Convertirse y creer, de eso se trata. No hay misterios, no hay secretos, solo una invitación, clara y sencilla pero contundente y desafiante. No hay buena noticia posible, no hay evangelio que sane o que libere o que consuele y que abrace si no se da ese paso esencial: despertar desde el corazón a la novedad del mensaje de Jesús y comenzar a creer en su proyecto abarcador, inclusivo, revolucionario. Creer que es posible subvertir lo establecido, creer que no hay muros que puedan impedir que el amor abra surcos
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