Redescubriendo lo afro, haciendo teología desde la cotidianidad
La teología feminista latinoamericana y caribeña es contextual y se hace/escribe desde nuestras experiencias como mujeres, desde nuestros cuerpos, desde nuestros sentires, haceres y también desde nuestras memorias. Soy mexicana, mestiza de origen popular urbano pobre y de herencia pentecostal protestante; persona con conforme. Siempre recalco estos elementos porque sí no tuviera conciencia de esto, hoy no sería la mujer que soy… Aunque ahora soy parte de la diáspora latinoamericana en Reino Unido, y me leo y entiendo como una mujer migrante con todos los retos y privilegios que ello implica, he encontrado en la diáspora que la teología feminista latinoamericana me ha permitido entender que las mujeres dentro y fuera de las iglesias estamos viviendo tiempos proféticos. Estamos jugando un papel fundamental al denunciar las opresiones que hemos vivido a lo largo de los años por nuestro género, por nuestro color de piel, por nuestra clase social, por las formas y opciones en que hemos vivido nuestra sexualidad. No sólo denunciamos, sino que ponemos el cuerpo y la reflexión personal y colectiva para que en nombre de Dios, nuestras opresiones terminen y no se perpetúen de generación en generación.
Pensando la teología afrodescendiente/negra y sus aportes
Hace poco tomé un curso virtual con la teóloga puertorriqueña queer Margarita Sánchez de León sobre “Teologías feministas negras”. A manera de contextualización, hizo referencia a la esclavitud como punto de partida para entender la presencia/dispersión afro en América Latina y el Caribe. Más adelante ella vinculó esa Historia de esclavitud con la resistencia que nuestras poblaciones afro han hecho, y cómo parte de esa presencia se ha visto marginada. Una marginación que pasa por el cuerpo, los modos de vida y que finalmente, pasa de memoria en memoria intergeneracionalmente. Como punto meteorológico, Margarita nos invitó a visibilizar de la teología elaborada por mujeres afrodescendientes. Una teología producida desde los márgenes y la invisibilización de la Historia y la memoria. Un primer acto teológico entonces es el cuerpo como espacio de la manifestación de lo Divino y la ancestralidad (desde la espiritualidad de lxs ancestrxs), según Silvia Regina de Lima Silva.
La memoria y las tradiciones orales son poderosos vehículos no sólo de preservar un conocimiento que aporta alternativas para vivir fueran de la homogeneidad que nos propone el capitalismo neoliberal, sino herramientas para el diálogo macro religioso con otras teologías como la indígena, la chicana, la queer.
Por ejemplo, el Encuentro Mujeres Indígenas Afrodescendientes-Espiritualidades y Sabiduríasreunió a 33 mujeres de 14 pueblos diversos de nuestra Abya Yala. Algunas participaron en el diálogo “Mujeres luchando por sus cuerpos y territorios libres”. En ese Encuentro se ve cómo cuatro mujeres diversas -Maydi Estrada, Pueblo Plurales de Cuba, Margarita de la Torre, Pueblo Otavalo de Ecuador, Rosa Martínez, Pueblo de Guerrero de México y Lorena Cabnal, Pueblo Maya-Xinka de Guatemala- reivindicaron su memoria, su ancestralidad, su marginalidad de las narrativas oficiales, pero nos ofrecieron claves para pensar lo Divino, la vida y sus experiencias personales y colectivas contestatarias/resistentes. Estas mujeres se pronunciaron contra la colonialidad religiosa cristiana, contra la colonialidad de los saberes, a los proyectos extractivistas y a los usos y costumbres milenarios que han negado la vida y dignidad.
Ante todo, las teologías y las narrativas negras/afrodescendientes nos invitan a entender el mundo y lo que le habita más allá de una visión dual, mecánica, moderna y liberal, y volver la mirada a lo que ha estado vivo desde antes de que nos impusieran un sólo modelo de ver la vida. Las teologías y las narrativas negras/afrodescendientes son una invitación a navegar por pensar y vivir holísticamente, deconstruyendo las opresiones marcadas por el racismo institucional que tanto afecta América Latina y el Caribe desde tiempos coloniales. Sus efectos en nuestros territorios son el patriarcado, el racismo, el sexismo y la invisibilización-neutralización de lo racial.
Herencias y revoluciones cotidianas
Antes de leer propuestas teológicas negras/afrodescendientes desde América Latina y el Caribe de habla español, me acerque a la historia y pensamiento de mujeres afroamericanas. Ida B. Wells, Sojourner Truth, Maya Angelou, Audre Lorde, bell hooks, Toni Morrison, Angela Davis, Assata Sakhur, Alice Walker, Roxane Gray y muchas mujeres que desde tiempos de la esclavitud hasta los recientes movimientos #MeToo y #ßlackLivesMatter en los Estados Unidos, han luchado por destruir las opresiones personales y colectivas, sintiéndose plenas y orgullosas de ser quienes son. Algunas de ellas no negaron que su experiencia de lucha venía de hacer memoria de los sufrimientos de sus ancestras y de esos días donde pensaban su liberación alimentado su espiritualidad. Esas y otras historias que he ido conociendo en el tiempo, me llevaron a pensar que toda Historia-narrativas elaborada por mujeres desde espacios de marginalidad retando lo normal que les excluye/nos excluye, son válidas.
