«La reforma protestante que se inició hace 500 años izó su bandera reformadora con cinco frases en latín que resumen su propuesta teológica en cinco solas:
- Sola scriptura: solo las Escrituras son autoridad máxima y no la Tradición.
- Sola fide: solo somos salvos por nuestra fe y no por las obras.
- Sola gratia: nuestra salvación se efectúa solo por gracia divina y no por nuestros méritos.
- Solus Christus: nuestra salvación es solo a través de Cristo y no a través de otros medios.
- Soli Deo gloria: toda la gloria es solo para Dios ya que todo depende de él.
Si bien estas afirmaciones tuvieron una relevancia especial en su contexto y lograron condensar grandes verdades que encontramos en los Evangelios, lamentablemente hay un énfasis perdido que es necesario recuperar de forma urgente. El seguimiento de Jesús está atravesado por aquello que resulta la clave para su comprensión y su ejercicio. No puedo concebir un camino de reforma sin considerar una sexta sola: Sola caritas expresa que solo el amor es condición necesaria para seguir a Jesús. Un amor que es capaz de reconocer la dignidad en todo ser humano, conectando con aquello que lo hace valioso y singular»
Este es un fragmento de Dejar el cristianismo para seguir a Jesús, libro que publiqué recientemente en Argentina bajo el sello de Ediciones Kairos. Elegí esta porción para compartirles la pasión que atraviesa esta obra y porque creo necesario un retorno a aquello que —por considerarse una obviedad o un accesorio— pasa fatalmente desapercibido en nuestra fe: el amor. Si la esencia del mensaje de Jesús no recupera su centro, seguiremos orbitando alrededor de dogmas que no tienen la capacidad de encajar con la realidad humana siempre variable, cambiante, ambigua y sujeta a tensiones y dilemas. El amor, desde la perspectiva del mensaje de Jesús, es ese centro.
Pero esta sexta sola, lejos de ser un slogan publicitario, tiene la pretensión ubicar el mensaje de amor de Jesús no solo en su centro, sino en su periferia. Que el amor lo sea radicalmente todo en esta fe, implica el reordenamiento de lo accesorio o su desmoronamiento. Desde esta perspectiva, solo el amor es capaz de ofrecer respuestas constructivas ante temas vitales como el divorcio, la orientación sexual, la elección vocacional, el uso del lenguaje y el sentido de la liturgia. Si el amor no recupera su centro y su periferia, seguiremos presos de un sistema incapaz de dialogar con la complejidad humana. ¿Y no sería esto una forma de perdición?
«El “ama a tu prójimo como a ti mismo” nos da al mismo tiempo el derecho y el deber, la libertad y el límite; Jesús nos plantea por medio de la Regla de oro el pináculo del vínculo social»
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