Está claro que, en esta segunda década del siglo XXI, sólo son las ciencias las que adelantan que es una barbaridad, que es una bestialidad, como canta la conocidísima copla zarzuelera. Y nos da lástima, la verdad sea dicha, pues, a estas alturas, nos habíamos hecho la ilusión de que también otras ramas del saber hubieran llegado al mismo nivel y amplitud de horizontes, o, por lo menos, a algo parecido. Nos referimos, de manera específica, al conocimiento de las Sagradas Escrituras y su difusión por las iglesias y comunidades
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