Con una votación de 158 contra 14, de manera aplastante se impuso la negación a la ordenación de las mujeres en el pleno de la asamblea general de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), llevado a cabo los pasados días 17-19 de agosto en la localidad de Xonacatlán, Estado de México, al poniente de la capital del país. Durante los dos primeros días se realizó un concilio teológico organizado por el Ministerio de Educación de esta iglesia, que debió afrontar el cuestionamiento porque dos de sus integrantes estaban anunciados, de última hora (10 de agosto), como ponentes, lo que ocasionó una protesta que fue atendida también de último momento, de modo que los textos fueron presentados por otras personas, invitadas apenas tres días antes del evento.
En el concilio se presentaron cuatro posturas a favor y cuatro en contra. El miércoles 17, el sorteo determinó que la postura a favor se expondría en primer lugar durante cada ronda. En la primera ponencia, L. Cervantes-O. resumió la necesidad de que la Iglesia recupere su rostro inclusivo y propuso que la decisión de la asamblea diera libertad a los presbiterios para ordenar o no a las mujeres, además de que incluyó el texto escrito de las “Doce tesis de Xonacatlán”, con puntos muy concretos para desarrollar. La siguiente ponencia, presentada por Otoniel López, retomó la preparada por la secretaria ejecutiva del Ministerio de Educación (lo cual se reconoció públiocamente) e insistió en que los órdenes bíblicos no incluyen la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas. En la segunda ronda, Emmanuel Flores fundamentó en la doctrina de la imagen de Dios la necesidad de la ordenación de las mujeres. José Luis Zepeda, por su parte, enfatizó la inexistencia de textos bíblicos para afirmarla y, aun cuando, aceptó que Dios puede llamar mujeres a su servicio, afirmó tajantemente la improcedencia de la ordenación en la situación actual.
El jueves 18, por la mañana, la única mujer participante, Amparo Lerín, demostró la necesidad de superar las posturas patriarcales y machistas, así como la urgencia de que los pastores conozcan los antecedentes históricos de la ordenación femenina en la historia de la Iglesia e instó a que se exploren dichos datos como insumos para la vida eclesial. Al momento de las preguntas Lerín fue particularmente incisiva en sus respuestas. Nehemías Morales Macario, del Presbiterio Filadelfia, leyó una ponencia que, a todas luces, fue redactada por Ernesto García, secretario de actas del Ministerio, lo que se señaló en una observación comentada a regañadientes por el coordinador del evento. El texto refleja un rechazo absoluto a los avances democráticos y sociales de los principios expresados por la Revolución Francesa, a la que calificó insistentemente como “movimiento apóstata” que introdujo perniciosamente el concepto y la práctica de la emancipación de las mujeres.
Finalmente, Alberto Arenas introdujo su ponencia con diversas citas de Juan Calvino relacionadas con la urgencia de mantener la unidad de la Iglesia y trabajó en sus tesis la aparente excepcionalidad de los casos de Hulda y Débora en el Antiguo Testamento y “el sacerdocio universal de las y los creyentes” como fundamento neotestamentario. Héctor Bautista, del Presbiterio del Sur, en su turno, luego de un repaso sesgado de las figuras bíblicas y de la “historia de la ordenación”, cuestionó la validez de la ordenación de Febe como diaconisa (Ro 16.1-2). Atacó a los defensores de la ordenación femenina, con lo que violó las condiciones de respeto establecidas para el concilio por los organizadores, quienes no se manifestaron al respecto. Textualmente, dijo: “Una minoría cuasi liberal (sic), un grupúsculo arrogante no puede abrogarse [sic, quizá quiso decir “arrogarse”] el derecho a poseer una verdad que el testimonio corporativo y general contradice”. A pregunta expresa de quien escribe, momentos después de la ponencia, afirmó que dicho texto es un texto agregado, sin confiabilidad canónica.
El ambiente de la asamblea se sintió muy predispuesto hacia el “no” desde el principio y muchos delegados expresaban su descontento hacia las ponencias favorables a través de exclamaciones marcadas por la intolerancia y el descontento, y de preguntas tendenciosas a los ponentes, lo cual fue aprovechado por la presidencia a la hora de tomar las resoluciones. Incluso la propuesta de dejar en libertad a los presbiterios sobre su decisión fue desechada luego de aprobarse la negativa final. Dos delegados, Moisés Zapata y Héctor Bautista, exigieron “mano dura” para quienes ahora se encuentran “fuera de orden” con este acuerdo. Zapata incluso agregó que si ya se habían realizado dos concilios más (en 1980 y 2006, algo que también recordó el ministro de Educación), era tiempo de que ahora se tomaran medidas disciplinarias sin ningún miramiento. Por último, con 102 dos votos se acordó que los presbiterios e iglesias que han ordenado mujeres procedan de inmediato a anular dichas ordenaciones, sin plazo de por medio. Estaba preparado el camino para el acuerdo de romper relaciones con la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA), por la decisión de ésta de ordenar a los ministerios personas con orientaciones sexuales diversas, algo a lo que se refirieron varias personas al momento del concilio teológico.
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