Acabo de recoger a mi hijo pequeño del colegio y nos hemos encontrado, al borde de la carretera, dos crías de gorriones abandonadas a su suerte. Fernando estaba indeciso, esperando que yo le diese el visto bueno para acercarse. Enseguida le he animado a cogerlas. Quizá podamos salvarlas. Sus cuerpecillos, aún sin plumas, estaban fríos. Probablemente hacía un buen rato que se hallaban sobre el asfalto de esta calle solitaria. No sabemos cómo han podido llegar hasta ahí pues, aunque hay árboles, ninguno se hallaba cerca. En cierta ocasión oí
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