Paul Tillich

Posted On 10/02/2020 By In portada, Teología With 3173 Views

Símbolos y Mitos en Paul Tillich | Jaume Triginé

La preocupación absoluta del hombre (expresión del teólogo alemán para referirse a la fe) se ha de expresar de manera simbólica, porque sólo el lenguaje simbólico permite expresar el Absoluto. Con esta frase, Paul Tillich (1886-1965) asocia el idioma de los símbolos al lenguaje de la fe (*).

Cuando el hombre no ha podido explicar la realidad de modo científico, por un insuficiente desarrollo de sus conocimientos empíricos, o al tratar temas metafísicos ha utilizado analogías, símbolos, narraciones míticas, narraciones literarias…, que no niegan la realidad descrita, sino que la explican en un registro lingüístico diferente al de la objetividad a la que hoy estamos acostumbrados. Cuando el lenguaje convencional no da más de sí, como ocurre al tratar aquello que nos trasciende, debemos recorrer a otros registros.

Los pueblos y las lenguas semitas son especialmente alegóricas. De ahí el alto contenido simbólico del Primer Testamento: diseño y contenido del tabernáculo y posteriormente del templo de Jerusalén, rituales, sacrificios…; relatos de vocación de los profetas y sus gestos simbólicos; textos sapienciales.

Lo mismo ocurre en el Nuevo Testamento: parábolas en los evangelios sinópticos; símbolos asociados a Jesús (camino, verdad, vida, pastor, luz, pan…) en el evangelio de Juan; alegorías en el libro del Apocalipsis (sellos, trompetas, dragón, bestias, copas…).

Según el teólogo alemán los símbolos permiten salvar el abismo que separa lo infinito de los finito, lo invisible de los visible, lo intangible de lo tangible, lo espiritual de lo material. Mucha de la simbología bíblica queda asociada al concepto de arquetipo del psicólogo y médico psiquiatra Carl Gustav Jung (1875-1961) definido como: el conjunto de símbolos primitivos compartido por personas de todos los lugares y todas las épocas que expresan elementos de la psique que exceden al campo de la razón.

Los símbolos poseen una potencia en sí mismos que les hace más efectivos que el lenguaje clásico a la hora de tratar el mundo de la espiritualidad. Poseen un fuerte componente representativo y no pueden sustituirse. Nos abren dimensiones de la realidad que, de otro modo, permanecerían inaccesibles. El pan y el vino de la Santa Cena nos sitúan en niveles que van más allá de su materialidad: cuerpo y sangre de Jesús, su presencia espiritual en la iglesia, unidad de los creyentes… La cruz vacía nos sugiere la resurrección.

Los símbolos religiosos actúan siempre en dos direcciones: por un lado, acercan el elemento incondicional (lo divino) a lo humano. Gilbert Durant (1921-2012), antropólogo especialista en semiótica, refleja acertadamente esta función: El símbolo es una representación que revela un sentido secreto; es la epifanía de un misterio. Paul Tillich, con este énfasis en los símbolos como lenguajes de la fe, pretende erradicar una comprensión de Dios excesivamente antropomórfica. Su intención es subrayar su absoluta trascendencia. Asimismo, el símbolo eleva lo finito (lo humano) a lo divino actuando como elemento de mediación.

Los mitos son, asimismo, símbolos de la fe entremezclados con historias de encuentros entre lo divino y lo humano que se desarrollan en la dimensión espacial y temporal a pesar de que el ámbito de la divinidad es la eternidad. Estos relatos legendarios presentan visiones antropomórficas de los dioses que se pasean, hablan, dan instrucciones, ayudan o amenazan… Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma… son ejemplos de cultures que desarrollaron grandes mitos para explicar los orígenes del cosmos y de la humanidad, la muerte y el más allá, la organización social…

Paul Tillich, a semejanza de Rudolf Bultmann (1884-1976), considera que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento están impregnados de relatos mitológicos; pero, a diferencia de este último, no considera necesaria la labor de desmitificación del texto por cuanto pertenecen al lenguaje de la fe y, por ello, punto de encuentro entre los planos visibles e invisibles. Mitos y símbolos salvan la distancia entre el plano histórico y el metafísico.

Es un error pretender convertir estos relatos fabulosos en historia objetiva por la razón que el registro literario del mito posee más fuerza espiritual, más riqueza pedagógica y más profundidad teológica que una descripción científica de estos mismos hechos.

Un segundo peligro es el riesgo que las nuevas generaciones, mucho más formadas en la distinción de los géneros literarios, no puedan aceptar un relato claramente mitológico, pedagógico o didáctico como histórico. Son demasiados los que, en las últimas décadas, han dejado los postulados de la fe por estas razones.

La resistencia contra la desmitificación es la interpretación literal del texto bíblico, lo que presupone que Dios es un ser que actúa en el espacio y el tiempo, habita en un lugar determinado, se comunica sin mediaciones… Las hermenéuticas alejadas del método histórico-crítico, al no reconocer las diversas formas literarias no diferenciando entre lo mítico y lo real, reducen el valor absoluto de Dios al nivel de lo finito y contingente.

La interpretación literal de los textos era comprensible en las etapas pre-científicas de la humanidad cuando la totalidad de la realidad se explicaba religiosamente. Hoy, situarse al margen de las aportaciones de las distintas áreas del saber, a la hora de contextualizar la Palabra de Dios, es un rasgo fundamentalista.

Cabe asumir, como manifestaba el filósofo Ernst Cassirer (1874-1945), que una de las principales características del ser humano es su capacidad de simbolización. No se puede prescindir, pues, del mundo metafórico en el ámbito de la espiritualidad. Es hora, pues, de encontrar en los símbolos y mitos el lenguaje de la fe que preconizaba Paul Tillich y descubrir que estos registros lingüísticos posibilitan, con mayor facilidad, la orientación a lo trascendente desde la realidad espacio-temporal en la que se desenvuelve nuestra finitud.

 

(*) Textos y reflexiones a partir del libro:

Dinámica de la fe
Paul Tillich
Edicions Pòrtic
Barcelona, 2013

Jaume Triginé

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