Muchas vertientes tiene la teología, incluso hay formas de reflexionar con tantas particularidades que nos parecería difícil pensar que existen hasta que encontramos títulos como Mundo negro en revistas como Ribla.
Aunque resulte curioso, teologías como ésta son una realidad (Teología Negra). No sabría definir si específicamente todos los latinos, pero sí una gran parte de ellos están acostumbrados a entender el adjetivo Negro (a) como algo que denota algo malo, perverso y dañino. Sin embargo, en teología existe como distintivo de una forma de reflexionar y explicar los misterios en los que todos quieren filosofar.
Para introducirnos, aunque superficialmente, en el tema, vale la pena mencionar lo que significa el Reino de Dios para algunos teólogos, quienes lo definen como “la voluntad redentora de Dios en acción presente y futura, incluyendo sanidad, reconciliación e integridad para el marginado”. No obstante, ante esto la iglesia cristiana tiene una gran deuda, propiciada por algunos teólogos, hacía las comunidades afro (entendiendo afro como prefijo que denota a las comunidades negras africanas). Y para entender a qué deuda se refiere este escrito, debemos mirar a la historia, sí, la historia, esa que no conocemos y que, con honestidad, a muchos no les interesa conocer.
En el siglo XVI, más exactamente en 1520[1], se generó un debate en cuanto al origen de los seres humanos, desatándose así un racismo doctrinal en el seno de la teología[2], en el que algunos teólogos se hicieron partidarios del monogenismo y otros del poligenismo. Los primeros acentuaban que la humanidad obedecía a un único origen, mientras que los segundos sostenían varios orígenes, planteando, de este modo, que todos los seres humanos no descendían de Adán y Eva. Tampoco debemos ignorar que en ese mismo siglo la colonización estaba en auge y que las flotas europeas saqueaban las riquezas del nuevo continente, valiéndose estos invasores del trabajo de los indígenas americanos, a los que les faltó poco para extinguirse debido a las duras e infames tareas que se les exigía.
Ante tal situación, surgieron algunas soluciones, sin embargo, vale la pena mencionar que en esa ocasión fue más que acertado el refrán que reza: “fue peor la solución que el problema”. Y esto debido a que, ante la amenaza a los nativos americanos, el fraile dominico Bartolomé de las Casas[3] propuso el tráfico de africanos, argumentando que éstos eran más fuertes y aptos para el trabajo duro. En pocas palabras, la esclavitud de afros fue propuesta por este Fray.
Ante el mestizaje colonial en américa, el racismo adquirió una gran importancia, con la consecuente prevalencia de los blancos europeos sobre el resto y la consideración de que este colectivo reunía todos los atributos humanos y, por lo tanto, los demás grupos demográficos eran más o menos humanos dependiendo de cuanto se parecieran a los blancos. Dichas afirmaciones encontraron apoyo bíblico en la historia de Noé, interpretada en el sentido de que los afros descienden del castigo dado a su hijo Cam por haber mirado la desnudez de su padre mientras se recuperaba de una borrachera. Tal historia fue complementada con otros textos como Efesios 6:5 y Eclesiástico 33:26 28, los cuales fueron objeto de numerosas exégesis cuya conclusión fue que los negros estaban destinados a la esclavitud y que el esclavo debía ser dócil y servicial en todomomento[4].
En 1869, Juan Bautista Casas, sacerdote español, aseguraba que los afro sufrían la maldición narrada en el pentateuco y por ende su inferioridad sería perpetuada por los siglos. Sin embargo, tales afirmaciones “bíblicas” sólo fueron usadas (y lo siguen siendo) debido a la necesidad de justificar la esclavitud y el dominio por parte del hombre blanco sobre los demás hombres y mujeres que no tenían su mismo color de piel.
El color negro, como ya se ha mencionado, ha sido catalogado como el color del pecado, incluso el pecado se define como negro. Por esta razón los estereotipos de inferioridad fueron asociados a los afro, ya que ¿qué más prueba se necesita que el color de su piel?
