“Ningún equipo de fútbol tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las querencias futbolísticas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con el Barcelona, Club de Fútbol, y las demás sociedades deportivas.”
“Ningún banco o caja de ahorros tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta el volumen de depósitos bancarios de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con CaixaBank y las demás entidades financieras.”
Nadie en su sano juicio sería capaz de imaginar ni harto de vino peleón que la Constitución Española tal cosa llegase a afirmar en los artículos que tratasen sobre deporte o economía. Sería un disparate total. Pero en tema de religión, señoras y señores, españoles todos, con la Iglesia (católica) hemos topado (tanto el 71% de población nominalmente católica como el 29% de ciudadanía no católica*). Miren, miren lo que consagra la Constitución Española de 1978 en su artículo 16.3:
“Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.”
“Constitución e iglesias”. Así en plural titulaba un servidor un articulo con el que El País iniciaba el 2 de febrero de 1978 la serie de tribunas de opinión “Ante el debate constitucional” que mantendría a lo largo de todo año hasta la promulgación de la Constitución Española el 6 de diciembre. En la Redacción de Cuadernos para el Diálogo habíamos tenido acceso en exclusiva al borrador de la Constitución. Me alarmó la cita por su nombre propio de una entidad –la única– en el texto del borrador. Y El País, medio con el que compartimos la exclusiva, tuvo el detalle de publicar mi artículo para abrir el debate constitucional.
Y ahí sigue. La Iglesia católica ha conseguido lo que nunca jamás podrán siquiera llegar a soñar el Barça o hasta el pasado martes en que escribo esto el Banco Santander y desde ahora CaixaBank: ser citados por su nombre en la Constitución Española. (Habrán observado que no puse Real Madrid, pues ya va siendo hora de desmantelar la leyenda urbana de “equipo del Régimen” del club de Chamartín, al que el sistema arbitral está resuelto a birlarnos la Liga).
Venía a decir que aún siendo la mayoritaria –entonces un 88% de los españoles se declaraban católicos, un 10% menos que en la nacionalcatólica España de Franco en 1968– en España había más confesiones religiosas y opciones de conciencia que la católica. Si el borrador de la Carta Magna no establecía un trato diferencial, de “primera división”, nombrándolo por su nombre a “el” partido político, “el” sindicato, “la” patronal o “el” plato o “el” vino nacional de referencia, por qué rayos iba a consagrar la excelencia de trato a una religión de “primera” citándola por su nombre y relegando al anonimato de la “segunda división” a todas las demás en el mismo saco vergonzante.
Ahora, con los ajustes del Gobierno Rajoy –ajustes para todos, menos para la Iglesia católica–, el plato de lentejas de las subvenciones del Estado a las confesiones minoritarias –3 millones de euros, frente a los 11.500 millones de euros a la Iglesia católica–, sufrirán en el Consejo de Ministros del próximo viernes un recorte brutal. Sorbete de lentejas para los no católicos.
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* Datos extraídos de Mario Escobar, Despertad, Noufront Ediciones, Valls, Tarragona, 2011. El mapa religioso actual en España es: católicos, 71%; protestantes, 3%; ortodoxos, 2,1%; musulmanes, 1,9%; otros grupos, 1%; ateos, no religiosos, 21%. La proyección que este autor hace a veinte años vista para 2031 es: católicos: 55%; musulmanes: 12%; protestantes: 10%; ortodoxos: 4%); otros (5%); y ateos, no religiosos (14%.)
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