Porque nada hay imposible para Dios (Lc. 1, 37) No se nos malentienda. No planteamos si se conoce o se acepta el llamado Credo de Nicea, cuya primera declaración citamos literalmente en el título; no nos cuestionamos si se prefiere en su lugar el Credo apostólico, ese que comienza con la fórmula “Creo en Dios Padre Todopoderoso”, o cualquier otro. La pregunta que hoy ponemos sobre el tapete con la intención de suscitar una pequeña reflexión en el amable lector es si los cristianos de hoy creemos realmente en un
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