Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad (Hch. 5, 1) La historia de Ananías y Safira que leemos en los primeros versículos de Hechos 5 nos ha llamado siempre la atención por lo que afirma de forma explícita y supone de forma implícita. Lejos de ser un simple añadido, una mera anécdota o un relleno de la narración lucana, reviste una enorme importancia para la comprensión de grandes verdades, no sólo referentes a la primera Iglesia de Jerusalén, sino del conjunto del cristianismo antiguo y
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