Posted On 03/11/2023 By In Biblia, portada With 1159 Views

Relato de un duelo (Job 1:21-22, 2:9-10) | José A. Fernández

“Sólo a la luz de la interpretación algo se convierte en un ‘hecho’”[1]

 

Es bien sabido que cuando experimentamos una pérdida importante en nuestras vidas, no existe un tipo de duelo correcto y otro equivocado. Cada persona experimenta el duelo de una forma distinta, e incluso una misma persona puede reaccionar de formas distintas en varias etapas del duelo[2]. En los dos primeros capítulos del libro de Job nos encontramos con dos personas en profundo dolor. Ambas han experimentado pérdidas parecidas, pero cada una reacciona de forma muy distinta. Normalmente, en la vida cotidiana, cuando estamos en presencia de alguien en duelo, somos conscientes de que no hay un patrón específico en el que dicha persona deba encajar; no hay un mínimo nivel de coherencia que dichas personas deban alcanzar, como tampoco hay palabras, expresiones o incluso gritos que deban ser considerados como inaceptables. El dolor a veces trae a nuestra boca palabras que no habrían llegado ahí de otra forma. En el caso del libro de Job, sin embargo, existe una larga tradición interpretativa que deduce, de unas pocas palabras expresadas en duelo y dolor, si estamos tratando con un santo o con un demonio. En este tercer estudio, me gustaría utilizar este duelo para considerar la línea (a veces, el abismo) que separa lo que el texto bíblico dice, de lo que creemos que debe decir.

 

Escena 1: El eco

Las primeras palabras de Job en este libro son su respuesta al primer intento de Dios, por medio del acusador, de zarandearle. Dice Job:

“Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21 RVR1960)

Como varios comentaristas han notado, lejos de lo que pueda parecer a simple vista, no tenemos aquí otra cosa que un popurrí de frases hechas y fórmulas litúrgicas[3]. Job, en su profundo dolor, después de la pérdida de sus posesiones y de sus diez hijos, se cobija en la tradición y se deja llevar por el poder que tienen los rituales para aportar cierta serenidad en este momento de completo desastre en el que todo se tambalea[4]. Podríamos decir que, en estas palabras, más que escuchar la voz de Job, escuchamos el eco de otras voces. Las primeras palabras de Job en este libro emanan de la compleja narrativa en la que habita, una narrativa que parece ser capaz, quizá, de aportar un cierto nivel de alivio al dolor que provocan las pérdidas que Job acaba de sufrir. ¿Es esta respuesta respetable? Claro. ¿Es mejor que otras? Por supuesto que no.

Siendo esto así, no deja de ser curioso que estas palabras hayan encontrado un lugar tan privilegiado en la imaginación del creyente. Incluso hay canciones cristianas que se basan en esta frase de Job[5]. Creemos, parece, que estas palabras son dignas de alabanza, que son una demostración inaudita de fidelidad a Dios, que merecen ser recordadas y, si somos capaces, merecen también ser imitadas. Ponemos estas pocas palabras por delante del resto que saldrán de labios de Job, creyendo que en ellas percibimos al verdadero héroe de la fe, la imagen de aquel santo a quien debemos aspirar, por muy difícil que sea. De alguna forma parece que admiramos a alguien cuya respuesta a la pérdida de sus diez hijos es la repetición de una serie de frases hechas en las que, no perdamos de vista, Job no solo no se dirige a Dios de forma directa, sino que incluso se refiere a él utilizando palabras que ni siquiera parecen pertenecer a su vocabulario[6].  Por tanto, ¿por qué ponerlas en tal pedestal?

 

Escena 2: La confrontación

Por otro lado, en el segundo capítulo del libro, cuando aún resuena el eco de esas otras voces, se oye una nueva voz, una que no se asemeja a esas otras. Es la voz de la esposa de Job. Ella también ha perdido diez hijos, pero el autor no nos ha dejado escuchar su voz hasta ahora, cuando la encontramos cuidando de un marido moribundo. ¿Y qué función cumple la esposa de Job en este relato? De la misma forma que muchos han convertido al agente de Dios en Satanás[7], otros han convertido a la esposa de Job en un demonio. Para unos esta mujer es la ‘asistente del diablo’, para otros es la ‘herramienta de Satanás’, y aún otros creen que Dios la dejó con vida en el primer capítulo para usarla como tormento de su marido en el segundo[8].

