Máximo García Ruiz

Posted On 01/12/2011 By In Opinión With 1578 Views

Ser cristiano en el siglo XXI. Urge Congreso Evangélico inclusivo

 

Cuatro son los hitos importantes en el desarrollo espiritual de un creyente: 1) la experiencia de conversión genuina, identitaria, más allá del mero proselitismo que conduce a incorporaciones eclesiales faltas de identidad;Máximo García Ruiz 2) una visión responsable de la misión de la Iglesia que incluye la evangelización y que aspira, entre otros objetivos, a un crecimiento numérico derivado de nuevas conversiones, sin que éste sea el objetivo central; 3) la formación bíblica y teológica que brinde una reflexión madura y contextualizada de la fe; y 4) la consolidación de una ética individual y ciudadana capaz de influir positivamente en la sociedad. Un desarrollo equilibro de esos cuatro elementos sustanciales, hará de los creyentes cristianos maduros y ciudadanos responsables, capaces de hacer aportes tangibles al conjunto de la sociedad, sin olvidar la consolidación de la Iglesia en su medio natural.

En los últimos años el crecimiento numérico de evangélico-protestantes en España ha sido muy significativo, aunque sin alcanzar los niveles logrados en la mayoría de los países latinoamericanos. Si no perdemos de vista que un buen porcentaje del crecimiento experimentado en España por las iglesias evangélicas procede precisamente de inmigrantes procedentes de Latinoamérica, no resultará ocioso hacer algunas consideraciones en torno a las experiencias consolidadas en dichos países, sin perder de vista, por otra parte, que se trata de contextos sociales muy diferenciados. En mi libro Protestantismo y Derechos Humanos, de reciente aparición, hacemos una incursión en los aportes de los cuatro congresos del CLADE[1], especialmente en el ámbito de la mujer, celebrados en Latinoamérica en los últimos 40 años (1969, 1979, 1992 y 2000) y anunciamos la celebración del V Congreso para el año 2011; ahora, ya próxima su celebración, se suceden las voces y los escritos preparando el ambiente y, entre otros, hacemos referencia al firmado por Carlos Martínez Garcia[2], en el que constata el crecimiento explosivo registrado en el subcontinente americano, del que extraemos un párrafo: “A ese crecimiento no le ha acompañado una madurez bíblica y teológica. Ni una madurez ética que podamos ver reflejada en la creación de ciudadanos y ciudadanas que estén marcando sustanciales diferencias en cada país de América Latina. En muchos sentidos la participación político electoral de personajes surgidos de las filas evangélicas (en algunos casos postevangélicas) ha sido un desastre”. Una radiografía que, salvando las distancias, podemos transpolar a España. Un tema sobre el que venimos manifestando nuestra preocupación desde hace tiempo y que hemos dejado suficientemente explicitado en nuestro libro Protestantismo y crisis de próxima aparición.

Coincidimos con Carlos Martínez en que “el evangelicalismo latinoamericano [nosotros lo aplicamos a las corrientes neo-pentecostales aparecidas en España, por ser nuestra campo de observación] es más un cambio de rituales, y no tanto una transformación espiritual, ética y cultural arraigada en los valores del Evangelio y el ejemplo de Jesucristo”.

Los evangélicos latinoamericanos afrontan un nuevo congreso (CLADE V) en el que sin duda alguna reflexionarán y dialogarán sobre sus rasgos distintivos y analizarán los objetivos macados para el cumplimiento de la misión de la Iglesia en el siglo veintiuno, así como los logros alcanzados en el pasado inmediato. Seguiremos con interés sus debates y conclusiones, como hemos hecho con congresos anteriores, y extraeremos aportaciones teológicas valiosas, dada la participación de un buen número de teólogos cuyo nivel medio es excelente. A nosotros nos interesa de forma especial la inevitable proyección que tales reflexiones tienen en España, ya que no podemos perder de vista el peso de la inmigración latinoamericana no solamente en el número de fieles que integran las iglesias españolas, sino en las propias asociaciones de ministros, entidades paraeclesiales y actividades de evangelización en cuyos ámbitos desarrollan sus actividades. Nuestra preocupación se centra en priorizar “los frutos del espíritu” por encima de una masiva adscripción de personas incapaces de respetar la realidad social en la que se encuentran y, consecuentemente, sin posibilidades de contribuir a su transformación.

Hemos defendido en diferentes foros la idea de hermanar lo evangélico y lo protestante, creando una “casa común” en la que convivir fraternalmente. Somos conscientes de que existen posturas extremas radicalizadas que dificultan la conjunción de ambos énfasis históricos, pero seguimos abogando por mantener dicha meta. En el centro, como espacio común irrenunciable, están: la figura de Jesús de Nazaret, la lectura y la reflexión de la Biblia como elemento central del culto, la salvación por la fe y el sacerdocio universal de los creyentes. Y todo esto arropado de una liturgia respetuosa con las esencias de la tradición cristiana y protestante europea, así como la ausencia de  “apostolados” dictatoriales, cualquiera sea el nombre que adopten,  ajenos a la tradición reformada y a la sociedad democrática contemporánea.

Resulta chocante que cuando España sufría los estragos de una dictadura que barrió de la vida cívica cualquier vestigio de manifestación participativa, las iglesias evangélicas destacaban por haber incorporado en sus formas de gobierno sistemas de gestión democrática que llamaban positivamente la atención de quienes se incorporaban a ellas procedentes de una cultura social dirigista y excluyente. Y cuando la democracia ha alcanzado carta de naturaleza en el país, nos encontramos con una pléyade de “líderes religiosos carismáticos” (profetas, apóstoles, pastores) que se erigen en dictadores de las congregaciones y de las organizaciones eclesiales e imponen un sistema cerrado y unipersonal de gobierno, exigiendo obediencia ciega y absoluta a los fieles; con tales posturas no cabe una comunión fraterna. Una vez más apuntamos hacia la necesidad de un Congreso Evangélico Español inclusivo, que sea capaz de plantear y analizar en profundidad no tanto estrategias y sistemas de marketing para medrar en una sociedad que se resiste a fórmulas superficiales, sino para abrir espacio de reflexión en torno a los contenidos de la fe, la identidad religiosa autóctona y los contenidos de una evangelización centrada en el cumplimiento global de la misión de la Iglesia.

Noviembre de 2011.



[1] Congreso LaTINO Americano de Evangelización.

[2] Protestante Digital, 27 de noviembre de 2011.

Máximo García Ruiz

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