Posted On 24/11/2023 By In Opinión, portada With 587 Views

Querida mamá | Eva Delás

 

 Tú que estás pensando en serlo, que ya lo eres o que quizás estás en camino. Me acerco a ti con el deseo en mi corazón de que las palabras que escribo sean útiles en esta etapa que tienes por delante.

 Soy mamá desde hace cinco años. Una noche muy lluviosa de octubre nacieron mis dos promesas cumplidas, mi gracia duplicada. No solo nacieron mis niñas, también nació la mamá que hoy está al otro lado de la pantalla. Me planto aquí, pensando en ti, dejando que Dios ponga orden a todo lo que ha ido dando forma, para que esto que lees pueda ser un instrumento útil en tu vida y en la de tus hijos.

Esto no es un manual de instrucciones, tampoco una redacción experta sobre la materia, es una reflexión de mamá a mamá, de tantas cosas que se cruzan en nuestra crianza y que necesitamos repensar y mirar con nuevos ojos.

Tenemos a mano muchos recursos que hace pocos años no existían, me esfuerzo para aprovecharlos al máximo, aunque sé que no somos conscientes del costo que supone esta transformación interior a la que nos exponemos. Entender a las personitas que tenemos a nuestro lado, que se sientan amadas, respetadas, tenidas en cuenta, es una revolución en nuestra vida. Sobretodo, nuestro gran reto, aprender a ser y hacer lo que Jesús sería y haría.

Acompañar a nuestros hijos e hijas de esta manera nos enfrenta con el sobreesfuerzo de dejar atrás hábitos automáticos, con un cambio radical al “se hace así porque se ha hecho así toda la vida” y una pregunta que lo puede cambiar todo ¿se podría hacer mejor?

Aún tenemos un camino largo por recorrer, mucho por aprender, pero en este tiempo sumergida en el mundo infantil hay algo que Jesús me ha mostrado con claridad: su manera de mirar la infancia le da sentido y forma a todo lo demás.

“Luego le trajeron niños a Jesús para que los bendijera, pero los seguidores de Jesús los regañaron.

Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis” Marcos 10:13-14

Cómo tratamos a nuestros niños y niñas, lo que les decimos, cómo los acompañamos, nuestra manera de corregirlos, todo esto ¿acerca a nuestros hijos e hijas a Jesús?, ¿hoy Jesús nos tendría que recordar de nuevo “Dejad que los niños vengan a mi”?

A veces, ¿somos como aquellos que rodeaban a Jesús e impedimos que se acerquen a él? ¿Qué estamos haciendo para que los niños se alejen de él? ¿De su esencia? ¿De su amor?

Quiero compartirte algunos detalles sobre uno de los grandes retos con nuestros hijos, la educación emocional. Detalles que podemos repensar y transformarlos en herramientas para acercar a nuestros pequeños el amor de Jesús.

¡No llores que te pones muy feo / muy fea!

 Tú también lo habrás oído muchas veces:

«Déjalo llorar, ya se cansará».

«No le hagas caso cuando llora, se te va a subir a la chepa».

«Te tiene cogida la medida».

«Llora porque te está manipulando».

Y así, infinidad de formas y estrategias para que nuestros pequeños paren de llorar cuanto antes.

Puedo decirte con total seguridad que estas afirmaciones están obsoletas, sin sentido, no están basadas en lo que ya se sabe que ocurre en el cerebro del niño en cada etapa, sobre cómo acompañar, por ejemplo, lo que llamamos rabietas o pataletas. Nada justifica abandonar a un niño o hacerlo sentir mal por llorar o enfadarse, nada. Quien diga lo contrario está desinformado. Otra cosa es saber que somos los responsables de enseñarles a gestionar sus emociones de forma proporcionada y sana con ellos mismos y su entorno. Pero esto no lo asimilan abandonándolos cuando más nos necesitan, mientras están aprendiendo a expresar una emoción.