Pero ¿qué puede haber dicho esta mujer, desde su dolor, para provocar tanto odio? Escuchemos sus palabras:

“¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!” (Job 2:9 NVI)

Todas las traducciones españolas que he consultado interpretan estas palabras de forma parecida. La esposa de Job hace un reproche, a modo de pregunta, a su marido, y a continuación sugiere una blasfemia. Sin embargo, ninguna de estas dos acciones aparece realmente en el texto hebreo de forma explícita[9]. Lo que leemos literalmente en el texto es:

“Aún mantienes tu integridad. ברך Dios y muere” (Job 2:9)[10]

La primera frase es una copia exacta de las palabras que Dios dirige al acusador en 2:3 (con un simple cambio de pronombre). Si en labios de Dios esas palabras son entendidas de forma positiva, ¿por qué han de cobrar un tono tan negativo cuando aparecen en labios de esta mujer? La segunda frase contiene la misma ambigüedad con la que nos hemos encontrado ya en varias ocasiones en estos dos primeros capítulos del libro, la palabra hebrea ברך, una palabra que puede ser traducida como ‘bendecir’ o ‘maldecir’. De hecho, dado que esta palabra parece cambiar su sentido varias veces en la narrativa, es incluso posible entenderla de ambas formas. En este caso, la esposa de Job estaría poniendo delante de él dos opciones: bendecir o maldecir a Dios antes de morir[11].

Así, la esposa de Job confronta a su marido con una posibilidad que quizá hasta este momento Job no había considerado desde dentro de su caja[12]: le pone delante la posibilidad real de bendecir o maldecir a Dios. Y también le confronta, elija la opción que elija, con el mismo destino final en ambos casos, la muerte. Y esta confrontación, como veremos más abajo, provoca un cambio en Job. Parece que con un par de frases esta mujer consigue hacer lo que la otra herramienta de Dios no había conseguido hacer hasta ahora con dos olas de desastres, consigue dejarnos ver de forma explícita que la caja de Job no es tan compacta como parecía.

 

Escena 3: El cambio

A estas palabras responde Job, según la mayoría de las traducciones, con estas otras:

“¡Has hablado como hablaría cualquiera de las mujeres insensatas! Recibimos el bien de parte de Dios, ¿y no recibiremos también el mal?” (Job 2:10 RVA2015)

Aunque la mayoría de las traducciones coinciden en un texto parecido a este, tampoco en este caso reproducen lo que dice literalmente el texto hebreo. La respuesta de Job es esta:

“Como una de las mujeres insensatas, así hablas; recibimos el bien de parte de Dios y el mal no lo recibimos” (Job 2:10)[13]

Job no responde esta vez bendiciendo a Dios. Más bien, responde con un insulto a las palabras de su esposa y, a continuación, expresa una afirmación sorprendente que, leída literalmente, contradice uno de los proverbios que había recitado anteriormente (ver más arriba), donde parecía aceptar que de Dios provenían tanto el bien como el mal. Sorprende tanto escuchar esta contradicción en labios de Job, que quizá por eso la mayoría interpreta esta segunda frase como una pregunta retórica. Para muchos parece impensable la posibilidad de que una persona en duelo y experimentando tortura corporal pueda expresar contradicciones[14].

Desafortunadamente, aquellas traducciones que eliminan ambigüedades también transforman el texto, forzando así una interpretación determinada de lo que ocurre e ignorando la posibilidad de que las palabras de la esposa de Job estén provocando dudas en su marido. Para estos intérpretes, la caja de Job continúa intacta, su certeza no ha cambiado y el Job del capítulo 2 es el mismo que el del capítulo 1. Sin embargo, el texto ofrece otra posibilidad. Algo en las palabras de su esposa ha provocado un cambio en Job[15] y eso ha hecho posible que escuchemos otra voz, una que procede de un lugar de incertidumbre, de contradicciones.

