Posted On 04/10/2010 By In Teología With 1312 Views

Religión y liberación. Perspectivas (1)

En la actualidad* existen millones de personas viviendo en condiciones de miseria, tan sólo en México se estima que cerca del 40% viven en pobreza extrema, mientras que la población dueña de los medios de producción no rebasa el 10%. Aquellos que mediante sus políticas se denominan como los elegidos, justifican la exclusión de millones de personas reduciéndolos al papel de objetos de consumo. Sin embargo, los movimientos a favor de la dignidad humana, la naturaleza, la cultura y la vida, han estado presente. De igual modo, los movimientos que resisten desde las armas, como único medio, puesto que la legalidad a quedado desacreditada, han estado presente en los últimos año; por ejemplo, con el movimiento zapatista en Chiapas, vientos esperanzadores dejaron una brisa por construir un mundo mejor posible.

Sin embargo, la lucha, si así queremos llamarla, no se limita a espacios seculares, pues también desde su trinchera, una oleada de intelectuales religiosos demanda un mundo más justo bajo nuevas hermenéuticas de sus tradiciones religiosas, de tal modo que se visibilice un dios que defienda la vida y que niegue la necesidad de sacrificios, puesto que en su personalidad no cabe ese método. Desde pequeños espacios se han constituido movimientos eclesiásticos que rechazan al dios neoliberal que mediante sus políticas genera día a día millones de pobres y, peor aún, lo justifica. El retorno a lo sagrado, si es que este concepto es válido, rompió la propuesta de secularidad, con esto, el proceso de modernidad se ha puesto en crisis ya que no a podido ocupar el pedestal en la conciencia de los individuos y de las clases sociales. Tal pareciera ser que la modernidad ha ayudado en la búsqueda de los diversos sectores a participar en núcleos de liberación ante un mundo que se consume a sus ojos. En este retorno a lo sagrado, creyentes, y no creyentes, se han refugiado en las religiones, ya que les otorga un sentido de vida, y hacen una apuesta de fe en ellas.

A finales de la década de los 60´ surgen movimientos de corte social que pregonaban el rompimiento de la estructura de la sociedad occidental –entiéndase esto como la lógica del capitalismo con todas sus irracionalidades como lo diría Franz Hinkelammert–. Ante esto, no sólo las personas que simpatizaban con el socialismo, y que se declaraban como no creyentes en una deidad, participaron en procesos de lucha que intentaron romper esta lógica del mercado mundial y que impregnaba los aspectos de la vida social, sino también, un movimiento de corte religioso denominado como Teología de la Liberación. Sus simpatizantes, no sólo usaron la referencia del marxismo para abordar metodológicamente la acción de dios en la historia, sino que rompieron con otras formas y maneras del quehacer teológico en el momento.

De este modo, la Teología de la Liberación plantea hablar sobre dios y el problema del hombre en situaciones concretas donde se desenvuelven los actores terrenales, en aspectos que no conciben relaciones  fuera de la misma vida del hombre, en su historia, su filosofía, su ética y su economía. Esta aportación puede ayudar a repensar la religión desde espacios que buscan la liberación por la dignidad humana ya sea en contra de los totalitarismos o de los dogmatismos, aquellos que usurpan la imagen de dios. ¿Cómo trabajar la religión desde una propuesta ética de libración humana? La respuesta puede empezar por deconstruir al dios autoritario y proponer al hombre como la plenitud del dios de la vida; deconstruyendo a ese dios masculino occidental y enfocando la feminidad de dios; deconstruyendo a ese dios que triunfa a costa de los demás y dando lugar a un dios que opta por los empobrecidos; deconstruyendo a ese dios que obliga a morir por la ley y mostrando a ese dios que propone una economía con ética, en resumen, trabajando con las imágenes de dios.

Sujeto e indagación ética

Un aporte de la Teología de la Liberación (De aquí en adelante TL) y que representa su fundamentación ética, es la recuperación de la categoría de sujeto. Como mencionamos anteriormente, la TL se concretiza en el quehacer humano, puesto que pone en crisis aquellas teologías que no hablan sobre los desfavorecidos y que sólo atienden y respaldan a los elegidos. Según Gustavo Gutiérrez, aquella no tiene una reflexión crítica. Este postulado puede basarse en el principio bíblico: amaras a tu hermano como a ti mismo, puesto que la indagación ética significa ver al otro como igual. El otro, para la lógica capitalista, es aquel que no soy yo, puesto que no tiene la capacidad de convertirse en un consumidor. Sin embargo, puede significar: yo. Yo no soy si el otro no es; es decir, mi plenitud como persona se circunscribe a la plenitud del otro. Para la TL son los históricamente marginados y empobrecidos aquellas personas a las que se les debe ver como sujetos, y no como objetos-consumo como lo pretende ver la lógica capitalista. Sin embargo, para que surja esta indagación al interior, tiene que existir el reconocimiento del otro como humano, lo cual implica  romper con la lógica del mercado para la que tan sólo se obtiene este carácter en la medida de su potencial de consumo. Por esa razón, en la economía capitalista el ataque a la pobreza es muy importante, ya que busca la inserción de estos sectores al consumo, pero nunca con un carácter ético, sino económico. No obstante, para el quehacer teológico crítico, los pobres representan un problema que nace de la falta de una ética en el propio capitalismo, que al buscar insertarlos, termina eliminándolos:

En una cultura de consumo, el patrón de consumo es el factor determinante en la definición de la identidad y el reconocimiento de los individuos. Los no-consumidores son vistos como no-personas cuanto más bajo el lugar que ocupan en la jerarquía socio-cultural, menos humanos […] En la indagación ética, en cambio, la humanidad de las personas es reconocida mas allá de su papel o lugar social. Las personas son reconocidas en la gratuidad, vale decir, con independencia de su capacidad de consumo, condición social, sexual, étnica, religiosa, etc.[1]

El reconocimiento de aquel que denominamos como otro se vuelve para la TL, mediante su análisis ético, la puerta de entrada en la conformación de sujetos que tienen acción en la historia: “este reconocimiento gratuito entre sujetos en la relación sujeto-sujeto, ‘cara a cara’, es una verdadera experiencia espiritual de la gracia y de la justificación por la fe. Es una experiencia que justifica la existencia no solo de la persona oprimida, sino igualmente la de quien siente la indagación. Razón por la cual tal experiencia es percibida como libertadora tanto para quien siente la indagación, como para la victima que es reconocida como persona.[2] De la indagación, que implica el reconocimiento del otro como igual, podemos pasar a reflexionar acerca del sujeto, es decir, ¿quién es, o qué es el sujeto? La categoría de sujeto nace de la tradición judeocristiana e implica la soberanía de dios como sujeto de la historia. Sin embargo, con el proceso de modernidad y secularización el Dios-sujeto es suplantado por el Hombre-sujeto:

La modernidad usurpa de Dios la imagen de sujeto y la transfiere al ser humano. […] al entrar en la modernidad, la religión explota, pero sus componentes no desaparecen. El sujeto cesando de ser divino o ser definido como la Razón, se torna humano, personal, se torna una cierta relación del individuo o del grupo con ellos mismos, y que el sujeto de la modernidad no es otro que el descendiente secularizado del sujeto de la religión.[3]

Y se vincula directamente con la actuación en la historia y las decisiones que transformen el mundo: en lo religioso, lo político, lo social o lo económico: “En la construcción del concepto de sujeto de la historia ocurre, simultáneamente, la construcción del concepto de historia como objeto a ser construido por el sujeto-humano. […] No obstante, durante la mayor parte del tiempo la historia humana fue percibida como definida por los dioses o por la Razón. Con la modernidad surge esta novedad: la percepción de la historia como siendo construida por sujetos humanos.[4]

Precisamente los constructores de la historia, como sujetos-humanos, que propone la reflexión de la TL, son aquellos excluidos por la lógica del sistema económico mundial que intenta reducirlos a un papel de consumidores. Sin embargo, la lógica de éste sistema también propuso de algún modo dicho concepto de sujeto; no obstante, en su interpretación, este sujeto se rige por la ley con la finalidad de avanzar a la construcción de un horizonte utópico, es decir, la construcción de un mundo donde no exista pobreza y exclusión:

En la construcción de la historia por el sujeto-humano moderno, la razón desempeña un papel central. El individuo se convierte en sujeto en la medida que crea un mundo regido por leyes racionales e inteligibles para el pensamiento humano. Y esa creación de un mundo racional es vista como la realización del progreso que nos llevaría al ‘jardín de edén’. El Dios-ordenador de mundo y de la historia es remplazado por el sujeto-humano ordenador del mundo y de la historia conforme a la razón.[5]

Ante esta manera de pensar surge la crítica de Franz Hinkelmmert y Hugo Assman, ya que se pensaba que los modelos económicos (capitalismo y socialismo) e incluso el cristianismo (como la búsqueda por construir el Reino de Dios) serían capaces de llevar a una plenitud sincera para los individuos, el camino hacia la utopía; un mundo más justo, equitativo y solidario:

Creer que es posible con acciones humanas finitas construir un mundo pleno que presupone conocimiento, tiempo y espacios infinitos. Ilusión esta que forma parte del meollo de los proyectos de mercado perfecto del neoliberalismo, de la planificación perfecta del socialismo de modelo soviético y hasta de muchos proyectos de ‘construcción de Reino de Dios’. El problema de esta ilusión no se reduce al campo teórico; ella engendra sistemas sacrificiales, sistemas e instituciones sociales que exigen sacrificios de vidas humanas como ‘costo necesario’ para alcanzar el ‘paraíso’, la ‘redención’ de la historia y la humanidad.[6]

Por tal razón, la reformulación en el concepto de sujeto es una reflexión dentro de la TL debido a que hace referencia a los excluidos: a la raza negra, ya que el mundo se piensa desde lo blanco; a las mujeres, puesto que en la sociedad se piensa desde lo androcéntrico; a los jóvenes y niños,  pues la sociedad concibe la plenitud desde lo adulto; y, desde luego, a los empobrecidos, quienes serán los nuevos sujetos-humanos ordenadores de la historia.

Ahora bien, la indagación ética no nace por causa de la conciencia de la no-realización del ‘destino’ o del orden preestablecido. La indagación ética […] nace del reconocimiento de la humanidad de la persona que está siendo negada en la relación y/o en el sistema social. Es de la experiencia del ‘cara a cara’ que brota la contestación a las injusticias y los males del mundo, una indagación surgida de alguna teoría, sin esta experiencia fundacional del ‘cara a cara’, no dura mucho, cae en el olvido o desaparece en medio de alguna realización pragmática.[7]

Por tal motivo, en el círculo hermenéutico de la TL la reflexión bíblica, para emitir un juicio, es un acto segundo, mientras que lo primordial es la praxis, ya que de ahí nace la indagación ética y el reconocimiento del otro como humano-sujeto. El teólogo católico Pablo Richard nos explica que el sujeto-humano se reconoce necesariamente en la relación con el otro o los otros. Y, a diferencia del sujeto-individual propuesto por la lógica del mercado, propone el sujeto-comunidad:

Debemos distinguir la concepción individualista del sujeto que afirma su identidad en un yo solitario, de la concepción comunitaria del sujeto que afirma su identidad en un nosotros, en una comunidad […] El sujeto-individuo se afirma en competencia con el otro, en la derrota y eliminación del otro. Es el yo que triunfa en la competencia del mercado y en la acumulación personal del capital. El otro solo existe si me reconoce a mi o me es útil. El sujeto-comunidad, por el contrario, busca al otro como condición de su propia existencia como sujeto.[8]

En este sentido el sujeto se piensa a partir de la existencia del otro, y es entonces donde cobra sentido la propia existencia de sujeto, a partir de la indagación ética y el reconocimiento mutuo. En parámetros económicos se puede decir: “El sujeto-individuo dice: ‘si no hay para todos que por lo menos haya para mi’. Mientras el sujeto-comunidad dice: ‘si hay para todos, entonces hay para mi’”.[9] Este sujeto-comunidad es quien será capaz de repensar nuevos horizontes y será quien ayude a construirlos: “El sujeto-comunidad, capaz de construir un mundo alternativo, valoriza hoy más que nunca la dimensión ética del desarrollo económico, social y político. Un cambio de sistema no puede darse sin una opción ética y radical por la vida humana y cósmica como valor absoluto.”[10]

De la indagación ética se construye el término categórico de sujeto. No obstante, otro punto importante en la propuesta de religión y liberación se encuentra el carácter de la negación del sacrificio, donde se escucha el clamor y el grito de los negados y marginados de la historia, y, de los cuales, la TL hace escuchar su voz. Para hacer el juicio de valor de victimas y victimarios, es menester una reflexión acerca del discurso religioso y su interpretación en el mundo de las disciplinas sociales, en este caso, de la economía. Ahora bien, ya que el sujeto se construye basándose en la exclusión, ¿de donde surgen esas víctimas?

(Continuará…)

* Texto publicado en la revista: Realidades, San Salvador, C.A., UCA, 2007, pp. 615-636.

[1] Jung Mo Sung, Sujeto y sociedades complejas: para repensar los horizontes utópicos, Costa Rica, DEI, 2005, p. 43-44.

[2] Ibid., p. 44.

[3] Ibid., p. 46

[4] Ibid., p. 47.

[5] Idem.

[6] Ibid., p. 48.

[7] Ibid., p. 48-49.

[8] Pablo Richard, Fuerza ética y espiritual de la teología de la liberación en el contexto actual de la globalización, Costa Rica, DEI, 2004, p. 76.

[9] Idem.

[10] Ibid., p. 77.

Ariel Corpus

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