El llanto de nuestros hijos no nos manipula para que hagamos lo que ellos quieren a su antojo, es su forma de pedirnos ayuda, atención y apoyo. Arrinconarlos, ignorarlos o amenazarlos cuando lloran porque alguien nos ha dicho que si no hacemos esto nuestros niños se convierten en unos blanditos, es hacer una interpretación errónea. Jamás se nos ocurriría hacerlo con un adulto, ¿por qué nos permitimos llegar a estas conclusiones con nuestros hijos?

“La fortaleza no es el arte de aguantar es el coraje de expresar.” (Pilar Sordo)

Cuando oímos llorar intentamos a toda costa que el llanto pare, el llanto propio o ajeno nos molesta. Pero la expresión de las emociones, de todas, nos permiten aprender a gestionarlas, debemos dejar que fluyan en nuestros niños para entender lo que necesitan. Para recibir nuestro consuelo primero necesitan mostrarse desconsolados. Si no dejamos que saquen el dolor, no podremos acompañarlo. Bloquear el llanto, prohibirlo o negarlo no lo elimina, no significa que no lo estén sintiendo.

Un “No llores, que no pasa nada” es invitar a un ser inexperto en emociones a reprimirlas, pero no a dejar de sentirlas, porque pasar pasa, y mucho. Si no les permitimos llorar, quizás aprendan a no hacerlo, a no hacerlo con lágrimas, pero en su interior el malestar permanecerá.

A veces, valoramos que lo que ha ocurrido no está proporcionado con la muestra de dolor de nuestro hijo o hija. Aquí es interesante recordar que su interpretación de la realidad no es comparable a la nuestra como adultas. Que su dolor es válido, aunque nosotras lo etiquetemos como exagerado.

Querida mamá, recordemos esto cuando nuestros pequeños lloran: aunque me parezca un leve rasguño emocional, mi pequeño necesita sentirse amado, mi amor entra por su herida.

Validar lo que sienten es una de las herramientas más útiles que existen. Ponernos a su altura y expresar palabras como “entiendo que esto te haga llorar” o, “estar triste es normal, yo también estoy triste algunas veces” le transmiten cercanía, disponibilidad, empatía, trasmiten lo que nuestros pequeños necesitan, nosotras somos su lugar seguro en medio de su caos, así como Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, nuestra ayuda en momentos de angustia. (Salmos 46:1)

Esto es costoso, nuestros niños nos piden algo que no tenemos, no sabemos reconocer las emociones más allá de la alegría, el enfado o la tristeza. En muchos casos somos analfabetas emocionales, no podemos enseñar lo que no sabemos, pero podemos entrenarnos. He aquí la gran descripción de la maternidad ¿No te parece? No nacemos aprendidas, no nacemos sabiendo criar. Lo aprendemos y debemos estar dispuestas a dejarnos guiar por aquellos que entienden mejor la infancia que nosotras. Y no, no son exactamente las voces que escuchamos a nuestro alrededor que insisten en que eso es así porque se ha hecho toda la vida. La educación emocional de nuestros niños está en juego.

Mamá, investiga los recursos a tu alcance, contrasta y desarrolla un criterio con bases sólidas. Huye de la carga que genera la culpa. Mi reflexión no es para buscar culpables, si no para concienciarnos de la responsabilidad de aceptar el reto y asumir el cambio de enfoque a la hora de acompañarlos a transitar las emociones, las positivas y las que siempre hemos valorado como negativas. Porque esa enseñanza le da forma al mismísimo amor de Jesús por nuestros pequeños.

Querida mamá, permitamos que puedan expresar sus emociones, acompañándolas, validándolas y así dejemos a nuestros niños llegar hasta Jesús.

Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis.” Marcos 10:14

 

Bibliografía de interés:

 Los niños que fuimos, los padres que somos. Beatriz Cazurro.

 El cerebro del niño. Daniel J. Siegel.

 El cerebro del niño explicado a los padres. Álvaro Bilbao.

 Disciplina sin lágrimas. Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson.

 Redes:

Milena González. Psicóloga.

Eva Delás Ortega

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