Me parece apropiado que sea esta mujer olvidada[16] la que provoque este cambio, la que despierte a su marido de su sueño de perfección. Al fin y al cabo, son ellos dos los que están experimentando el dolor de estas pérdidas. Ella también ha perdido diez hijos. Ella también ha pasado de la riqueza a la pobreza. Y ella tiene que observar el dolor de su marido, quizá incluso asistirle, ayudarle a seguir viviendo, o quizá incluso ayudarle a morir. Y, por tanto, ella también tiene derecho a hablar y pedir a su marido que salga de su caja, que abandone la certeza y seguridad que aporta la narrativa en la que vive, y que afronte la realidad que están viviendo, con su terrible ambigüedad[17].

Este cambio lo apunta el narrador de forma un tanto sutil. Al final del capítulo 1 el texto dice:

“En todo esto Job no pecó” (Job 1:22 LBLA)

En cambio, casi al final del capítulo 2 leemos:

“En todo esto Job no pecó con sus labios” (Job 2:10 LBLA)

En hebreo son dos frases exactamente iguales, excepto que la segunda tiene una palabra más. Un pequeño cambio casi imperceptible. Casi. Parece ser, como el narrador dice, que Job no pecó, ni antes ni después. No pecó dentro de la caja, y no ha pecado ahora que está saliendo de ella. Para el narrador, no parece que el pecado tenga nada que ver con estar dentro o fuera de la caja. Pero esta palabra de más, que algunos han interpretado como un intento sutil de apuntar a un posible pecado interno[18], al menos indica un cambio entre el antes y el después. La vida de fuera no es igual que la de dentro. La certeza de dentro no existe fuera.

 

Corolario: Quien lee, interpreta

¿Está Job enfadado o agradecido cuando dice sus primeras palabras?, ¿con qué tono las dice, cuál es su semblante?, ¿está llorando o impasible? ¿Elige Job repetir ciertas frases hechas porque su enfado le impide expresar lo que realmente piensa?, ¿o es quizá miedo lo que tiene, miedo a ser el próximo en esta larga lista de desastres sin sentido? Y su esposa, ¿grita, pregunta, o susurra al oído cuando habla con su marido?, ¿son palabras de amor y consuelo, o de amenaza las que dice? ¿Existen elementos de sarcasmo en las palabras de ambos?

Nuestra lectura del texto bíblico no es inocente. Todos interpretamos. ¿Somos conscientes de cuánto traemos al texto en nuestra interpretación? Preservar las ambigüedades del texto puede ayudarnos en este sentido. Un texto ambiguo abre el abanico de posibles interpretaciones. Sospecho que muchas traducciones bíblicas, en su afán por ofrecer una historia clara y coherente, cierran este abanico demasiado pronto. Es sano, creo, hacer un esfuerzo por mantener la distancia que nos separa del texto en lugar de intentar acortarla excesivamente. Esta distancia es precisamente la que nos permite, no solo pensar a Dios, a Job o a su esposa, sino también pensarnos a nosotros mismos.

_________________________

[1] H.-G. Gadamer, “Text and interpretation” (Phainomena 70)

[2] A. Broadbent, We Need to Talk About Grief; J. Brazier, The Grief Survival Guide

[3] La primera frase alude a un dicho que encontramos en Eclesiastés 5:15 (C.L. Seow, Ecclesiastes). La última frase es una cita literal de Salmos 113:2 (D.J.A. Clines, Job 1-20). ¿Y la frase del medio? Tenemos otra procedente de Mesopotamia, en escritura cuneiforme, que dice: “El rey dio, y el rey quitó; larga vida al rey”. Algunos estudiosos consideran que Job simplemente adapta un proverbio tradicional como este (T.H. Gaster, Myth, Legend, and Custom in the Old Testament)

[4] R.W. Medina, “Job’s Entrée into a Ritual of Mourning as Seen in the Opening Prose of the Book of Job” (Die Welt des Orients, Bd. 38, 2008)

[5] Así ocurre, por ejemplo, con la canción de Matt Redman, Blessed Be Your Name, entre otras

