma de conciencia y discernimiento ante los acontecimientos actuales que permiten combatir la indiferencia de un orden corrupto pero que, de ninguna manera, se expresa en pasividad y conformismo. Sino por el contrario, constituye una actitud fundamentada en la oración y el amor por el prójimo. Es valioso el intento de fundamentar un cristianismo que se distancia de las lecturas conspirativas propias de un sector que buscar legitimar de forma acrítica el status quo, así también aquellos que instrumentalizan la fe bajo un revolucionarismo solapado. Por ejemplo, Luis Pino, enfatiza “la necesidad de resistir la tiranía como acto de obediencia a Dios”[3] que sin embargo, se complementa con lo expresado por Javiera Abarca, quien sostiene que esto no debe “volvernos en opresores, no debemos responder el mal con el mal, porque Dios no le enseñó eso a su pueblo, y Cristo no actuó así”[4].
La marcada línea reformacional se manifiesta a lo largo de todo el manuscrito. Especialmente, el texto de Gonzalo David el cual presenta una reflexión desde el pensamiento calvinista (Calvino, Kuyper y Wolterstorff principalmente). Un breve pero consistente recorrido por los principales autores de dicha tradición en donde se plantean una serie de cuestionamientos que giran en torno al principio supremo de la justicia como condición de posibilidad a la paz social.
Destacan también una lectura semiótica de la noción de dignidad, concepto fundante del imaginario y la épica del relato que comenzó con las revueltas sociales, a cargo de Luis Aránguiz. Es relevante cómo argumenta la reivindicación de este valor universal como término intemporal propio del cristianismo, el cual se encuentra por encima de cualquier proyecto ideológico.
A su vez, la reflexión de Javiera Abarca presenta una mirada desde la filosofía sobre la moral objetiva dada por Dios la cual fundamenta la suficiencia humana de distinguir entre lo bueno y lo malo. Esto se traduce en la capacidad para resistir un régimen violento y pecaminoso pero sin recurrir a la venganza.
La última reflexión a cargo de María Jesús Cordero explora desde una lectura que mezcla lo miqueano y lo vivencial, las profundas raíces de desigualdad enquistadas en la estructura social y que ayudan a comprender, en parte, cómo se va gestando progresivamente el malestar que se manifestó en el octubre chileno.
Es necesario señalar que los textos se esfuerzan por establecer un reconocimiento profundo de una sociedad marcada por la injusticia y la indolencia de sus gobernantes. No obstante, este diagnóstico de ninguna manera se realiza desde una lectura superficial. Se evita el uso caricaturesco de los símbolos y lugares comunes como la noción de dignidad -presente de forma transversal en toda la obra-, paz, justicia, por nombrar solo algunas.
En suma, constituye una muy buena prueba de la vigencia y capacidad del mundo evangélico chileno para leer el momento actual, el cual ha respondido de diferentes maneras, tanto en lo reflexivo como en lo práctico a esta crisis de la sociedad chilena. Por ende, es un libro necesario y valioso que nutre el debate acerca de su papel en este proceso de transformación sociocultural.
[1] Javiera Abarca, Luis Aránguiz, María Jesús Cordero, Gonzalo David, Jonathan Muñoz y Luis Pino.
[2] p.29.
[3] p.14.
[4] p.70.