Posted On 09/12/2022 By In Pastoral, portada With 539 Views

¿Qué mueve esa espera? | Ramón A. Pinto Díaz y Rodolfo Olivera Obermöller

¿Te has olvidado de nosotros?- clama una madre por su hijo moribundo.

¿Hasta cuándo?  -gime un hermano por su hermana agredida

¿Cuánto más?  -clama la anciana olvidada por su familia.

¡Basta ya, por favor! – grita un joven enloquecido por sus traumas.

Desde lo profundo de los sin sentidos del dolor, nuestra alma implora porque todas las certezas se han ido, han huido de nuestra realidad, y han escapado de la vivencia asumiendo que todo está perdido.

¿Hacía dónde mira quien siente que ya lo ha perdido todo?, ¿al sistema? ¿A su familia? ¿sus amigos? Ya no queda nada, la bomba de lo aparentemente imposible ha barrido todo en su vida, y le recuerda segundo a segundo que no puede ganar contra su dolor.

¿Cómo sobrevivirá quién está ahogándose en la desesperanza si su único salvavidas es el yunque de lo posible?, ese sentimiento que sumerge y anega toda fe, y se refleja en consejos desalentadores que solo atemorizan, y dicen una y otra vez  «No creas y muérete »

Todo es bruma, todo es miedo. El horizonte mismo ha desaparecido en la difusa neblina del no creer.

Sin embargo,  cree.

Pese a todo, sigue esperando.

¿De dónde surge esa porfía de esperar aunque ya nada queda?

¿Que impulsa la esperanza en medio de una cultura de la inmediatez?

¿Es la promesa? ese bastión de la certeza que en medio de un océano de incredulidades, nos dice: «Cree en mí y recibirás la salvación.» Es la palabra empeñada por quien es mucho mayor a nosotros, y conociendo nuestras fragilidades nos invita a esperarle confiadamente.

¿Qué mueve esa espera?

¿Cuál es la fuente que la mantiene?

¿Será el AMOR, ese sentimiento que trasciende el tiempo y nos dice a diario, que Dios no nos abandonará en medio de la aflicción?

¿Será la FE en su permanente presencia en medio nuestro?

¿Será la ESPERANZA de qué cada día falta menos para su promesa?

Solo cuando nos abrimos a conocer más a Dios, encontramos un tesoro inamovible de certezas. Porque Dios no cambia.

Todo a nuestro alrededor puede caer, pero Su Presencia permanece intacta,  vigorosa y generosa de ofrecer amor hacia nosotros.

Esperar en Dios en medio de la prueba, no es un acto de confianza ciega hacia algo que no sabemos si existe. Sino por el contrario, ¡porque le conocemos!,  sabemos que no nos defraudará, y no habrá tardanza, sino una dulce espera,  incluso en el dolor.

Es la esperanza, construida en el amor hacia un Dios que cada día vamos conociendo más y más,  que incluso llegamos a tocarle, desearle y abrazarle en cada gesto de bien que manifiesta hacia nosotros.

Conocer a Dios en lo cotidiano aumenta nuestra fe, haciendo que  la espera se vuelva más que tolerable…agradable.

Saber quién es Dios en medio del dolor, el desconsuelo y el temor, nos eleva en la comprensión de lo que realmente es la naturaleza divina. Nos abre la mente hacia otra lógica de lo posible, de lo real y lo seguro. Nos señala con elocuencia por qué todo es posible para él.

De este modo,  la espera incluso se vuelve un medio de paz, ya que cada día es un nuevo momento para que Dios muestre su amor en medio de nuestros quebrantos; construyendo gradualmente un bastión de certezas en nuestros corazones.

La espera seguirá siendo espera, eso no cambiará,  pero ya no será una tortura,  sino el preludio y el cortejo del amor divino que nos sostiene y nos da fuerza para llegar a la meta final y allí sellar nuestro encuentro con lo Inefable de Dios.

Creyendo en él ya ninguna espera es amarga o inútil,  por medio de la fe, la propia espera es una bendición que podemos disfrutar a diario.

Belén nos recuerda que aunque Su Presencia siempre ha estado, se hizo palpable por Amor a nosotros.  Y experimentando nuestro propio dolor, nos ofrece caminar a su lado y vivir nuestra experiencia de vida a través sus ojos, sentir nuestro mundo con su corazón, y esperar el porvenir en paz; sabiendo que tenemos un mismo Padre que nos ama tanto,  que este universo jamás lo entenderá…

 

Reflexión del pasado segundo domingo de Adviento.

Mateo 3:1-12

Ciclo A

Ramón A. Pinto Díaz
Rodolfo Olivera Obermöller

Ramón A. Pinto Díaz

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