Siento una gran conexión con el pensamiento e Historia afro no sólo de los Estados Unidos, sino con las comunidades afro que pueblan todas las Américas y esta parte del mundo. Hay un vínculo que si bien nos lleva a hablar sin temor de lo racial como elemento de empoderamiento, resistencia, resiliencia y aliento espiritual desde donde bebemos sabidurías, en las narrativas de coloniales nos podemos encontrar. Desde el trauma histórico de la esclavitud con el trauma contemporáneo de ser mujer de color en una cultura que aún se basa en el supremacismo blanco, en el sexismo, el racismo, la discriminación y la exclusión, podemos usar nuestros cuerpos como espacios de producción teológica liberacionista.
La producción de nuevas narrativas, nuevas teologías
Debo decir que he venido a conocer más de la realidad latinoamericana y caribeña afro en Londres, gracias a otras mujeres migrantes y en diáspora como yo. Marta, una afrocolombiana defensora de territorio que tiene 12 años de exiliada en Londres, me cuenta cómo ser negra y abogada representando a campesinos frente a proyectos extractivistas en el Cauca, lo vio como algo muy normal, hasta que llegó a Londres y escuchó por primera vez la palabra “racismo”. Después de un proceso de reeducación en espacios de base feministas interseccionales, comprendió que parte de su lucha por sobrevivir en un ambiente sexista, misógino y corrupto estaba envuelto de racismo. Ahora Marta es una luchadora de la comunidad latinoamericana contra la gentrificación, baila cumbia y explica a las nuevas generaciones el origen de la cumbia y bailes afro desde tiempos de esclavitud.
Otra mujer poderosa es Kenia Ramos, hondureña que llego a la organización donde actualmente laboro porque dijo sentirse por primera vez autorepresentada en las actividades que hicimos. Ella no es de la comunidad garífuna, sino que en su país pertenecía a la población media clase urbana. Cuenta ella que al llegar a España y luego a Londres, sintiócomo su color de piel le puso una barrera para integrarse al mercado laboral, pues se encontró en medio de espacios racistas donde a pesar de sus conocimientos y experiencias, por su presencia y color de piel, las puertas se le cerraron. Un día hablamos sobre feminismo interseccional y del racismo estructural en America Latina, el Caribe y en Reino Unido; hablamos sobre las diferencias existentes entre ambos racismos, y cómo empoderarse siendo mujer de color (BME women). Fue un proceso de aprendizaje y sanación en colectivo, y aunque ahora Kenia tuvo que irse a vivir a Madrid, la veo orgullosa de quien es, de no sentir más dolor por haber experimentado tanto racismo y sexismo en su experiencia personal y como profesional. Ahora ella es una educadora popular que va de escuela en escuela junto a su hija de 5 años, hablando de la importancia de no dejarse vencer por el racismo, sino beber de la sabiduría de resistencia de los antepasados desde nuestros lugares de nacimiento.
Otra es Nina Franco, una afrobrazileña que desde las artes plásticas, recupera los autorretratos de las mujeres negras latinoamericanas y caribeñas. Ella habla de una autorepresentación y poder “prieto”. Gracias a ella, conocí que en América Latina, Brazil es el país con más población joven negra en la cárcel, casi a la par de los Estados Unidos. De toda la población latinoamericana en Reino Unido, la comunidad brasileña es la más grande en número, pero la más marginada entre los mismos latinoamericanos, por el idioma, y la sociedad británica. Por ello, Nina intenta a través del arte darle una voz y rostro a las mujeres de su comunidad, retándonos a la demás comunidad latinoamericana a acercarnos y solidarizarnos con lxs brasileñxs “prietos”.
En los ejemplos de mujeres que he dado aquí, puedo ver que parte de su fuerza viene desde su autodescriubrimiento como mujeres afro. Cuando he tenido la oportunidad de platicar con ellas, aunque reconocemos que venimos de países donde el catolicismo y los movimientos evangélicos conservadores son muy fuertes, ninguna se asume como creyente dentro de los parámetros clásicos binarios. Marta, Kenia y Nina reclaman para sí el baile, el canto, los murmullos, los silencios, las presencias ancestrales, los cuerpos ataviados de múltiples colores; los trenzados y afros que se visibilizan y los nombres que rememoran las tierras dónde se nació… Capoeira, fesuada, yuca con arroz después de un Amén…Eso es espiritualidad. Y cómo dijera Helio Gallardo en su libro Habitar la Tierra, al referirse a los movimientos sociales que luchan contra las ideologías dominantes, “hay que darle sentido social a la esperanza.”
Qué sería del relato bíblico del encuentro de Salomón con la reina de Saba, Makeda, quien es reconocida como una de las esposas de Salomón y madre de los judíos coptos etíopes, que por cierto son negros. ¿O qué sería de Moises sí la princesa egipcia no lo hubiera recogido en le canasto cuando era un bebé? ¿Podemos ver en esos personajes bíblicos ocasionales, al margen de la Historia, un gesto de inclusividad del Reino? Conocer y reconocer el aporte de las presencias afro de mujeres y las teologías liberacionistas de mujeres negras o racializadas, nos invita a ponernos frente al espejo y sacar el racismo colonial que puede habitarnos en lo más profundo de nuestro ser; a clamar por un mundo sin racismo, sin sexismo, sin colorismo y sin minorías-mayorías que en nombre de mitos bíblicos, algunos se enseñorearon sobre otros, y a reconocer que no hay razas puras, así como evangelios puros.
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