Difícilmente se pueda continuar hoy en día, a mi juicio, en la afirmación barthiana, según la cual, con el advenimiento del cristianismo tocan a su fin todas las religiones del mundo, mostrándose todas ellas falaces y sin valor alguno. Menos aún se debe suponer un exclusivismo eclesiológico al modo del “Extra Ecclesiam nulla salus», como lo proponía Cipriano y luego lo reafirmará el Primer Concilio Vaticano; pero me pregunto también si la idea del cristianismo anónimo de Rahner, constituye una vía lo suficientemente responsable y válida para acometer la tarea
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