Hace cuarenta años, exactamente el 15 de mayo de 1984, que Francis Schaeffer falleció tras una larga batalla contra el cáncer, pocos meses después de ver la publicación de su último libro: The Great Evangelical Disaster: 1934-1984. En él avisaba sus lectores:
«No se equivoquen. Nosotros, como cristianos evangélicos que creemos en la Biblia, estamos enfrascados en una batalla. Esta no es una discusión amistosa de caballeros. Es un conflicto de vida o muerte entre las huestes espirituales de maldad y aquellos que reclaman el nombre de Cristo. Es un conflicto a nivel de ideas entre dos visiones fundamentalmente opuestas de la verdad y la realidad»[1].
Se puede decir que Francis A. Schaeffer (1912-1984) peleó la batalla de la fe a lo largo de su vida un buen número de batallas, de hecho, entendió que su misión consistía en dar testimonio de la verdad cristiana en una época convulsa y de nuevos movimientos culturales y políticos que atraían la atención de la juventud, y no precisamente en la línea del cristianismo histórico. En medio de la confusión y perplejidad del mundo evangélico, Schaeffer ofreció una salida al marasmo de nuevos credos y modas mostrando la importancia del cristianismo para la cultura y la sociedad, que muchos consideraban muerta para Dios, el Dios bíblico. Como dice David Virtue, Schaeffer supuso un «soplo de aire fresco».
«Para muchos de nosotros, como estudiantes de teología y filosofía que estábamos siendo afectados por los cambios culturales, Schaeffer fue un soplo de aire fresco en las corrientes, de otro modo estancadas, del evangelicalismo contemporáneo»[2].
Schaeffer, como sigue diciendo David Virtue, temía que muchos evangelistas simplemente estuvieran golpeando el aire con sus palabras, sin lograr establecer contacto intelectual con aquellos con quienes hablaban, especialmente aquellos que crecieron después de la Segunda Guerra Mundial y que estaban enfrentando importantes cambios culturales a principios de los años sesenta. Al predicar no se puede apelar simplemente a las emociones y al corazón. Había que considerar también la cabeza y lo que había dentro. Personalmente recuerdo la impresión que me causo la lectura de su obra Huyendo de la razón (Escape from Reason)[3]. En ella exponía de una manera gráfica y en pocas palabras el desvarío irracional de la filosofía secular, con una rotundidad tan firme que parecía que no había nada más que añadir. Fue toda una sorpresa, aunque resultó ser más un fuego pirotécnico que una tesis sólidamente argumentada. De alguna manera, Schaeffer era un encantador de serpientes, no era un pensador dialéctico, se movía por contraposiciones, o blanco o negro, o arriba o abajo. Esto le impidió ver amigos y aliados fuera de los muros de la santa congregación de los fieles. Desde el principio Schaeffer se tomó muy en serio que estamos en medio de una guerra espiritual e intelectual contra la increencia, donde no había lugar el compromiso sino para la confrontación.
Schaeffer había aprendido de su profesor Cornelius Van Til (1895-1987) que era del todo necesario hacer una apologética verdaderamente reformada sin compromisos con el pensamiento secular, como hasta el momento se había hecho. Van Til defendía que la Reforma no se realizará del todo hasta que no se logre una apologética consecuentemente reformada. Es decir, una apologética que parta del punto esencial de la creencia reformada en la total depravación humana. Con la persona que no cree en Dios, no vale la pena argumentar —está muerta a efectos intelectuales respecto a la fe—, lo primero y lo más importante es conseguir su conversión, entonces, a partir de ese momento, esa persona comenzará a comprender. «El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» (1 Co 2:14).
Ese hombre «natural», es decir, ajeno a Dios y su revelación, juzga todo a partir de unos presupuestos que excluyen a Dios, por eso el diálogo entre el creyente y el no creyente se convierte en un diálogo de sordos. Si se parte de un presupuesto equivocado nunca se llegará a la verdad. El cristiano es aquel que, gracias a fe, ha recibido con ella el presupuesto capaz de ver todas las cosas como Dios las ve y las ha revelado en su Palabra, de modo que la labor del buen apologista es hablar después de Dios las palabras de Dios. Schaeffer partía de este presupuesto como el único presupuesto verdadero y válido en todas las cuestiones, en cuanto se funda en la revelación de Dios. Este el principio del presuposicionalismo defendido por muchos apologistas de corte reformado. Todos partimos de presupuestos, luego de lo se trata en la confrontación cristiana-no cristiana es de una oposición de presupuestos. Lo que distingue este pensamiento de la verdadera filosofía, es que está admite el hecho de que todos partimos de pre-supuestos, o pre-juicios, pero considera que nadie puede refugiarse en sus presupuestos sin antes haberlos sometidos a una crítica radical, que en eso consiste la filosofía. Precisamente la filosofía moderna nace como una operación contra los «ídolos de la tribu», como un pensamiento crítico que poner en cuestión no solo los presupuestos de cada cual, sino los límites de la misma razón y de las posibilidades el ejercicio filosófico, ¿qué podemos saber?
