Posted On septiembre 22, 2012By Leopoldo Cervantes-OrtizIn Opinión
Ha llegado la hora de la creatividad y la imaginación, pero también de la solidaridad y el testimonio profético. No se sabría bien en qué orden colocar todas estas cosas. Ayer, miércoles 19 de septiembre de 2012, fecha de marca indeleble por el recuerdo de una tragedia, ha sucedido otra: sonaron los tambores de la ignominia y la represión disfrazadas de sana espiritualidad cristiana y preocupación por la marcha de la Iglesia, en este caso, una fracción muy pequeña de la misma: la ya irreconocible Iglesia Nacional Presbiteriana de México
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