22 de enero, 2021
«Prestad atención a lo que oís: Dios os medirá con la misma medida con que vosotros medís a los demás, y lo hará con creces» (Mr. 4:24 BTI).
Las personas entre las que vivimos son de «carne y hueso». Y nosotros no estamos hechos de un material distinto. En ocasiones tocamos el cielo, y en otras el infierno. En ocasiones nos invade una bondad inusitada, y en otras una crueldad que nos horroriza. Todos participamos de las mismas experiencias. Experiencias virtuosas, o experiencias de deshumanización. Así somos, hechos de una pasta de contradicciones.
De ahí que nos convenga ser misericordiosos y perdonadores cuando la conducta y las palabras de nuestro prójimo nos dañan, o no se ajustan a nuestras expectativas. No debemos ir por la vida de jueces incompasivos de los demás. Somos llamados a ser hombres y mujeres con corazón. No justificamos los errores, pero nuestro lema será siempre, y en todo momento, que «la misericordia triunfa sobre el juicio» (Sant. 2:13c).
Es una experiencia común a los seres humanos que cuando castigamos a nuestro prójimo con palabras afiladas como agujas, sin mostrar una pizca de compasión fraterna, ello, tarde o temprano se volverá en nuestra contra. Por ello, «si alguno incurre en falta, vosotros, los animados por el Espíritu, corregidlo con amabilidad. Y manteneos todos sobre aviso, porque nadie está libre de ser puesto a prueba» (Gál. 6:1 BTI).
«Juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia» (Stgo. 2:13). Esa es una verdad incuestionable cuando meditamos en la vida y las palabras de Jesús de Nazaret. Utilizó palabras duras, muy duras, con aquellos que eran jueces inmisericordes de sus hermanos (Mat. 23). Sin embargo, lo hallamos frente a esa mujer, sobre la que las gentes pedían su apedreamiento conforme a la Ley, lleno de cariño, comprensión y misericordia cuando le dijo, «yo no te condeno, vete y no yerres más» (Jn. 8:11). Vez tras vez caemos en la cuenta de que «la misericordia triunfa sobre el juicio».
La vara con la que medimos a los demás será utilizada por Dios para medir nuestra vida. Y no sólo eso, las gentes harán lo mismo con nosotros cuando caigamos en lo que denunciamos incompasivamente en ellos. Tenemos multitud de ejemplos de ello en la historia de la humanidad, y en la historia de la Iglesia. No es necesario apuntarlos. Los conocemos.
En esta mañana me invito, y os invito a seguir el ejemplo del buen padre que cuando vio de lejos a aquel hijo que había convertido toda su vida en un gran error, corrió hacia él y lo abrazó (Lc. 15:11ss.). Así también nosotros ¿no os parece…?
Soli Deo Gloria
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