No hay día más feliz que cuando la promesa divina se cumple. Ese día cuando el paciente grita por los pasillos, ¡estoy sano!, ¡estoy sano! Ese día cuando el adicto suma más y más días de abstinencia. Ese hermoso día cuando los hermanos se reconcilian. O cuando luego de mucho pesar nos informan que esa deuda inmensa ha sido pagada. Pero también la promesa es cumplida cuando el paciente es recibido en los brazos del Padre celestial. Cuando la enfermedad terminal se vuelve un dolencia crónica. Cuando el adicto reincide
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