En el siglo XVIII, en Jamaica, apareció una iglesia bautista fundada por un afro, George Lisle, quien enfrentándose a persecuciones, amenazas y a la cárcel no dejó de predicar, a pesar de que para las autoridades coloniales estos grupos representaban la sublevación y debían ser detenidos. Sin embargo el avance continuó hasta tal punto que se empezó a pensar en teología desde la óptica del afro.
El punto de partida de esta teología afro (teología negra) consiste en pensar el contenido del cristianismo como un mensaje liberador[5]teniendo en cuenta que el Reino de Dios es (también) liberación para el marginado. Liberación de los poderes subyugadores impuestos por la iglesia, comparándose de esta forma con Jesús, que también fue marginado y muerto por la institución religiosa de su tiempo.
La liturgia practicada por ésta corriente teológica radica en recuperar la identidad y esencia africanas; identidad que les fue arrebatada en el mismo momento en que el tráfico y la esclavización se ejecutaron. Sin embargo, dicha ideentidad no fue aniquilada del todo, ya que que fue a inicios del siglo XX cuando en una comunidad de afros en Los Ángeles California (Estados Unidos), más exactamente en la denominada Calle Azusa, tuvo lugar un avivamiento que daría inicio a las iglesias pentecostales en 1906. Ante esto, valdría la pena preguntarnos, ¿Dios se valió de esta comunidad marginada para avivar el pentecostalismo, el cual ayudó a la expansión del cristianismo protestante, o sólo fue un movimiento producto de la identidad de esta cultura africana el cual llegó a permear el mundo entero?
Por tanto, y atendiendo a lo dicho, debemos reconocer que la influencia que han ejercido los afro en los aspectos litúrgicos transciende lo invisible, puesto que aunque algunas prácticas se ejecutan sin saber que proceden de ellos, adquieren más fuerza cada día. Recordemos los inicios del siglo XX, cuando en el Sur de los Estados Unidos se empezaron a implementar ritmos musicales (Góspel, Blues, etc.) que cambiaron la forma de adorar y alabar en las congregaciones cristianas, e incluso tuvieron una gran influencia en la música no cristiana, donde Elvis Presley encaró un movimiento encargado de revolucionar la música mundial con el Rock & Roll, sin olvidar que este niño blanco fue fuertemente influenciado por las comunidades afro donde socializaba.
Por esta razón, resultaría muy apropiado repensar nuestra forma de actuar y la enseñanza doctrinal que divulgamos, y preguntarnos: ¿es posible que estemos favoreciendo una continuidad del racismo y lo escondamos con cortinas de humo tales como una mala interpretación y exégesis bíblica, o estamos dispuestos a llevar a cabo la praxis liberadora del Reino de Dios que ofrece restauración, liberación e integridad para todo tipo de marginados?[6].
[1] CULTURA NEGRA Y TEOLOGÍA. Editorial DEI. Pág. 58
[2] El racismo doctrinal no sólo se fundamentó en la teología; cabe resaltar que pensadores como Voltaire, Linneo, Kamper, Buffon, etc., contribuyeron al racismo “científico” (Siglo XVIII), arguyendo que el hombre en su inicio fue blanco y que el color de piel cambió de acuerdo a los trópicos donde éste se desarrollaba, concluyendo de esta forma que el hombre blanco era superior a los demás hombres y su jerarquización debía ser aceptada y no contradicha.
[3] Ibíd. Pág. 59
[4] Ibíd.
[5] CONE James H. TEOLOGÍA NEGRA. Artículo que sintetiza su propia obra Schwarze Theologie im Blick auf Revolution, Gewaltanwendung und Versöhnung, Evangelische Theologie. (1974). Publicado en http://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol14/55/055_cone.pdf Mayo 2013.
[6] Entiéndase que no sólo el racismo es una forma de discriminación. Hoy día surgen diferentes minorías que también sufren el flagelo de la marginación.
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