Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; pero cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (Saulo de Tarso, en la primera carta a los Corintios). Recuerdo, como si fuera ayer, cuando después de un crudo invierno zaragozano, pasando por la primavera, llegó el buen tiempo. Mi madre sacó del armario la ropa de verano, entre ella estaban mis pantalones cortos. Yo, ni corto ni perezoso me embutí -nunca mejor dicho- los pantalones que mi madre había dejado sobre mi cama. Bajé
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