Posted On 13/04/2012 By In Biblia With 1769 Views

Semana Santa y crisis

En la vida de Cristo nada fue rutinario. “Cuando se ata el carro de la existencia a una estrella, nada transcurre por caminos prefabricados” (Emerson, 1803-1882). Todo es grande; todo impredecible, excitante. En todo hay romance y heroísmo. Las vidas mediocres son las que viven uncidas a lo aleatorio y fugaz; para ellas todo es rutina, pequeño, predecible y sórdido.

Máximo García RuizLa entrada del Señor en la ciudad santa, ciudad de sus mayores, no escapa a esta regla. Como no escapó a la regla la entrada en Jericó. Abrazado a un árbol, como el que se abraza a una última esperanza, aguarda por él Zaqueo, el explotador de su propio pueblo. Y se produce un diálogo telegráfico, por breve. Jesús se invita a posar en casa del corrupto funcionario público. ¡Escándalo! Pero hay confesión y conversión: “El Hijo del Hombre vino a buscar lo que se había perdido”. El diálogo con la corrupción está destinado al cambio no a la connivencia.

Cristo trae una dimensión nueva a cada situación. De ahí lo impredecible, lo grande, lo heroico. Añade, aumenta, enriquece. En él no hay repetición de lugares comunes, sino descubrimiento de nuevos universos, entrega de nuevos valores, oferta de nuevas categorías. Así redimió a Zaqueo; y lo mismo hizo con la mujer samaritana. Y trastoca el esquema de valores del joven rico a la vez que estremece el mundo biológico de Nicodemo.

Los acontecimientos de esta semana que evocamos, nos muestran a Cristo como el retoño de Dios en el árbol de la historia. Sus frutos son nuevos y frescos. Comer de ellos es renovar y reforzar la vida gastada y arruinada. Y el domingo es el día en el cual el huracán halla su vórtice, su centro. Y el eje lo ofrece Jerusalén. Allí se organiza la tormenta que hará el impacto definitivo el  viernes, en el puesto de observación más dramático de la historia: el monte Gólgota. Han sido tres años, en los que vientos, soplos, ráfagas y presagios se han ido confabulando para finalmente estructurar una fuerte tormenta. Aquellos vientos van a traer este huracán.

Jerusalén es ciudad de destino. Es prueba, es ovación, es identidad. “Este es mi Hijo amado”. Jerusalén es aprobación: “En él me complazco”. Jerusalén va a ser también lugar de muerte: juicio y agonía, servicio y sacrificio, soledad y desamparo. Más tarde será escenario de resurrección, que vale por victoria de un Dios invicto. En esta paradójica ciudad de destino entra Jesús el primer día de la semana, última de su vida. ciudad santa que peca más que ninguna otra; el pecado es mayor cuando brota de lo santo. Ciudad cuna de profetas, pero también tumba. Hay mucho alarde de piedad, pero reina la hipocresía. César y Dios se confunden en la escala de valores de sus habitantes. Ciudad de templos imponentes, pero de homicidas listos a lapidar a los que vienen como enviados de Dios. Ciudad testaruda. “Cuántas veces quise juntarte debajo de mis alas, como hace la gallina con sus polluelos, mas no quisiste”. Jesús va a Jerusalén sabiendo lo que le espera. ¡Pero va!

Montado sobre un pollino se aproxima a la ciudad. El pueblo le alaba y aclama su presencia. Los fariseos se asustan y piden que calle a la multitud. “Si estos callan, las piedras gritarán”. Inevitable. Si los gobernantes fallan, los indignados tomarán la calle. La corrupción de la ciudad conmueve a Jesús. Y ante la ciudad llora. Un hombre verdadero que conoce todos los estados anímicos del ser humano: desaliento, ira, dolor, incomprensión, preocupación. Comprende y llora. Llora por la ciudad, por sus habitantes, porque sobre ella se ciernen nubarrones que presagian una tormenta fatal. La conducta de los corruptos da a luz dolor.

Con Cristo llega a Jerusalén no solo la gracia de Dios, sino su justicia. El Evangelio es gracia para el que lo recibe y juicio para el que lo rechaza. Jerusalén rechaza y el juicio de Dios la alcanza. Por eso llora Cristo. ¡Oh si España recibiera la visita de Jesús! ¡Qué cruda y dolorosa realidad la que vivimos! Sólo una entrada triunfal de Cristo en vidas, instituciones y gobernantes puede producir un cambio redentor. Pero ¡cuidado” A Jesús se le recibe triunfalmente el domingo y se le crucifica el viernes en el mercado. “Vendrán días sobre ti cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán y por todas partes te entregarán, y te derribarán en tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”.

Jesús, transformado en Cristo, llega. A Saulo de Tarso, hombre dado a lo dramático y espectacular, le llega en forma espectacular y dramática; a Lydia de Tiatira, discreta y humilde mujer comerciante de telas de su tierra, le llega en los momentos apacibles y delicados de la oración; La entrada de Cristo a la vida humana es como las huellas digitales: no hay dos iguales.  No fuerza, llama suavemente y entra; o llama fuerte, y entra. Saulo, Lydia, Zaqueo, con formas y expresiones diferentes, abren la puerta de par en par para que entre Cristo. Jesús entra en Jerusalén. Denuncia y transforma. Ni hay lugar para la corrupción ni para las componendas.

Abril de 2012.

Máximo García Ruiz

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