La denominada “iglesia emergente” es un “movimiento” transversal a diversas denominaciones evangélicas (o “evangelicales”) de Estados Unidos, muy en boga por estos días. Es reconocido por ser un “modelo posmoderno” de iglesia, debido a su reacción contra el modelo “moderno y tradicional” protestante, desde toda una serie de innovaciones teológicas y eclesiológicas.
Algunas características que podríamos mencionar de dicho movimiento y de las comunidades eclesiales que representa, son las siguientes: una liturgia con énfasis en lo artístico y la innovación multimedia, una fuerte crítica al fundamentalistmo evangélico, un despertar de cierta conciencia social y política (Jim Wallis, Brian Mc Laren, etc.), una preponderancia de la experiencia y de lo narrativo, tanto en lo litúrgico como en las producciones teológicas, y, principalmente, una propuesta eclesiológica heterogénea.
C. Wess Daniels (1) categoriza cuatro tipos de iglesias emergentes. Permítanme hacer un resumen de dicho abordaje:
1. Modelo deconstruccionalista. Es quizás el grupo emergente más conocido pues este tipo de iglesias son postmodernas en el amplio sentido de la palabra. Estos cristianos han sido influenciados por la deconstrucción, un enfoque filosófico postestructuralista y del discurso filosófico de Derrida, Lyotard, Foucault y Caputo. Se puede incluir a Tony Jones y Brian McLaren en esta tipo de categoría. (2)
2. Modelo premodernista/agustiniano. Se opone al modelo anterior pero de una manera muy amistosa. Esta corriente se inclina más hacia un estilo de postmodernismo renacentista. Bien sea porque se basan en el pensamiento modernista temprano o se ubican en la etapa pre-moderna. San Agustín y Santo Tomás son figuras claves para este grupo. La ortodoxia radical de John Milbank, James K. Smith, entre otros, son fieles ejemplos de este modelo. Su teología tiende a poner mucho énfasis en la tradición dentro del marco general de la fe cristiana, en lugar de simplemente basarse en la contextualización.
3. Modelo de la Iglesia de la Paz Emergente (o Emegente Anabautista). Este modelo se posiciona con las tendencias no conformistas de Jesús. De esta manera, la iglesia debería seguir sus huellas usando métodos no violentos demostrando en el amor hacia los enemigos y el cuidado a los pobres. Los cristianos que se definen por este grupo de iglesias emergentes han sido influidos por Wittgenstein, Barth, Bonhoeffer, John H. Yoder, McClendon y Nancey Murphy.
4. Modelo fundamentalista. Representa el ala más conservadora por la forma como interpreta la Biblia. Enfoca su eclesiología de manera tradicional (predicación estándar, música de adoración típica de un culto, etc.), pero procurando ser al mismo tiempo innovadores en la forma de evangelizar. Esta innovación puede verse porque algunos se reúnen en bares, aceptan que las personas se pongan tatuajes, pueden utilizar palabras que tradicionalmente no son aceptables en el púlpito, usan música de rock en el culto.
Este movimiento está comenzando a estar muy presente en América Latina, especialmente en espacios evangélicos que provienen de cierta ala conservadora pero que se han abierto a una nueva concientización sobre la situación latinoamericana, como son las comunidades alrededor de la Red del Camino y la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Es interesante ver las diversas producciones teológicas que están surgiendo, intentando dar una impronta “local” al movimiento. (3)
Pero tengo que expresar mi preocupación sobre este tema. No me considero una persona con suficiente conocimiento para un juicio sobre dicho movimiento. Tuve la posibilidad de escuchar varias veces a Brian McLaren en Buenos Aires, y en una de ellas ser reactor a su ponencia. En dicha ocasión, McLaren se encontraba en una gira por nuestro continente para observar y aprender de las comunidades alternativas locales, las cuales, según él mismo expresó, son un ejemplo para el impulso de las comunidades emergentes en Estados Unidos.
Mi cuestionamiento no se orienta tanto al movimiento en sí sino de la importancia que le están dando ciertos espacios en nuestro continente. ¿Por qué, nuevamente, un modelo del norte tiene que imponerse como “alternativa” para nuestras comunidades aquí? No quiero ingresar en discusiones bipolares que ven la realidad dividida en norte-sur, ya que creo que la situación actual supera dicho reduccionismo. Pero lo que me llama la atención es lo siguiente: mientras los espacios mencionados anteriormente se nutren de una fuerte dosis de teología latinoamericana, en cambio en lo eclesiológico se sigue persiguiendo la zanahoria por otra parte. Esta es mi impresión al menos.
Por ejemplo, existen actualmente conferencias y consultas donde se habla de las “iglesias emergentes” como ejemplos para una configuración alternativa de lo eclesiológico en América Latina. Me pregunto: así como estos espacios se nutren de la teología latinoamericana en sus diversos niveles, ¿no pueden hacer lo mismo analizando el ejemplo de las comunidades de base? Ellas, que, aunque un poco trunco, representan un movimiento local, vivo y de ejemplo para muchos movimientos sociales latinoamericanos, tienen mucho que hablar a aquellas iglesias evangélicas que han salido de su salero conservador en busca de nuevos aires.
Simplemente esto. Es una cuestión de “piel”, tal vez por lo que ha pasado en la historia de la iglesia evangélica en este continente. Cuando se quiere hacer un encuentro para hablar sobre “la iglesia y los pobres”, la asistencia no supera las diez personas, contando los mismos organizadores. Ahora, si aterrizan de Porpuse Driven a decirnos cuáles son los propósitos que innegablemente debemos poner en práctica, los salones no dan a vasto. Espero que no pase esto mismo con aquellos espacios que realmente buscan ser alternativos. La crítica no se deposita tanto sobre el movimiento emergente sino sobre la carencia de “imaginación eclesiológica” que poseen muchos de los espacios evangélicos alternativos, lo cual, desde mi impresión, hacen volver los fantasmas de la dependencia a modelos foráneos y a la no acción hacia la creación de alternativas, según las condiciones de nuestro continente.
Hay varias preguntas que podríamos hacernos. ¿Son las críticas del movimiento emergente pertinentes a los interrogantes que necesitamos hacernos en América Latina? ¿Qué entiende el movimiento emergente por una iglesia “posmoderna”? ¿Cómo se vive “lo posmoderno” en América Latina y en Estados Unidos? ¿Acaso ser una iglesia “posmoderna” tiene que ver con la utilización de un vocabulario juvenil o una liturgia más entretenida? ¿Qué es lo que debe “emerger” en América Latina? ¿Acaso no deberíamos escuchar más lo que ya ha emergido hace tiempo y sumarnos como iglesia a ello? Preguntas, preguntas, preguntas…
Notas
(1) http://www.entrecristianos.com/20080621458/Los-cuatro-tipos-de-Iglesias-Emergentes
(2) Es interesante notar que Brian McLaren hizo el prólogo a uno de los últimos libros del filósofo derrideano e impulsor de la llamada “hermenéutica radical”, John D. Caputo, What Would Jesus Deconstruct?: The Good News of Postmodernism for the Church (The Church and Postmodern Culture), Baker Academic, 2007.
(3) Ver por ejemplo Natanael Disla, “Iglesia emergente: ¿una “consecuencia” de la Teología de la Liberación?”
http://karmatarsis.wordpress.com/2008/02/22/iglesia-emergente-%C2%BFuna-consecuencia-de-la-teologia-de-la-liberacion/
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