Ni Van Til ni Schaeffer tienen en cuenta estos aspectos en su pensamiento y por eso son incapaces de ver ni el más mínimo «punto de contacto» con el «hombre natural». Para ellos solo es válida la confrontación, no el diálogo; confrontación que les ofusca respecto a quienes son sus aliados o no. Ellos parten del presupuesto verdadero que en última instancia se funda en Dios, para qué van a gastar tiempo y esfuerzo en comprender el ajeno. Por eso Van Til, como Schaeffer censuran y niegan la aportación al pensamiento cristiano de Tomás de Aquino, o a Kierkegaard, a quien Schaeffer no se molesta en leer, aunque sí criticar. Pero no vamos a seguir por ahí, ya traté todos estos temas con extensión en otro lugar[4]
Inerrancia y desastre la iglesia
¿A qué se refería Schaeffer con el «desastre evangélico»? Básicamente al deterioro de la autoridad bíblico, que él describía directamente como «destrucción» de la Biblia.
«Aquí está el gran desastre evangélico: el fracaso del mundo evangélico en defender la verdad como verdad. Sólo hay una palabra para esto: acomodación: la iglesia evangélica se ha acomodado al espíritu mundial de la época. En primer lugar, ha habido acomodación en las Escrituras, de modo que muchos que se llaman a sí mismos evangélicos tienen una visión debilitada de la Biblia y ya no afirman la verdad de todo lo que la Biblia enseña: la verdad no sólo en asuntos religiosos sino también en las áreas de la ciencia y la historia»[5].
Por visión debilitada de la Biblia se refiere a la negación de la inerrencia que comenzaba a extender en algunos seminarios y teólogos evangélicos, y que hacía unos años había sido denunciada por Harold Lindsell en una obra que creó mucho revuelo: La batalla por la Biblia, a la que un año después siguió La Biblia en la balanza, donde daba nombre de personas e instituciones que estaban poniendo en peligro la infalibilidad de la Biblia. Es lo mismo en lo que incide Schaeffer, como motivo de gran alarma y preocupación:
«A menos que la Biblia esté libre de errores, no sólo cuando habla de cuestiones de salvación, sino también cuando habla de la historia y el cosmos, no tenemos fundamento para responder preguntas acerca de la existencia del universo y su forma y la unicidad del hombre. Tampoco tenemos absolutos morales ni certeza de salvación, y la próxima generación de cristianos no tendrá nada en qué sustentarse»[6].
Según Schaeffer cuando se niega la inerrancia de la Biblia la enseñanza de esta se limita en muchos aspectos prácticos como, por ejemplo, el divorcio y las segundas nupcias, para adaptarse a la cultura moderna[7]. Del mismo modo se relaja la disciplina y se permiten ideas y actitudes que otro tiempo hubieran tenido una respuesta contundente. Un concepto débil de la infalibilidad de la Biblia abre las puertas a las influencias del mundo tanto en la moral como en la política. Como motivo de preocupación menciona la mentalidad socialista promovida por Evangelicals for Social Action (Evangélicos para la Acción Social) y su visión de la redistribución de la riqueza[8], o la corriente feminista extremadamente fuerte y subversiva que enseña que el hogar y la familia son formas de oprimir a las mujeres; que la realización personal y la carrera deben anteponerse al matrimonio y a las necesidades de los hijos[9].
«Si aceptamos la idea de igualdad sin distinción, lógicamente debemos aceptar las ideas del aborto y la homosexualidad. Porque si no hay distinciones significativas entre hombres y mujeres, entonces ciertamente no podemos condenar las relaciones homosexuales. Y si no hay distinciones significativas, esta ficción sólo puede mantenerse mediante el uso del aborto a pedido como medio para hacer frente a la evidencia más profunda de que las distinciones realmente existen»[10].
Se entiende así la contribución intelectual de Schaeffer al movimiento antiaborto y la consiguiente unión de la Mayoría Moral bajo sus ideas[11]. Él reconocía que muchos podían tener reservas sobre algunas cuestiones planteada por la Mayoría Moral, pero le preocupaba más quedarse margen de un movimiento que él consideraba necesario.
