Posted On julio 31, 2014By Máximo García RuizIn Opinión
En la zona del desastre algunos se retiran a restañar sus heridas, otros a enterrar a sus muertos o a llorar la pérdida de centenares de hijos, hermanos, padres, vecinos, amigos; algunos contemplan los escombros de sus viviendas y la ruina absoluta de su ya vida mísera anterior, o acuden precipitadamente a comprar víveres en los puestos callejeros, aprovechando la breve pausa que otorga una guerra a la que nadie encuentra argumentos suficientes para explicar; en la otra orilla del conflicto, centenares, miles de familias se esconden en los búnkeres
Read More En diciembre de 1942 llegaban a Alemania por avión las últimas cartas de los combatientes alemanes que quedaron asediados en Stalingrado. Una de ellas fue la escrita por un soldado, hijo de un pastor protestante, que le decía a su padre: Plantear el problema de la existencia de Dios en Stalingrado, significa negarlo. Debo decirlo y me pesa doblemente. Tú me has educado, porque faltaba mi madre y siempre me has puesto a Dios ante mis ojos y mi alma. Y me pesan estas palabras doblemente, porque serán las últimas
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