Posted On 01/04/2022 By In Columna, Opinión, portada With 703 Views

Richard Rorty y el camino a seguir propuesto por John Dewey | J. L. Avendaño

RICHARD RORTY Y EL CAMINO A SEGUIR PROPUESTO POR JOHN DEWEY

 

Richard Rorty, aquel creativo filósofo estadounidense, y nieto, como muchos sabrán del así llamado padre del “Evangelio Social” de los Estados Unidos, Walter Rauschenbusch, se despacha la siguiente pequeña aseveración acerca de aquella gran figura del genio cultural y filosófico de los Estados Unidos, John Dewey, en aquel su sugerente libro, “Forjar nuestro país. El pensamiento de izquierdas en los Estados Unidos”, a saber:

“Dewey se pasó la vida combatiendo tanto a los capitalistas salvajes, por la derecha, como a los stalinistas sin escrúpulos, por la izquierda».

Una frase y a la vez rasgo del programa intelectual de Dewey que bien podrían pasar desapercibidos, pero que no lo son a la luz del profundo secuestro que experimenta hoy la educación superior a manos de la izquierda cultural en los Estados Unidos. Rorty, un pensador evidentemente, y acaso por el influjo directo de su abuelo, de clara sensibilidad de izquierda, falleció en 2007, pero incluso ya en sus últimos años pudo avizorar el evidente riesgo que reportaba la imposición de una agenda, en este caso la de la nueva izquierda, al rango de pensamiento único, en tiempos, digámoslo con todas sus letras, en que la misma no había alcanzado aquella hegemonía cultural gramsciana que ostenta hoy en día.

No obstante, aquello, el camino propuesto por Dewey, tal como nos lo recuerda Rorty, sigue siendo tan vigente como lo fue en el primer día en que el gran filósofo y educador pragmatista lo planteó, haciéndolo su ideario intelectual y de vida, esto es: Perseguir, denunciar, levantar la voz contra la injusticia, la violencia, el autoritarismo, la corrupción, sí, ¡PERO DONDE ESTOS SE ENCUENTREN!, y no silenciarlos, mirar para el lado, racionalizarlos o, lo que es peor, legitimarlos, cuando los mismos se llevan a cabo, se producen, se dan cita en aquel esquema ideológico o de pensamiento que nos resulta de nuestra preferencia.

En el caso del cristiano, tal advertencia, principio de vida, ideario ético-moral, se apoya en un recurso todavía más radical y definitivo: Su última fidelidad, su última lealtad, descansa en Cristo y su evangelio, de modo que todas las realidades, proyectos y derroteros de este mundo se han de medir, juzgar interpretar a la luz de ese compromiso primero. Ahora bien, cuando el cristiano olvida que el orden de los factores, en este caso, no sólo que altera profundamente el producto, sino que le lleva a llamar “Dios” y “Señor”, a otros “dioses” y “señores”, es cuando él mismo y su discurso dejan ya de ser sal de la tierra y luz del mundo, para confundirse con los rancios sabores y las luces falaces y enceguecedoras de la cultura dominante, cualquiera que esta sea, porque: “Donde está tu tesoro, allí estará también siempre tu corazón”.

José Luis Avendaño

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