«Independientemente de si pensamos que la Mayoría Moral ha cometido algunos errores, ciertamente han hecho una cosa bien: han utilizado la libertad que todavía tenemos en la arena política para oponerse a la otra entidad total [materialismo/humanismo secular]. Han llevado el hecho de que la ley es rey, la ley está por encima de los legisladores y Dios está por encima de la ley a esta área de la vida donde siempre debería haber estado. Y esto es parte de la verdadera espiritualidad»[12].
Schaeffer finalizó su último libro llamando a una nueva generación de cristianos dispuestos a enfrentar el mundo en lugar de abrazarlo, tal como él había hecho a lo largo de su vida.
«Hago un llamado a los cristianos radicales, y especialmente a los jóvenes cristianos radicales, a levantarse en una confrontación amorosa… con todo lo que está mal y es destructivo en la iglesia, nuestra cultura y el estado»[13].
El Gran Desastre Evangélico de Schaeffer fue probablemente «el último clavo en el ataúd de su reputación», como dice John G. West, vicepresidente del Discovery Institute en Seattle.
«En sus primeros años, Schaeffer había sido el pensador evangélico de moda, atrayendo a muchos por sus discusiones sobre películas y arte europeos de vanguardia y las últimas tendencias en filosofía. Consagrado en las montañas de Suiza por su labor como misionero, Schaeffer tenía una mística innegable. Y cuando escribía sobre los males de la contaminación, o la necesidad de avanzar en la igualdad racial, o los peligros del uso sin compasión de la riqueza, se ganó mucho respeto por parte de personas de diferentes puntos de vista. Pero cuando Schaeffer vio que el colapso cultural en Estados Unidos se aceleraba a principios de los años 1970, tomó una decisión fatídica. Sus últimos libros: ¿Cómo deberíamos entonces vivir? (1976), ¿Qué pasó con la raza humana? (1979), A Christian Manifesto (1981) y The Great Evangelical Disaster (1984), expresaron con creciente claridad puntos de vista sociales y políticos que no estaban nada de moda»[14].
Al final los temores de Francis Schaeffer no se cumplieron, los evangélicos siguen conservando la inerrencia de la Biblia como uno de sus principales baluartes; los movimientos pro-vida contra el aborto se han extendido por todo el mundo; la ideología neo-capitalista domina como pensamiento único en la inmensa mayoría de las comunidades evangélicas y carismáticas; sin embargo, el cristianismo sigue decreciendo allí donde ha sido más fuerte y más activo en enviar misioneros al mundo, me refiero a Europa y Estados Unidos. Irónicamente, 40 años después del llamamiento schaeferriano a influir y comprometerse en la cultura y la política ha costado a los evangélicos estadounidenses su crédito y posición ante la opinión pública. En un informe del Pew Research Center publicado el año pasado, casi un tercio de todos los estadounidenses expresaron una visión desfavorable de los evangélicos –específicamente pentecostales y bautistas del sur–, muy superior a las opiniones negativas hacia los protestantes o católicos tradicionales. Los únicos grupos a los que les fue peor fueron los testigos de Jehová, los cienciólogos y los satanistas[16].No vendría mal revisar los presupuestos del evangelicalismo conservador.
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[1] Francis Schaeffer, The Great Evangelical Disaster, pp. 31-32. Crossway Books 1984.
[2] David Virtue, The Collision of Two Minds, https://www.touchstonemag.com/archives/article.php?id=12-01-029-f&readcode=&readtherest=true#therest
[3] Schaeffer, Huyendo de la razón. EEE, Barcelona 1969 / CLIE, Barcelona 2007.
[4] A. Ropero, Filosofía y cristianismo. Pensamiento integral e integrador. CLIE, Barcelona 1997.
[5] Schaeffer, The Great Evangelical Disaster, p. 37.
[6] Id., p. 46.
[7] Id., pp. 59, 63.
[8] Id., p. 113.
[9] Id., p. 134.
[10] Id., 136.
[11] A. Ropero, Jerry Falwell y la mayoría moral, https://www.lupaprotestante.com/y-la-politica-entro-en-la-iglesia-jerry-falwell-y-la-mayoria-moral-alfonso-ropero/
[12] Schaeffer, A Christian Manifesto, p. 61. Crossway Books, 1981.
[13] Schaeffer, The Great Evangelical Disaster, p., 151.
[14] John G. West, Eric Metaxas, Francis Schaeffer, and The Great Evangelical Disaster, https://www.discovery.org/a/eric-metaxas-francis-schaeffer-the-great-evangelical-disaster/
[15] Patricia Tevington, “Americans Feel More Positive Than Negative About Jews, Mainline Protestants, Catholics,” Pew Research Center, March 15, 2023, https://www.pewresearch.org/religion/2023/03/15/americans-feel-more-positive-than-negative-about-jews-mainline-protestants-catholics/