Solo quienes sirven
(sobre Juan 2:1-11)
No hay persona que no quiera ser parte de la fiesta,
beber el vino mejor,
sentarse a la mesa abundante,
reír con quienes ríen,
amanecer bailando,
abrazar con fuerzas un instante feliz,
celebrar hasta que el cuerpo aguante…
Pero, no es allí donde se revela el misterio
ni es allí donde el milagro ocurre.
La gracia se manifiesta en la trastienda,
la gloria de Dios en Jesús se hace visible
en la cocina de la historia,
en el sitio donde se prepara el alimento,
donde mujeres y hombres
sudan junto al fuego encendido
y cargan las bandejas y las jarras.
Solo quienes sirven pueden ver el milagro,
solo quienes cargan el agua,
quienes llenan las tinajas vacías,
quienes no son parte de la fiesta,
quienes habían recibido el llamado al servicio.
Ellos y ellas experimentaron la alegría plena:
la de saberse parte de un secreto maravilloso,
que ni siquiera el novio o la novia jamás conocieron.
Ellos y ellas, obedeciendo lo que el maestro dijo,
vieron sus vidas iluminadas por el signo primero
de un reino que se anunciaba
no en la sala de baile,
no en las mesas abarrotadas de comida,
no en medio de la música estridente,
no entre quienes vestían sus mejores galas,
sino allí donde personas sencillas y humildes,
cuyos nombres no se conocen,
cumplen su tarea de servicio,
obedecen y creen
y experimentan el albor del mundo nuevo.
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