Ningún texto del Nuevo Testamento capta la maravilla de la Navidad mejor que el prólogo del cuarto evangelio: «El Logos (la Palabra) era Dios… y aquel Logos fue hecho carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1:1,14). ¿Puede haber una expresión más hermosa, y a la vez más profunda, del significado del nacimiento del Hijo de Dios como hijo de María e «hijo de hombre»? Extraña mucho la identificación de Cristo como «el Logos» en el prólogo de un libro en cuyas páginas nunca se vuelve a llamar por ese título,
Read More Soy enemigo de las cuestiones especulativas, y jamás hubiera planteado la pregunta que encabeza estas líneas. Pero un amigo sudamericano me la hizo y me resultó interesante. Según dicho amigo, un hermano le comentó que había tres personas que nacieron sin pecado: Adán, Eva y Jesús. Dos de ellos no tenían ombligo, y era lógico, por tanto, que Jesús tampoco. Adán y Eva nunca nacieron, y Jesús nació de forma sobrenatural. Además, Jesús no podría haber recibido sangre de María, porque esa era sangre impura, contaminada por el pecado original.
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