[6] En este texto Job se refiere a Dios por medio de una palabra que no vuelve a aparecer en sus labios en el resto del libro, con dos excepciones. La primera, Job 12:9, tiene problemas textuales: hay varios manuscritos que contienen un nombre distinto de Dios aquí (algunas traducciones bíblicas incluso deciden reproducir esta variante en sus textos). Así, la mayoría de los comentaristas consideran este versículo como una inserción o como uno que contiene un error del copista (D.J.A. Clines, Job 1-20). Otra posibilidad es que Job esté citando en este texto algunos de los clichés de sus amigos (D.J.A. Clines, Job 1-20; M. Buttenwieser, The Book of Job). La otra excepción es Job 28:28, donde el nombre de Dios aparece de nuevo en una fórmula, la misma que vimos ya en el primer capítulo del libro (M. Buttenwieser, The Book of Job)

[7] Ver el segundo estudio de esta serie

[8] Varios comentaristas se refieren a esta tradición interpretativa que convierte a la esposa de Job en un poco menos que un demonio (D.J.A. Clines, Job 1-20; S.J. Vicchio, The Book of Job; M.H. Pope, Job). Por otro lado, vale la pena notar que también existen algunos comentaristas que interpretan a esta mujer de forma más positiva (D.J.A. Clines, Job 1-20; S.J. Vicchio, The Book of Job).

[9] Las traducciones bíblicas nos vuelven a dar interpretaciones en lugar de simplemente darnos el texto (ver el segundo estudio de esta serie para más ejemplos de esto)

[10] No hay partícula interrogativa en el texto hebreo de este versículo. Así lo traduce, por ejemplo, E. Van Wolde, “The Development of Job: Mrs Job as Catalyst” en The Feminist Companion to the Bible. Y esta es también la traducción que encontramos, tanto en la versión inglesa YLT, como en la traducción que ofrecen M. Greenberg, J.C. Greenfield y N.M. Sarna en su libro, The Book of Job

[11] E. Van Wolde, “The Development of Job: Mrs Job as Catalyst” (The Feminist Companion to the Bible, 1995). M. Buber lo traduce, simplemente, como: “Bendice a Dios y muere” (citado en S.J. Vicchio, The Book of Job)

[12] Sobre la caja de Job, ver el primer estudio de esta serie

[13] No hay partícula interrogativa en el texto hebreo de este versículo. Así lo traduce, por ejemplo, E.M. Good, In Turns of Tempest. Y esta es también la traducción que encontramos en la versión inglesa YLT

[14] E. Scarry apunta en su libro, The Body in Pain, que la tortura y el dolor tienen la capacidad de destruir el lenguaje

[15] Quizá Job percibe sarcasmo en las palabras de su esposa, como si por medio de ellas estuviera diciendo: ‘Después de todo esto, ahí sigues, metido en tu caja. Parece que nada te va a hacer salir de ella. Quizá estés ya listo para morir dentro’ (hay una paráfrasis parecida, aunque un poco más larga, en R. Scholtz, “Re-Visioning Job’s Wife” (OTE 26/3, 2013))

[16] Olvidada por muchos, pero no por todos. En 1826, William Blake publicó 21 ilustraciones del libro de Job, y en la mayoría de ellas Job aparece junto con su esposa. Y no solo aparece ella junto a él a modo de esposa fiel, sino que en estas ilustraciones ella aparece como una persona compleja que muestra distintas emociones, dependiendo de las circunstancias, y que tiene un papel activo más que pasivo (R. Scholtz, “Re-Visioning Job’s Wife” (OTE 26/3, 2013)). Así, quizá, deberíamos recordarla nosotros también. Al fin y al cabo, si S. Kierkegaard se tomó la libertad de imaginar qué pudo suceder en aquel viaje de tres días que Abraham hizo con su hijo Isaac (en su libro Fear and Trembling), me parece igualmente justo saborear y disfrutar de la libertad que la ambigüedad de este texto nos ofrece y equilibrar un poco la balanza que se ha inclinado todos estos años en contra de esta mujer

[17] R. Scholtz, “Re-Visioning Job’s Wife” (OTE 26/3, 2013). C.A. Newsom se pregunta si no es posible que la integridad de Job le esté cegando y no le permita darse cuenta de lo perverso que es bendecir a quien te destruye sin razón (“The Book of Job: Introduction, Commentary, and Reflections” en The New Interpreter’s Bible)

[18] El Talmud interpreta este texto indicando que Job no pecó con sus labios, pero sí lo hizo en su corazón (E.M. Good, In Turns of Tempest)

Jose A. Fernandez

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