Como cristiano, no dejo de pensar en la vida y los acontecimientos cristológicos como un eco de nuestras vivencias humanas. Allí reside, precisamente, el valor teológico y existencial del símbolo de la encarnación divina. La vía crucis y el evento pascual son parte fundamental de este legado. Una historia que, lamentablemente, en una parte de la tradición evangélica, ha perdido ese profundo y tan necesario sentido de paradoja, como decía Lutero: el pathos hacia la crucifixión como un evento atravesado por la injusticia, la incertidumbre, el sufrimiento, la locura. Por
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