“Hace unos días en la visita a nuestra pediatra tenían que vacunar a mi hija.
– Las “niñas mayores” se portan bien.
Comentó la enfermera mientras preparaba la vacuna.
¿Qué quería decir exactamente con portarse bien? ¿No llorar? ¿“Ser mayor» es no quejarse en la consulta del médico? ¿Las niñas que expresan el dolor de un pinchazo no pueden ser «niñas mayores»?
¿Qué es “ser mayor”?»
Las expresiones de «toda la vida», ¿acercan a nuestros niños y niñas a Jesús?
Mamá, ¿has pensado en esto alguna vez? Desde que nuestros hijos nacen tenemos varios discursos que nos han acompañado constantemente, por ejemplo, estos:
«Así, muy bien hecho, ¡qué mayor eres!».
«Él no sabe hacerlo, todavía es un bebé”.
“Con lo mayor que eres, ya deberías estar durmiendo en tu cama».
«Eres demasiado mayor para seguir utilizando pañal».
Tratamos de alentar a nuestros niños con estas expresiones, pero en lugar de animarlos ¿Podemos estar haciéndoles sentir dolidos, ridiculizados o fracasados?
Este es el mensaje, ser “mayor” es ser adulto o parecerlo, desarrollar sus habilidades, tener sus destrezas. Ser “pequeño” es ser niño, es no saber hacer muchas cosas, no llegar, no lograr, no alcanzar.
Nuestros niños interiorizan lo siguiente: “Cuantos más logros aprenda, cuando lo que haga se parezca más a lo que hacen los adultos, mejor seré. Ser niño está mal, ser adulto está bien.”
Si consiguen aprender ciertas habilidades les colocamos la etiqueta de “mayores”, si no las consiguen, retiramos esa etiqueta, sin ser conscientes de que en la mayoría de los casos los aprendizajes forman parte del desarrollo personal de cada individuo. Por ejemplo, controlar el esfínter o dormir solo o tantas otras cosas que no tienen tanto que ver con la edad, si no con su proceso madurativo. El niño o la niña no es capaz porque no quiera, y con estas expresiones alimentamos una frustración y sensación de incapacidad en ellos que puede generar baja autoestima, inseguridad y desconfianza.
También les hacemos entender que los niños menores son seres inferiores porque no son capaces de A o de B como ellos. Y entonces fomentamos la desagradable competitividad, la rivalidad entre sus iguales. «Yo hago mejor las cosas que tú, por lo tanto, soy mejor que tú y tú eres inferior».
Además, instalamos un discurso en sus mentes que habla de que «la niñez cuanto más rápida se pase mejor». «Desconecta del niño o niña que eres porque tienes que ser mayor, tienes que ser adulto cuanto antes».
“No eduquéis a vuestros hijos como si la niñez fuera la sala de espera de otra cosa”. Andrew Hargreaves.
Vivimos en una sociedad, que en muchos contextos, entornos y lugares es extremadamente adultocentrista, hecha solamente para los adultos, en la que los niños sobran, molestan. Hay cosas en esta sociedad que aún tienen muchísimo que adaptar, aprender y mejorar, para que los niños puedan transitar su infancia en este mundo de manera más respetuosa.
Quizás por esto nos corra prisa que nuestros pequeños y pequeñas pasen una infancia corta, que “se comporten como toca”, que no hagan ruido, tal vez nos corra prisa por nuestra tendencia a sobreprotegerlos. Cuanto antes aprendan a no molestar mejor.
“Luego le trajeron niños a Jesús para que los bendijera, pero los seguidores de Jesús los regañaron” Marcos 10:13
Quizás dijeron – ¡Niños, dejad de ser niños!
«Pasamos el primer año de la vida de un niño enseñándole a caminar y a hablar, y el resto de su infancia diciéndole que se calle y se siente, algo no funciona bien». Neil deGrasse Tyson
“Serás madre toda tu vida. Él sólo será niño una vez”. Dejemos de imponer la inmediatez, dejemos de acelerar el desarrollo que todo niño debe transitar, aprendamos un poquito más sobre sus procesos madurativos.
Permitamos a los niños ser niños, acompañándolos con nuestras palabras a disfrutar de su infancia, a conectar con ella, a mirar a los demás como iguales.
Querida mamá, recordémosles intencionalmente que son válidos siendo niños, que no se trata de llegar antes, sino de disfrutar del camino de su niñez que es maravillosa, y así, dejemos a nuestros niños llegar hasta Jesús.
“Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis” Marcos 10:14
Bibliografía de interés:
Los niños que fuimos, los padres que somos. Beatriz Cazurro.
El cerebro del niño. Daniel J. Siegel.
El cerebro del niño explicado a los padres. Alvaro Bilbao.
Disciplina sin lágrimas. Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson.
Redes:
Milena González. Psicóloga.
Alberto Soler. Psicólogo.
Rafa Guerrero. Psicólogo y doctor en educación.
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