Posted On 01/06/2021 By In Al Alba, portada With 2333 Views

Sociedad reconciliada | Ignacio Simal

¡Cómo nos gustaría vivir en una sociedad reconciliada! Pero visto lo visto, ese sueño pareciera ser un imposible. Sin embargo existe la posibilidad de crear, por la fuerza del Espíritu, espacios sociales (comunidades) donde se experimenta una reconciliación entre los miembros que la conforman que apunta a la reconciliación de todas las cosas en el Cristo. ¿Es eso también un sueño imposible?
La verdad sea dicha, afirmar la imposibilidad de construir una comunidad caracterizada por la reconciliación es negar la gracia y la misericordia divinas, el Evangelio y el poder del Espíritu Santo. No es a través de la negación de la realidad que se construye una comunidad de reconciliación, sino a través del realismo cristiano que si bien reconoce que los tropiezos son imposibles de evitar, también nos da la fórmula para reconstruir las relaciones interpersonales destruidas entre los seres humanos.
¿Cómo se da la experiencia de una comunidad reconciliada? Mediante la apertura constante al reconocimiento de culpa y a la donación del perdón. El perdón restaura la relación entre el ofensor y el ofendido, ¡sana a ambos! Jesús de Nazaret, echando mano de una afirmación hiperbólica, dirá a los suyos: «¡Estad, pues, atentos! Si tu hermano peca, repréndelo; y si cambia de conducta, perdónalo. Aunque en un solo día te ofenda siete veces, si otras tantas se vuelve a ti y te dice: “Me arrepiento de haberlo hecho”, perdónalo» (Lc. 17:3-4 BTI).
Cualquiera podría pensar que el que ofende siete veces al día, y siete veces dice «me arrepiento» es un «pecador» irredento. Y también, mirando al que perdona siete veces a la misma persona en un día es un perfecto ingenuo. Y ante esa realidad podemos llegar a la conclusión que tanto uno como otro son destructores de la comunidad. Pero lo que realmente destruye la comunidad, en el momento en que el conflicto o el tropiezo aparece, es basar nuestras relaciones interpersonales en la desconfianza y en la sospecha de la sinceridad del semejante.
Pero caigamos en la cuenta de que nuestra relación con el Dios de Jesús queda afectada constantemente por nuestra incoherencia y por nuestra falta de fidelidad al Evangelio. Tanto es así que constantemente acudimos a nuestro Señor para solicitarle restauración mediante su concesión de perdón, ¿no es así? Menos mal que él no se comporta como nosotros lo hacemos con nuestros semejantes. De ahí que seamos alentados a perdonar como el Mesías nos perdonó: «Sed … bondadosos y compasivos los unos con los otros, perdonándoos mutuamente como Dios os ha perdonado por medio de Cristo» (Ef. 4:32 BTI). Sólo así las comunidades cristianas podrán ser un signo en medio del mundo de la sociedad reconciliada que esperamos, y, al mismo tiempo, ser agentes de reconciliación entre nuestros semejantes.
Soli Deo Gloria
Ignacio Simal Camps
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